El Copyright, simbolizado en una C en un círculo y la leyenda “Todos los derechos reservados”, implica que solo el autor puede utilizar, modificar y distribuir su contenido. Es imprescindible la autorización expresa del autor y, en muchos casos, el pago por uso.
Posteriormente ha surgido el Copyleft, que ofrece la posibilidad de usar, copiar y distribuir una obra, simplemente reconociendo su autoría. A partir de ahí han ido surgiendo todo tipo de licencias. Una de las más famosas en Creative Commons.
Las empresas de IA suelen argumentar que su modelo no infringe las leyes de derechos de autor porque transforman la obra original, por lo que se consideran de uso justo, al menos según la legislación norteamericana. El Tribunal Supremo de los EEUU emitió el llamado dictamen Warhol, que ofrece un resquicio para argumentar que la IA está transformando las obras originales y pueden acogerse a la exención por uso leal. Aún no existe un consenso claro.
El tema es muy importante para, por ejemplo, el trabajo periodístico y los medios de comunicación, que tienen muy debilitados sus modelos de negocio en la sociedad digital. Pretenden que las plataformas de IA paguen un canon por el uso de los contenidos periodístico que usan. Parece bastante razonable, pero, al menos en mi opinión y en la de otros editores y periodistas, ignoran las tendencias de fondo de la sociedad digital. Una regla que se abre paso es la evidencia de que todo salto tecnológico es imparable por su propia naturaleza y es inútil intentar ponerle trabas y límites, como quisieron llevar a cabo hace siglos los luditas con los telares.
La Inteligencia Artificial generativa representa, al menos en potencia, una discontinuidad radical con el pasado. Es imprescindible reinventar de arriba abajo los modelos de negocio.
En su brillante libro “Lo inevitable”, Kevin Kelly traza las doce fuerzas tecnológicas que configurarán nuestro futuro, Esas fuerzas son trayectorias, no destinos. No ofrecen predicciones. Solo nos dicen que en el futuro próximo nos encaminaremos hacia esas direcciones. Una de ellas es ACCEDIENDO. La propiedad deja de ser tan importante como lo fue en su día. Por ejemplo, la capacidad y el derecho de mejorar, personalizar o apropiarse de lo que se comparte serán temas claves. Algunos lo llaman “economía compartida”, otros “socialismo digital”. El creciente sector del código abierto tiene trabajando a unas 800.000 personas. Más de mil millones de personas pasan una buena parte de su día creando contenidos gratis. Wikipedia es un ejemplo de gran éxito de producción mediante colaboración. Pronto, podremos llevar en el bolsillo lo que Kelly llama la Biblioteca de Todas las Cosas. Todo el saber humano compartido y libre.
Los medios de comunicación no deben basar su incierto futuro en modelos periclitados, en su número de usuarios, en los distintos tipos de publicidad. Una línea de trabajo, en absoluto la única, son los DATOS. Recopilar y sistematizar todos los datos que genera una publicación, su historia, su sector, para luego emplear ese rico capital y ofrecerlo como elemento de marketing, puede ser muy remunerativo. El sector editorial adolece de cierto isomorfismo, como suele suceder cuando hay un salto tecnológico. Es hora de lanzarse al futuro. O más bien, al presente.