Todas las situaciones que vivimos en el mundo (sociales, medioambientales, económicas, políticas, etc.) son creación de nuestra especie. Los únicos responsables. De ahí que hay que hacer un gran esfuerzo por encaminar cada día y dedicarnos con esmero y responsabilidad a nuestras tareas diarias. Y esto es lo que hace el 99% de la población mundial, porque siempre dejo de lado a ese 1% de responsables directos por su incapacidad de liderazgo político y económico, para que sigamos sufriendo guerras, pobreza, desigualdad, injusticia y todo tipo de calamidades que padecen no menos de 2.500 millones de habitantes de los 8.000 que somos en 2023 repartidos en los 5 continentes.
Quiero alertar que la consciencia, como muy bien lo dice Boris Kotchoubey del “Institute of Medical Psychology and Behavioral Neurobiology, University of Tübingen, Tübingen, Germany” (Instituto de Psicología Médica y Comportamiento Neurobiológico, de la Universidad de Tübingen, Alemania), “la conciencia no es un proceso en el cerebro, sino un tipo de comportamiento que, por supuesto, es controlado por el cerebro como cualquier otro comportamiento”.
Por supuesto que amplía esta explicación para hacerla más comprensible al público profano en esta terminología, agregando que: “la conciencia humana emerge en la interfaz entre tres componentes del comportamiento animal: la comunicación, el juego y el uso de herramientas. Estos tres componentes interactúan sobre la base del control conductual anticipatorio, que es común a todas las formas complejas de vida animal”
Fijaros lo que destaca: la comunicación humana como diferente de cualquier otra forma de comunicación de los seres vivos que pueblan la tierra; el juego, como una capacidad intelectual muy destacada de nuestra conducta; las herramientas, o sea la capacidad de usarlas y desde ya, también de crearlas. Pero nos dice también que estos tres componentes “no distinguen exclusivamente a nuestros parientes cercanos, es decir, los primates, sino que se presentan ampliamente entre varias especies de mamíferos, aves e incluso cefalópodos; sin embargo, su combinación particular en humanos es única”.
Finalmente nos aclara que dicha interacción “entre la comunicación y el juego produce juegos simbólicos, sobre todo el lenguaje; la interacción entre símbolos y herramientas da como resultado la praxis humana”. Lo que hemos explicado en más de una ocasión desde esta tribuna, que la praxeología es una metodología que busca estudiar una estructura lógica de la acción humana consciente, y que el término “Praxeología” se usó por primera vez en 1608 por el filósofo, físico y teólogo Alemán Clemens Timpler (1563-1624) en su obra “Philosophiae practicae systema methodicum”, aunque su definición se acredita al pensador francés Alfred Espinas (1844-1922); pero lo más frecuente es que se le vincula en relación con la obra del economista austríaco Ludwig von Mises y sus seguidores de la Escuela austríaca.
Boris Kotchoubey sostiene que estas interactuaciones de elementos, dan lugar a un mecanismo que permite a una criatura, en lugar de realizar acciones de control abiertamente, desarrollar las opciones de comportamiento correspondientes en una "segunda realidad" de sistemas simbólicos fundamentados objetivamente (por medio de herramientas). Y que la conciencia humana se considera un fenómeno puramente natural (biológico).
¿Es el ser humano un ser consciente?
Los seres humanos son conscientes no sólo del mundo que les rodea, sino también de sí mismos: de sus actividades, de sus cuerpos y de sus vidas mentales.
¿Qué es la conciencia humana?
La conciencia en el plano del ser humano, es la conciencia individual de sus pensamientos, recuerdos, sentimientos, sensaciones y entornos únicos. Esencialmente, cuando nos referimos a tu conciencia, o tú estás tratando de comprender qué es tu ser consciente, lo que tienes que tener en cuenta es que tu conciencia de ti mismo y del mundo que te rodea es lo que en definitiva te da vida. Esta conciencia es subjetiva y única para ti.
Teorías de la Conciencia
Uno de los problemas del estudio de la conciencia es la falta de una definición operativa universalmente aceptada. Descartes propuso la idea de “cogito ergo sum” (Pienso, luego existo), que sugería que el mismo acto de pensar demuestra la realidad de la propia existencia y conciencia.
Hoy día, la conciencia se define generalmente como la conciencia de uno mismo y del mundo. Sin embargo, todavía hay debates sobre los diferentes aspectos de esta conciencia.
Muchas de las investigaciones sobre la conciencia se han centrado en comprender la neurociencia detrás de nuestras experiencias conscientes. Los científicos incluso han utilizado tecnología de escaneo cerebral para buscar neuronas específicas que podrían estar vinculadas a diferentes eventos conscientes.
Los investigadores modernos han propuesto dos teorías principales de la conciencia: la teoría de la información integrada y la teoría del espacio de trabajo global, que ambas las dejo para otra ocasión.
