El desteñido Donald Trump, en su segundo mandato, se comporta como el matón del colegio al que nadie le para los pies. Apenas algún juez pone trabas a los disparates enloquecidos del presidente. Es hora de empezar a hacerlo: la comunidad internacional debe encabezar ese trabajo, aunque solo sea por agradecimiento al desembarco de Normandía, que nos libró de la demencia nazi.
Son muchos los corifeos del presidente, no tanto por convicción sino por interés. Saben que el mandatario está loco, pero es “su loco”, como dijeron en su día de Anastasio Somoza altos funcionarios de Washington. Detrás de ellos hay un siniestro esquema de dominación por la tecnología y el dinero.
El vicepresidente de EEUU, J.D.Vance, se ha comportado en la Conferencia de Seguridad de Múnich con la inaceptable chulería de quien cuestiona las democracias europeas, como ha dicho el ministro de Defensa alemán. Vance se olvidó mencionar que su jefe alentó el asalto al Congreso de los EEUU. Hasta aquí hemos llegado.
El americano dice que hay que escuchar las voces del pueblo. Van a escuchar las nuestras. Europa está en las antípodas del soterrado totalitarismo de los tecnofascistas americanos. Enarbolemos las banderas de la protesta y la revuelta, como en los mejores tiempos en París.
No nos vamos a poner los cuernos ni las capas de bisonte, nosotros descartamos la estúpida violencia. En vez de palos y piedras, usaremos los tomates, la pintura roja, los abucheos a sus políticos, las manifestaciones multitudinarias festivas frente sus embajadas y consulados. No hay dialogo con el matón del colegio. El muro que quiere construir Trump en su frontera sur nosotros lo haremos en el patio del colegio libre de matones.