La vuelta al cole no podría ser más movida. Al menos en Estados Unidos. Septiembre ha arrancado con el anuncio de la publicación de 'Fear: Trump in the White House' ('Miedo: Trump en la Casa Blanca'), firmado nada menos que por Bob Woodward, ganador de dos premios Pulitzer y uno de los artífices de sacar a la luz el Watergate, que acabó con la presidencia de Richard Nixon. Un hombre de la casa del 'Washington Post', ahora en manos de Jeff Bezos. El diario ha publicado varios extractos del libro, en el que, entre otras cosas, alguien califica la Administración de Trump como un "manicomio". Ese alguien es John F. Kelly, jefe de gabinete del presidente, quien ya ha negado haber utilizado nunca esa palabra. Trump, por el contrario, ha cargado desde Twitter contra Woodward, incluso acusándole de "demócrata".
El libro releva también que Trump supuestamente propuso matar a Bachar el Asad o que llamó "retrasado mental" al fiscal general, Jeff Sessions. Apenas dos anécdotas al lado del verdadero escándalo: personas cercanas al presidente de los Estados Unidos boicotean sus políticas por el bien del país. El libro cita concretamente a Gary Cohn, quien fuera asesor económico del presidente: habría sustraído documentación del escritorio de Trump para evitar que Estados Unidos se retirase de un acuerdo comercial con Corea del Sur.
Woodward narra en su libro los testimonios de varias personas cercanas al presidente, con las cuales ha mantenido entrevistas durante cientos de horas. Son ellos quienes le han contado las diferentes anécdotas que saldrán a la luz el próximo 11 de septiembre. Hace apenas unas semanas, el laureado periodista mantuvo una conversación telefónica con el propio presidente para indicarle que su libro "es una mirada dura al mundo, a tu Administración y a ti".
Poco después de que el 'Washington Post' levantase la tormenta con la publicación de los extractos de un libro considerado por Trump "una estafa para el público" por estar basado en "citas fraudulentas", 'The New York Times' ha vuelto a demostrar que el tándem de los dos mejores periódicos del planeta sigue vivo cuatro décadas después del Watergate. El diario neoyorquino publicó hace unos días un artículo de opinión titulado 'Yo soy parte de la resistencia interna de la Administración de Trump'. El titular ya era fuerte de por sí, pero la verdadera polémica ha llegado por la vía de la anonimidad: el artículo no lleva firma. El diario se ha escudado explicando que el autor se arriesga a perder su trabajo por publicarlo o, peor aún, a enfrentarse a la Justicia porque "como otros colegas, he prometido boicotear partes de su agenda y sus peores inclinaciones", como narra el anónimo responsable del texto. Woodward ha llamado a este comportamiento "golpe de estado administrativo". Tal vez así se comprenda la gravedad del asunto que se narra, pues la propia polémica podría empañar su propio trasfondo.
Muchos analistas de los medios y el periodismo han tratado de explorar las consecuencias, a todos los niveles, que tiene publicar un artículo de opinión sin firma. Por una parte, rompe la propia naturaleza del artículo de opinión, ligado a la persona que lo sostiene. De hecho, la libertad de estos textos se otorga precisamente porque se trata de algo que secunda una persona concreta. Ni siquiera es necesario que un texto de opinión sea veraz, pues no es una noticia: quienes sostienen que el hombre no llegó a la Luna no cometen ningún delito, y si lo hicieran en una tribuna a toda página en cualquier diario de tirada nacional su situación legal no cambiaría en absoluto. Solo es un ejemplo que refleja la flexibilidad de este género periodístico, aunque el artículo del 'New York Times' está narrando unos hechos que van más allá de la simple opinión: no dice que las políticas de Trump sean negativas, lo cual sería opinar desde la subjetividad, sino que una serie de personas las boicotean desde dentro del Gobierno. Una noticia diluida en un artículo de opinión, pues hasta entonces que esto podría estar sucediendo. También es una noticia anónima que en poco difiere a lo que revela el libro de Woodward: narra unos hechos supuestamente reales y oculta la identidad de los involucrados. El periodismo de investigación a menudo recurre a estas prácticas, por lo sensible de los temas que toca. Si bien el libro encajaría en esta etiqueta, puede que un artículo de opinión no sea susceptible de ser considerado periodismo de investigación. El debate se puede alargar hasta el infinito y no hallaremos una conclusión. Incluso esto es subjetivo.
El 'New York Times' ha optado por una estrategia de absoluta transparencia, consciente de la repercusión y polémica tanto por las formas como por el contenido del artículo. Jim Dao, uno de los responsables de la sección de opinión del diario, ha explicado que fue contactado a través de un intermediario de su confianza, quien le propuso publicar en un artículo el testimonio de un supuesto alto cargo de la Administración de Trump. El diario asegura haber verificado la información antes de publicarla. También sostiene que varias personas de la redacción conocen la identidad del autor del artículo. De ahí que se decidieran a publicarlo.
La polémica ha puesto en marcha tanto a la propia plantilla del 'New York Times' como al resto de medios del país: sus periodistas analizan cada detalle del artículo para tratar de identificar al autor. Trump hace lo mismo, en una búsqueda que muchos medios han calificado de "febril" y que en su perfil de Twitter se refleja iracunda. Sus más allegados se lo han puesto fácil. La cascada de comunicados negando la autoría del artículo lleva las firmas de Dan Coats, director nacional de Inteligencia; Mike Pompeo, secretario de Estado; James Mattis, secretario de Defensa; y así hasta una veintena de altos cargos. También negó la autoría Mike Pence, vicepresidente de los Estados Unidos. Pero él lo tiene más complicado.
Aquí es donde entra en juego un vocablo prácticamente en desuso que ahora mismo es la clave: 'lodestar'. Significa "estrella polar" o "inspiración", y aparece en el artículo anónimo. Se da la circunstancia de que Mike Pence la ha utilizado en público en más de una ocasión. Su nombre es el que más suena en las apuestas (por cierto, esto es literal y hay varias casas de apuestas ofreciendo pujar por Pence o Sessions, entre otros), pero también se apunta a Steve Mnuchin, secretario del Tesoro, o a Nikky Halley, embajadora del país ante las Naciones Unidas. Algunos medios especulan con la posibilidad de que el artículo tenga más de un autor, aunque de su lectura se deduce una redacción unipersonal que, no obstante, sí detalla un movimiento más amplio que involucraría a diversas personas. La portavoz de la Casa Blanca, Sarah Sanders, ha optado por no jugar al 'Cluedo' y simplificar al máximo la búsqueda del topo: en un tuit ha invitado al pueblo estadounidense a telefonear al 'New York Times' para que pregunte a los responsables del medio la identidad del autor. Algunos periodistas ya han reportado haber recibido llamadas amenazantes de seguidores de Donald Trump. This is America.
El periodista Vicente Vallés es autor de 'Trump y la caída de Clinton'.
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