Mark Zuckerberg tiene la asombrosa capacidad de ocupar titulares cuando se lo proponga. Es algo lógico si tenemos en cuenta que Facebook es el epicentro de la vida digital (y que los medios de comunicación miran con lupa cada mínimo movimiento que haga esta red social, hoy compañía tecnológica valorada en más de 440.000 millones de dólares). Pero en el fondo es normal que ocupe titulares, sobre todo si de repente cambia la misión de la red social más poblada del planeta, con casi 2.000 millones de usuarios. Si hasta ahora su objetivo era "dar a la gente el poder de compartir y hacer al mundo más abierto y conectado", a partir de ahora será "dar a la gente el poder de construir comunidad y acercar al mundo". Pueden parecer casi lo mismo, pero el trasfondo supone un giro radical que, no obstante, será progresivo a los ojos de cada ciudadano de este país digital.
Para empezar, no es lo mismo fijarse como objetivo que la gente comparta cosas a buscar que la gente construya una comunidad. Si dejas que la gente se dedique a compartir, estás creando miles de emisores dispuestos a difundir y redifundir lo que sea necesario, desde las fotos de sus vacaciones hasta una larga lista de noticias falsas, mensajes de odio e inexactitudes varias creadas utilizando sabiamente los resortes más elementales que encierra todo ser humano, por racional que parezca. Viralidad por comunidad, un término por lo general más sosegado y racional que deja a un lado el individualismo, el ego, el narcisismo, y pasa a buscar la creación de valor a través de las ideas y el debate. Si antes se buscaba un mundo más abierto y conectado, a cualquier precio, ahora se busca, simplemente "acercar al mundo", entendiendo como tal a todos los usuarios de la red social. Porque una vez educados sobre las bondades de compartir hasta lo más íntimo en Facebook, llega el momento de abrir aún más el abanico y superar las barreras.
La primera barrera que se pretende superar es la de la disyuntiva "amigo/no amigo". Facebook, hasta ahora, ha sido un directorio de amistades con las que se comparte la intimidad y la vida digital. Pero no hay vida más allá de ese círculo cerrado que incluso tenía un límite sobre el número máximo de amistades, dejando al pobre Roberto Carlos