Dos gigantes de la comunicación, G+J y Bertlesmann, acaban de vender la mitad de Pubbles, su kiosko digital, a la muy católica cadena de librerías Weltbild. Es asunto no ha despertado mucho interés en la prensa española ni tampoco la del resto del continente, a pesar de la entidad de los actores en juego. Este olvido habrá que explicarlo por el periodo estival, porque tal como están los periódicos de medio mundo, lo relativo a la comercialización de contenidos en Internet es piedra de toque.
El caso es que los editores de prensa más importantes de Alemania (y, si me apuran, de Europa) se han animado a abrir su experimento digital al mundo del libro. Y lo hacen de la mano del que afirma ser el segundo vendedor de libros en Internet tras Amazon y bestia negra de los pequeños libreros debido a su incisiva política de precios. De hecho, la gran editora y distribuidora juega la carta de las marcas blancas con diversos socios entre los que está el diario Bild, con el que ha lanzado una línea de libros de bajo coste de temática muy diversa.
Abrir las puertas del kiosko digital a Weltbild tiene su lógica. No sólo porque los impulsores de Pubbles recuperan parte de la inversión antes del año de su puesta en marcha, sino porque esperan que el nuevo socio incremente el tráfico hacia el kiosko. No en vano, más de cinco millones de usuarios visitan la librería virtual que da apoyo a una red de 300 tiendas físicas. La aportación de Weltbild, por tanto, no se centrará en incrementar el catálogo (con más 40.000 títulos, los responsables de Pubbles consideran este capítulo suficientemente provisto), sino en incrementar la popularidad y, sobre todo, el interés de otros editores de prensa por estar en esta plataforma, que cuenta desde su nacimiento con el apoyo de editores de prensa escrita como Zeit, Handelsblatt, IDG, Jahr Top Special, Computec, y Ulm.
Las empresas españolas bien podrían tomar ejemplo de G+J y Bertelsmann, pues las estrategias de comercialización de la prensa escrita y los libros van por separado. La delicada situación del sector editorial merece una respuesta conjunta a problemas que son comunes a muchos actores de esta actividad. Esperemos que esta falta de unidad sólo se deba a la juventud de iniciativas como Orbyt y Kioskoymas, aunque los alemanes hayan demostrado que la juventud no está reñida con la buena planificación. La “cuadriculación” teutona no es, en absoluto, tan mala como la pintan.
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