Eliminar las noticias falsas será complicado, pero si los distintos actores de la sociedad se esmeran, tarde o temprano se podrá ganar la batalla. Aunque, a la vista de los acontecimientos, la mentira resulta rentable prácticamente para todos: los políticos consiguen ganar elecciones, las redes sociales amasan dinero y el público se reafirma en sus ideas y cree estar arreglando el mundo. Incluso los medios de comunicación se benefician de las noticias falsas: gracias a ellas, y a quienes no se conforman con leer basura en Internet, han conseguido recuperar su papel de baluartes de la verdad y la libertad. Aunque sea a costa de un fenómeno que, en el fondo, a nadie beneficia en realidad -y a largo plazo- y a todos perjudica -también a largo plazo-.
Aunque todavía se desconoce la clave para acabar con las noticias falsas, Jim VandeHei, cofundador de 'Axios' y 'Politico', ha publicado cuatro sencillas acciones para lograrlo. Cada una va dirigida a un actor de la sociedad: políticos, redes sociales, medios de comunicación y público en general. Porque es tarda de todos eliminar las mentiras en Internet.
VandeHei recomienda a los políticos que "dejen de usar el término 'noticias falsas'", ya que "lo peor para un país es que la gente crea mentiras o no confíe en nada". Y advierte que "un día, algo malo sucederá y se necesitará fe en la información para solucionarlo", en un aviso a navegantes que intenta evitar que la clase política continúe erosionando la credibilidad de los medios de comunicación críticos con ella por simple y sucia estrategia política.
"Las organizaciones de noticias deben prohibir a sus reporteros hacer cualquier cosa en redes sociales, especialmente Twitter, más allá de compartir historias", recomienda VandeHei, ya que cualquier contenido crítico o incluso sarcástico "siempre parece ser de izquierdas", lo que "hace imposible recuperar a los escépticos". Muchos periodistas tratan de cubrirse las espaldas recalcando que las opiniones que vierten en redes sociales son a título personal y no en nombre del medio, pero el excesivo personalismo de algunos profesionales de la comunicación impide desligar su figura de la empresa para la que trabajan, lo que en último término puede acabar por afectar a la credibilidad del medio. No obstante, restringir la libertad de expresión para evitar el enfado de la turba tuitera tampoco es la solución, pero sí opinar con cabeza y alejándose del mismo ruido que se intenta criticar: a veces, los argumentos bien construidos son suficiente para dejar constancia de la verdad.
"Autorregula radicalmente o permite que la regulación gubernamental frene el flujo de desinformación y noticias inventadas". Así de contundente se muestra VandeHei a la hora de explicar lo que, a su juicio, deben hacer las redes sociales para evitar las noticias falsas. "El autocontrol actual no lo está cortando", asegura, por lo que "tal vez se necesite una nueva FCC de las redes sociales para imponer los mismos estándares que se esperan de las televisiones y los periódicos". Lo cierto es que las redes sociales se comportan como medios de comunicación, pero no están sujetos a la misma regulación que los demás, en parte estructurada para asegurar su independencia y preservar su esencial papel en la sociedad. Sin embargo, las redes sociales también se han convertido en baluartes de la libertad, y pocos son los gobiernos democráticos que se atreven a plantear una regulación que limite el derecho a decir estupideces, por mucho daño que hagan.