Entre los dos poseen 13 canales de televisión en abierto en España, incluyendo las dos principales cadenas privadas del país, Antena 3 y Telecinco. En diciembre, sus 13 canales se llevaron el 54,7 % de la audiencia de televisión en abierto en España, según datos de Barlovento. La televisión de pago apenas representó el 7,8 % del total ese mismo mes. Son dos gigantes audiovisuales que en 2018 facturaron en conjunto más de 2.000 millones de euros y ganaron casi 300 millones. Pero su negocio, aunque parezca boyante sobre el papel, está en sus horas más bajas.
A lo largo de 2018, Mediaset se dejó un 40 % de su valor en Bolsa. Atresmedia perdió un 50 %. Entre enero y septiembre había perdido más de 1.800 millones de euros de cotización, a pesar de lo cual actualmente están valoradas en más de 1.700 millones de euros Mediaset y en cerca de 900 millones Atresmedia, a pesar de que la deuda de este último está prácticamente igualada a su valor.
Esta dura situación bursátil no impidió que en ese mismo 2018, Mediaset facturase 981,6 millones de euros (-1,5 % respecto a 2017) y ganase 200,3 millones (+1,4 %). Tampoco, que Atresmedia ingresara 1.042 millones de euros (-1 %) y ganase 88,1 millones (-38 %).
Tanto el sector audiovisual como el financiero se preguntan por las razones que provocan que dos grupos tan poderosos en una industria tan lucrativa estén sufriendo una dura travesía por el desierto de la incertidumbre. Sobre todo si se tiene en cuenta que en España se consumen más de 200 minutos de televisión por persona y día.
Probablemente se trate de un cúmulo de causas. Y sí, gran parte de la culpa la tiene Netflix. La plataforma estadounidense tiene alrededor de 1,5 millones de usuarios en España. Apenas el 9,1 % de los hogares españoles está abonado. Una cifra irrisoria comparada con el alcance de las principales cadenas privadas en abierto, que llegan a la práctica totalidad de la población. Y muy por debajo de la penetración de competidores de pago como Movistar+, que llega al 13,5 % de los hogares españoles. Las tres grandes telcos, Movistar, Vodafone y Orange, llevan su televisión de pago al 22 % de los hogares de España.
En ese cúmulo de cosas, las posibilidades de visualización que ofrecen tanto Netflix como las plataformas de pago son, tal vez, la verdadera causa. Frente a una televisión en abierto con horarios rígidos decididos por directivos en base a una estrategia empresarial y comercial, la televisión de pago ofrece a cada espectador la posibilidad de componer su propia parrilla. De elegir. Y además lo hace eliminando la publicidad, aunque sea a cambio de un pago mensual. Abono que, además, o bien está integrado en paquetes como la fibra o los envíos gratuitos de Amazon, o bien tienen una mínima y en cualquier caso asequible barrera de entrada, como los 7,99 euros del plan básico de Netflix o del plan único de HBO, o los 6,99 euros mensuales a los que acaba de bajar la plataforma Sky (a cambio de los principales canales de pago que hay en España y de un videoclub con centenares de películas y series en streaming).
Pero no todo está realmente perdido para Mediaset y Atresmedia, o para la televisión en abierto en general. Al menos de momento. Mientras que la televisión de pago ha conquistado el entretenimiento audiovisual vía películas y series, que se prestan fácilmente al streaming a la carta y multidispositivo por su consumo más o menos individualizado, las cadenas en abierto tienen todavía el poder de la televisión en directo. Es cierto que han perdido la carrera del deporte, que se ha trasladado a las plataformas de pago por su concepción de producto premium, pero todavía disponen de buenos productos fácilmente combinables con la llamada 'audiencia social', aquella que está en redes sociales. Sucede con programas como 'El Hormiguero' (Antena 3), 'Operación Triunfo' (La 1) o 'Sálvame' (Telecinco). Son emisiones que se viven mejor en directo porque la experiencia se amplía vía redes sociales, donde se comenta en tiempo real lo que está sucediendo en pantalla. Y las cadenas de televisión siguen teniendo poder informativo, aunque Mediaset haya dado el primer y temido paso al desmantelar los informativos de Cuatro. No se espera que suceda la mismo en La Sexta, dado que precisamente su estrategia pasa por la información aun a costa del entretenimiento. Pero sí supone el enfoque de una tendencia que podrían imitar otras cadenas en el futuro, a pesar de que un informativo televisivo es un producto que encaja con el estilo de vida frugal de la generación millennial (y posteriores).
El problema de las cadenas en abierto no es tanto que ahora tengan competencia de pago exitosa entre gran parte de la población, que también. Tampoco lo es que el consumo se haya individualizado ni que el streaming gane adeptos aceleradamente por las opciones de personalización que ofrece. En realidad, el problema de fondo es que el ocio ya no se focaliza sobre la televisión, que antaño solo competía con libros y radios. Ahora existen videojuegos, YouTube, redes sociales, podcasts... Han nacido nuevas formas de ocio, como ver en directo partidas de videojuegos o convertir a personas de a pie en estrellas de la televisión gracias a Internet: son los youtubers. Todo ello en un entorno en el que Instagram tiene su propia plataforma de televisión y compañías como Facebook o Apple preparan sus propios catálogos de contenidos audiovisuales exclusivos. Y aunque todo esto es en realidad una burbuja que terminará reordenándose por selección (económica) natural, el camino no es por ello menos duro para los incumbentes, que no obstante han comprendido de qué va todo esto. Algo es algo.