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Uno, que se desenvuelve ahora profesionalmente por los terrenos del freelancismo, cual mercenario de la comunicación, tiene que enfrentarse con algunos trabajos (la mayoría situaciones de crisis) que, en ocasiones, son difíciles de terminar con final feliz por las prisas del cliente y las complejidades de los mismos.
Con la entrada en vigor de la nueva tarificación de consumo eléctrico y la instalación de los nuevos contadores “inteligentes” (las eléctricas llevan instalados 11,9 millones de nuevos equipos, un 43% del parque total existente en España), el consumidor ya paga en tiempo real el precio de la electricidad (que cambia cada hora y cada día).
Ya estamos en pleno verano y habrá que buscar un destino turístico para pasar unos días de paz o unas noches frenéticas, según tenga el cuerpo y el ánimo cada uno. Y, ¿cómo lo haremos?, ¿iremos a una agencia o buscaremos en alguna de las plataformas P2P (Airbnb, Wimdu, Homeaway, Niumba, etcétera) que ofrecen alquiler turístico de viviendas?
Sí, parece claro que no tener un share importante es motivo más que suficiente para suprimir cualquier programa de la parrilla televisiva. Pero, ¿qué pasa cuando su éxito o fracaso no lo marca la calidad del mismo sino la elección del día de emisión, de la hora, de cuántos cortes publicitarios van a interrumpir la intriga y en qué momento se van a producir?
Cometí un gran error. Regalé a mi chica un kit de cocina molecular. Sí, una serie de componentes químicos que sirven para hacer esferificaciones y emular algunos de los platos de Ferrán Adrià. Debería haberlo hecho hace diez años, ahora es demasiado tarde. Hemos pasado a formar parte de esa clase media empobrecida que durante un tiempo fugaz tuvo la miel en sus labios. La crisis económica (sumada a la anterior del periodismo) se ha encargado de trasladarnos a otra realidad, también de sabores, texturas y aromas.
Gandhi, Steve Jobs, Mark Zuckerberg y Alejando Magno son cuatro claros ejemplos de líderes. Según quiénes les definan y las condiciones en que a esas personas les tocó conocerles (relación amistosa, profesional, familiar, etc.) pueden representar muchas variables, incluso ser una cosa y la contraria. Naturales o impostados, participativos o autocráticos, carismáticos o poco seductores, extremadamente inteligentes o patológicamente engreídos… Todo dependerá de quién opine sobre ellos.
La comunicación para hacer lobby está en pleno auge, más cuando hay elecciones próximas de por medio. Anuncia la prensa que el gremio de los “loteros” estatales está recogiendo firmas para exigir la retirada de un impuesto que grava en un 20% los premios superiores a los 2.500 euros. Una norma impuesta por el Ministerio de Montoro, en enero de 2013, como aportación solidaria a una España en plena crisis.
A esa curiosa creencia llegué de casualidad. Estaba buscando información sobre una noticia que leí esta mañana en la que se decía que “tres de cada cuatro puestos de trabajo disponibles no se llegan a publicar ni en la red, ni radio, prensa o televisión”. Esto último lo dice un estudio de Creade-Lee Hecht Harrison, consultora del Grupo Adecco, empresa especializada en Recursos Humanos.
Últimamente he tenido la oportunidad de disfrutar de dos películas, “Interstellar” y “Coherence”, recomendadas por mi hijo. Ambas, con contenidos que desde mi punto de vista resultan apasionantes, son dos claros representantes del género ciencia-ficción en su versión “comecocos” (por el efecto mental que logran sobre quién las visiona).
Hay muchos datos de la 15ª edición de su informe anual "La Sociedad de la Información en España", correspondiente a 2014 y elaborado por Telefónica, que me sorprenden. Pero quizá uno de los que más me llaman la atención es el que afirma que la mitad de los españoles de entre 55 y 64 años se conecta a Internet a diario. Este grupo es el que más crece en 2014, 8,6 puntos porcentuales más que el año pasado.
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