Vivir y consciencia
No voy a abordar hoy el fenómeno de las “Experiencias Cercanas a la Muerte (las conocidas como ECM’s), pero sí, qué significa vivir siendo consciente, y si podemos ser considerados seres vivos si no tenemos consciencia.
La consciencia, requiere comprender y asimilar las experiencias de vida, desde el mismo momento en que el homo sapiens y nuestros ancestros anteriores habíamos experimentado claramente la combinación de los tres elementos que señala Boris Kotchoubey: comunicación, juego y herramientas.
Si no se incorpora cada experiencia a nivel de nuestra consciencia, no somos considerados seres humanos. Aunque sí podríamos tener niveles inferiores de una consciencia, como lo que dice Boris Kotchoubey de los cefalópodos, pero de ninguna manera, puede compararse porque la nuestra, la consciencia humana es la única universal, que está directamente organizada como el propio universo. En el presente, las teorías más revolucionarias de la física teórica actual, nos van echando luz para comprender que todo el universo es una gigantesca red neuronal, casi con las mismas características de las que tenemos en nuestro cerebro.
La cuestión es que, a pesar del valor de la consciencia humana, que nos ha permitido logros científicos y tecnológicos únicos e irrepetibles por ninguna otra especie, pareciera que de los componentes que interactúan para darnos vida (o sea, consciencia), hay una evidente pérdida del sustrato moral y ético que la conforma. Las interactuaciones entre los elementos de comunicación, juego y herramientas, sucedan en cada persona en el orden que suceden (único e irrepetible proceso individual, por ser biológico y humano), pudiendo ser aleatorio o también re-direccionado.
Gracias a nuestra capacidad evolutiva y de innovación exponencial, se pueden ordenar aquellos elementos de manera no aleatoria y sí especulativa, dependiendo de una consciencia meramente operativa que responde a cuestiones de intereses de algunas partes de la sociedad (muy minoritarias). Pero la sociedad en su conjunto está huérfana de procesos de revisión (retroalimentación), especialmente en los ámbitos éticos y morales que deben ocupar nuestra existencia, que, si bien hay que actualizarlos porque las sociedades y sus aspectos culturales también evolucionan, el impacto negativo de la innovación y transformación de las sociedades, ha facilitado que prevalezca una conducta que también surge de nuestra actividad cerebral: la de dominar. Porque no se escatiman esfuerzos por ganar, vencer, a cualquier coste, sin importar la vida humana, y muchos menos, con la carencia absoluta especialmente de los líderes políticos, de una consciencia universal. Si así fuera, no estaríamos en guerra en el corazón de Europa.
Por ello, hay analistas que a riesgo de ser duramente criticados por catastrofistas o apocalípticos, lo que nos están diciendo, es que visto desde la óptica cuántica (subatómica), los movimientos que vamos haciendo como especie respecto de nuestro hábitat es literalmente, actuar como si no tuviésemos consciencia del peligro al que nos enfrentamos: riesgo de extinción de nuestra especie (primera consecuencia de la involución actual del planeta Tierra; riesgo de convertir la Tierra en un Venus, o sea, incompatible para la vida.
Por lo que vemos, la consciencia es incorporar experiencias que nos muestran como seres vivos. Pensamos y existimos porque la consciencia es alimentada por los actos de nuestra experiencia. Si los miles de experiencias humanas (por no decir millones) que se incorporan cada día a nuestras vidas en todas las naciones, nos hunden cada vez más y condicionan (hipotecan) las generaciones que nos suceden, tenemos que referirnos a que estamos vivos porque tenemos consciencia, aunque la que ejercemos y por la que nos movemos e interactuamos, esté en fase terminal, porque de esto se trata.
Una consciencia que expresa vida es forzosamente un planteo ético y moral respecto a nuestras acciones. Y creo, más bien sostengo, que estamos comprometidos como especie a un final apocalíptico, lo que sí es que no sabemos cuándo, aunque no se entusiasmen demasiado, porque les aseguro que el final está mucho más próximo de lo que podemos imaginar.
El despertar de la consciencia es justamente esto: frenar la desnaturalización de nuestra vida y especie porque estamos sufriendo una pérdida acelerada y continuada de miedo y respeto, al mismo tiempo que de reconocimiento, a que no puede hablarse de consciencia humana ni de derechos humanos si las experiencias que alimentan nuestra consciencia son de destrucción y muerte. De degradación medioambiental y humana por los 2.500 millones de personas que en el mundo no tienen agua potable, o porque la consciencia del Plan Millennium una y otra vez que se ha renovado, no ha sido capaz de cumplir los objetivos fijados por Naciones Unidas y que no se cumplirán nunca, menos cuando somos 8.000 millones de habitantes que supuestamente tienen derecho a vivir, pero que errores tremendos e imperdonables en el liderazgo político y económico mundial, les han condenado para el resto de años que les toque vivir.
Ellos son conscientes, pero no viven, Porque no es vivir sin dignidad un producto de la consciencia, sino un resultado de la avaricia de unos pocos, que también viven, que creen que tienen consciencia, pero en rigor no la tienen.