“El País” no está para fiestas

El diario de Prisa acaba de publicar nada menos que una doble página echando las campanas al vuelo porque ha alcanzado los 400.000 suscriptores, de los que 392.000 son suscriptores digitales. El velado intento de equiparar la actual difusión con la que alcanzó en sus momentos de gloria vendiendo ejemplares de papel sería un tanto ingenuo sino no fuera patético.

El diario que dirige una buena profesional como Pepa Bueno está atado a su éxito histórico. Es una buena y ponzoñosa trampa que nos ilustra del papel menguante de los medios de comunicación a la hora de representar un papel clave en las sociedades democráticas, asediadas muy gravemente desde distintos frentes, especialmente ahora, que acaba de tomar posesión como presidente de la primera potencia del planeta un sujeto que hace gala de desprecio hacia la información como imprescindible baluarte para que la gente tome decisiones bien fundamentadas.

Los medios de información de calidad son más imprescindibles que nunca, pero me temo que no vamos por el buen camino. Los periodistas que sentimos y respetamos esta maltrecha profesión tenemos el deber de expresarnos alto y claro, más allá de consideraciones mercantilistas.

Solo un dato para ilustrar la debacle: Prisa, la editora de “El País”, salió a bolsa el 28 de junio de 2000 de 20,80 euros por acción. La capitalización de la compañía era entonces de 4.550 millones de euros y aún se revalorizó ligeramente en sesiones posteriores. En los últimos tiempos ronda los 0,30 euros por acción. Ha perdido el 98% de su valor desde la salida a bolsa. El primer diario de este país no vale casi nada, está en la ruina desde hace tiempo. Además, su deuda a septiembre pasado ascendía a 870 millones de euros, impagable si no venden algunos activos importantes, dicho sea, sin señalar.

Pero es que la prensa durante más de medio siglo en los países industrializados fue un muy buen negocio, con rendimientos en torno al 40% anual, con una enorme influencia en el público y en los gobiernos. La capacidad de influencia tal vez sea un peligroso factor de distorsión y ceguera.

Los 400 periodistas que se ganan la vida en esa redacción y otras muchas, a diferencia de los Buendía, merecen una segunda oportunidad sobre la Tierra.