Justo cuando medio mundo se dispone a ir a las urnas, se está produciendo una revolución silenciosa en la forma en que la gente se informa en fuentes fiables, sin que haya nadie encabezando estas innovaciones de gran calado en un mundo convulso. Facebook cumplió 20 años en 4 de febrero pasado, con un valor en bolsa de 1,2 billones de dólares. Pero en viento en popa que ha catapultado a un estudiante de Harvard en multimillonario por carambola puede estar rolando hacia nuevos horizontes.
Harían bien los políticos en permanecer muy atentos a los fulgurantes cambios en las formas en las que discurre la información (y la desinformación) en este año crucial de 2024. Desde Trump a Putin y a Narendra Modi. La publicación más influyente del mundo, “The Economist”, ha acertado sin duda en una de sus últimas portadas analizando el fenómeno, con el título “The end of the social network”.
“Todo esplendor lleva en sí el germen de su decadencia”, decía Arnold J. Toynbee. No se lo debe creer mucho aún Zuckerberg cuando cuenta aún con más de 3.000 millones de usuarios, la número uno global y el exponente de las redes sociales que han cambiado la forma en que se comunican los humanos. Siempre he pensado que tenía razón el especialista español de innovación, Enrique Dans, que lleva años criticando acerbamente al fundador y primer ejecutivo de Facebook, quien, en su opinión, ha contribuido de manera destacada al desastre de la desinformación y la contaminación de las opiniones públicas en el mundo.
El giro es muy significativo, como ha captado la prestigiosa publicación fundado por un escocés que hoy es la más influyente del globo. Tal vez, entre otras cosas, porque es la antítesis de Facebook, con casi todas sus informaciones sin firmar. Tiene nada menos que 1,6 millones de suscriptores, 700.000 impresos y 900.000 digitales. ¿Quién dijo que el papel no tenía futuro? El grupo Pearson lo vendió no hace mucho por 547 millones de euros a un grupo liderado por las familias Agnelli y Rothschild, tras triplicar su valor en solo seis años. El buen periodismo de análisis es más valioso que nunca para distinguir en la niebla lo esencial de un globo en fulgurante cambio. Axel Springer, que intentó comprarlo, reconoce que hoy no se vendría por menos de 1.000 millones de libras (más de 1.166 millones de euros). Dicen que uno de cada tres lectores es millonario. Pero la suscripción no es inaccesible, solo son 127 dólares, hasta un modesto periodista se la puede permitir. ¿Publica grandes historias exclusivas? Pues no, pero proporciona una visión del mundo muy equilibrada, esencial no solo para los negocios y las empresas sino para lograr una visión, una perspectiva. Y por cierto, su empleo de la Inteligencia Artificial Generativa por parte de la redacción es notablemente prudente, aunque su información sobre ciencia y tecnología es sin duda excelente.
Información relevante
¿Hacia dónde se mueve la información relevante? Hay un creciente divorcio entre la información como entretenimiento y la que aún llena la conversación pública. “El debate se está trasladando a plataformas cerradas, como WhatsApp y Telegram”, dice “The Economist”. El sensacionalismo y la crispación está de capa caída, que tomen nota los políticos y sus corifeos. Las llamadas “cámaras de eco” se están reinventando. Los grupos en torno a las 200.000 personas se retroalimentan con éxito. Los “Influencers” con millones de ciegos seguidores esconden muchas falacias. Pero aún estamos al principio, hay una desproporción flagrante de actores masculinos, generalmente en los extremos de derechas e izquierdas. Tal vez sea una enfermedad infantil de los nuevos tiempos.
Los editores de medios informativos tienen una apasionante tarea por delante. Quien acierte, se lleva la chica y a la banca.
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