El mundo del automóvil se encuentra en plena revolución: no habrá conductores, no habrá gasolina, puede que no haya propiedad del vehículo… Si la búsqueda del coche autónomo es una carrera entre nuevos actores y fabricantes tradicionales, el vehículo eléctrico juega en un terreno similar. En ambos casos el coche es lo de menos: lo importante es o bien el software… o bien las baterías. Y ahí está el verdadero reto y el elemento que cambiará esta industria para siempre.
Para que el coche eléctrico abandone la fase híbrida actual y pueda prescindir para siempre de la gasolina es necesario encontrar baterías con mayor autonomía que las actuales, que en ocasiones no superan los 100-200 kilómetros. En esa carrera ya compite Tesla, quien planea producir 35 gigavatios por hora (Gwh) en 2020. Pero no es la única: la china BYD afirma que llegará a los 34 Gwh también en 2020, mientras que Contemporary Amperex Technology (también china) espera llegar a los 26 Gwh.
A esta carrera se unen start-ups desconocidas y que parten con una clara desventaja en términos económicos, pero que juegan con la innovación y la hiperespecialización en algo muy concreto como bazas para irrumpir en el mercado. Una de estas empresas es SolidEnergy Systems, nacida en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts): aseguran estar en disposición de fabricar una batería un 50% más pequeña que la del iPhone 6, con mayor vida útil y escalable en tamaño, lo que, según la empresa, les permitirá aplicar su innovadora tecnología a baterías de coche en 2018. Si estas empresas logran crear productos verdaderamente viables, tendrán en sus manos la clave para potenciar el desarrollo del sector.
El problema radica en que ningún fabricante es capaz ni de desarrollar baterías con la autonomía que requiere un coche 100% eléctrico… ni de producir un número suficiente como para abastecer a una industria de proporciones globales. De hecho, Tesla tiene pedidas más de 400.000 unidades de su Model 3, un número inalcanzable en estos momentos para la compañía de Elon Musk, lo que ha despertado dudas acerca de la sostenibilidad a medio plazo de su negocio. Para evitar errores similares, fabricantes como Volkswagen han decidido unir fuerzas con otros actores para encontrar el coche eléctrico definitivo.
La importancia de las baterías no es un tema baladí: si se abaratan, aumentan su autonomía y se producen en masa, el vehículo eléctrico echará a rodar. Pero en la carrera hay una maraña de empresas de todo tipo, desde fabricantes de vehículos hasta desarrolladores de tecnología, start-ups, centros de investigación y visionarios de toda clase, luchando por cambiar el sector del automóvil… y quizás de refilón el propio mercado energético: una investigación reveló el año pasado que el coste de las baterías había caído a un ritmo del 14% anual entre 2007 y 2014, desde los 1.000 dólares por KWh hasta los 410 por KWh (kilovatio por hora). Si el precio descendiera por debajo de los 135 dólares por KWh se podría producir un “cambio de paradigma en potencia en la tecnología de vehículos”, afirmaban en el trabajo publicado por la revista Nature. Las implicaciones que esta reducción del coste de producción de las baterías tendría en otros sectores son incalculables en la actualidad, pero demuestran que el interés por desarrollar vehículos eléctricos encierra cambios mayores que el de fabricar un coche que no necesite gasolina en un mundo plagado de dispositivos electrónicos que funcionan con baterías y en el que los cables parecen algo del pasado.