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Blogs > Prefiero entender un por qué
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El Covid-19 ha logrado que tanto las organizaciones como la sociedad en su conjunto se vieran forzadas a acelerar el proceso de transformación digital que ya había empezado en los últimos años.
Es interesante observar cómo se enfrentan las organizaciones a las consecuencias que la pandemia ha dejado en cuanto a cómo se van a configurar las relaciones entre empleadores y empleados.
En el Dealbook del New York Times del pasado sábado 24 de abril, bajo el título “How to Navigate the Postpandemic Office” (Cómo navegar por la oficina postpandémica) se hace mención a que son muchas las empresas que han ideado un plan pospandémico en el que los empleados regresen a la oficina durante parte del tiempo mientras realizan más trabajo desde casa que antes.
Es habitual que reaccionemos con escepticismo a las cosas que desconocemos, por aquello de que el ser humano es esencialmente desconfiado.
Pero a veces, es conveniente dar un paso e incluso arriesgarnos en terrenos desconocidos, porque es casi una estupidez pensar que la vida, si la llevamos muy ordenadamente, no nos depara sorpresas. Siempre las hay. Las cosas ocurren. Los hechos imprevistos no los podemos evitar.
La pandemia es justamente todo esto en una sola palabra, porque crea desconfianza y desasosiego, pero la peor de las sensaciones es la incertidumbre que nos ha metido bajo la piel.
Como en nuestra foto de portada, la dualidad entre la flor que tocamos y apreciamos frente al inconmensurable universo del que formamos parte.
El universo paralelo, también conocido como universo alternativo, o realidad alternativa, según algunas definiciones que pueden encontrarse en Internet, se corresponde con un plano hipotético que tiene una existencia autónoma pero con la particularidad de que coexiste con el propio.
Y esto nos lleva a comprender otra imagen más: que la suma de todos los universos paralelos potenciales que constituyen la realidad, a menudo se denomina "multiverso".
Vivimos en una sociedad que está bombardeada por información, encuestas, estudios e investigaciones.
Y esto, por supuesto que nos parece bien en la medida que se haga buen uso (estamos acostumbrados a filtrar los inputs de información), pero muy especialmente que se toma debida nota de ello. Y esto implica a las autoridades e instituciones.
No es el objetivo de mi aportación de hoy. si es que dicho bombardeo nos pone en posición de estar desinformados, cuestión que he planteado en ocasiones anteriores, sino si la clase política le está dando importancia al menos, a los estudios más ambiciosos y transversales a nivel internacional que existen, a fin de tomar las medidas adecuadas.
Es un reconocido autor, conferenciante y experto en el comportamiento humano, siendo sin duda uno de los más reputados motivadores sobre nuestras acciones y conductas.
Es por ello que afirma cosas tales como “no confundir tomar malas decisiones con el destino”.
Es por ello que asumir la responsabilidad es mucho más efectivo que querer o esperar el cambio, que para nuestro desánimo, seguro que además de insuficiente, nunca llega…o cuando lo hace, ya no es lo que estábamos esperando.
Su filosofía -que compartimos- se centra en la acción del hombre para cambiar su mundo personal y contribuir al cambio del otro mundo, ese mucho mayor que le rodea y en el que debe luchar y convivir.
Nos enfrentamos a un año difícil, pero seguramente mejor que el que acabamos de cerrar. 2020 terminará siendo un gran titular en los libros de historia dentro de pocos años, por lo que tenemos la obligación moral de hacer que 2021 sea la recta final y la salida de una larga pesadilla.
En esto estamos empeñados todos, gobiernos, instituciones organizaciones y ciudadanos.
Pero hay un aspecto esencial de nuestra naturaleza humana que nos hace quebrar la voluntad cuando parece que los infortunios han pasado a dominar nuestras vidas.
Siempre hay obstáculos en nuestro camino existencial, pero lo que no debemos hacer es convertirnos nosotros mismos en una de aquellas barreras que nos coartan la libertad y también la felicidad.
Influenciados por la presión social ante el Covid-19, aceptamos las normas, aunque muchas veces no las compartimos
El impacto sanitario (tanto desde el punto de vista médico como epidemiológico) nos está pasando factura psicológica (impacta en la psicología social) porque es evidente que ha tenido y seguirá teniendo durante unos meses una influencia en nuestros comportamientos sociales e individuales.
La sociedad ha cambiado en su conducta (no podía ser de otra manera) con la primordial finalidad de protegerse del contagio y las consecuencias que el Covid-19 puede traer para la salud, cuando no la muerte.
Si en momentos considerados normales nos respaldamos siempre en la doctrina que corresponde a cada campo del conocimiento, qué decir cuando vivimos una época tan extraordinariamente excepcional como la que nos ha impuesto el Covid-19.
Justamente estoy más que nunca proclive a compartir doctrina con mis lectores/as, caso de la contribución que hoy hacemos sobre la salud y la felicidad.
Por ello he recurrido a tres personalidades que firman el trabajo que da título a mi blog de hoy: Paul Whiteley, Universidad de Essex, Harold D Clarke, Universidad de Texas en Dallas, Marianne Stewart, Universidad de Texas en Dallas.
La primera ministra neozelandesa y el presidente uruguayo son estereotipos de lo que las ciudadanías de sociedades modernas e informadas de cualquier país del orbe quisieran como máximos responsables de esos países. ¿Por qué será?
Como es habitual en este Blog, tratamos de reflejar los aspectos más actuales y hacemos lo posible, por destacar aquellos más relevantes, o al menos, que sirvan a mis lectores/as en la formación de opinión sobre aspectos que nos están preocupando en este momento como consecuencia de la pandemia.
Estamos acostumbrados a referirnos a España con ese tópico tan frecuente de que “Spain is different”.
Sin duda lo somos, para lo bueno y lo malo. Pero a fuerza de buscar homólogos en el panorama internacional, Japón no se queda atrás en eso de marcar las diferencias. Y por lo que vamos a ver a continuación, diríamos que nos saca una leve ventaja.
A pesar de reaccionar tarde a sus vecinos asiáticos, Japón ha resistido bien la epidemia de coronavirus.
| Alumnos en una escuela de Osaka en agosto de 2020 |
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