Se revelaba un signo inesperado del potencial de liderazgo: la tendencia a sentirse culpable. “Las personas propensas a la culpa tienden a tener un fuerte sentido de responsabilidad hacia los demás, y esa responsabilidad hace que otras personas los vean como líderes”, esto es lo que afirmaba Becky Schaumberg, candidata a doctorado en comportamiento organizacional que realizó la investigación con Francis Flynn, que ya por entonces era el Paul E. Profesor Holden de Comportamiento Organizacional de la Standford Graduate School of Business. Las áreas de interés de sus investigaciones se centran en tres temas de áreas muy definidas: (1) cómo los empleados pueden desarrollar patrones saludables de cooperación; (2) cómo se puede mitigar el impacto negativo de los estereotipos raciales y de género en el lugar de trabajo; y (3) cómo las personas pueden emerger como líderes y asumir posiciones de poder en las organizaciones. Su trabajo une los campos de la gestión y la psicología social, lo que lleva a conocimientos académicos y prácticos sobre la vida organizacional.
Pero en la fecha en que hizo su investigación Schaumberg y Flynn, reclutaron grupos de cuatro o cinco voluntarios para la investigación y les aplicaron una prueba de personalidad en línea que midió rasgos que incluían la propensión a la culpa, la propensión a la vergüenza y la extraversión, entre otros. En cuanto a una persona que es extrovertida, se dice que es la condición de la persona que se distingue por su inclinación hacia el mundo exterior, por la facilidad para las relaciones sociales y por su carácter abierto.
Aunque la "culpa" y la "vergüenza" pueden parecer bastante similares para la mayoría de las personas, y ambas son respuestas negativas a saber que hiciste algo mal, los psicólogos reconocen una distinción crucial entre los dos: mientras que alguien que se siente culpable se siente mal por un error específico y quiere hacer las paces, una persona que se avergüenza de un error se siente mal consigo misma y se aleja del error.
Todos tienden a responder a los errores de acuerdo con uno u otro patrón, y al darles a las personas una prueba escrita que les pregunta cómo reaccionarían ante errores específicos, caso, por ejemplo, derramar vino en la alfombra color crema en la inauguración de la casa de un compañero de trabajo. En todo caso, los investigadores identificaron a los participantes como propensos a la culpa o por contrario, propensos a la vergüenza. Esa distinción hace toda la diferencia en quién es visto como líder, como lo reveló el resto de este estudio.
Después de dar a los participantes la prueba de personalidad, los investigadores pusieron a cada grupo en un laboratorio y, sin designar un líder, les dieron alrededor de una hora para realizar dos tareas grupales, que consistía en esbozar una campaña de marketing para un nuevo producto. Al final de las tareas, los participantes se calificaron entre sí según sus cualidades de liderazgo, por ejemplo, hacerse cargo de la tarea y liderar la conversación.
En todos los grupos evaluados, las personas que tenían más probabilidades de ser juzgadas por otros como líderes del grupo tendían a ser las mismas que habían obtenido la puntuación más alta en propensión a la culpa. No solo eso, sino que la propensión a la culpa predijo el liderazgo emergente incluso por encima de la categoría correspondiente a la extroversión, un conocido marcador de liderazgo.
Los atributos más comunes
Entre las características del líder efectivo se contabilizan una serie de cualidades, algunas de las cuales nos resultan más comunes, como que cualquier líder que se precie debe tenerlas, caso de tener unos conocimientos técnicos muy destacadas en alguna especialidad. ¿Quiere decir esto que si no las tiene no está en condiciones de sobresalir? ¡Para nada! Sabemos que hay líderes muy destacados que han sobresalido en el universo empresarial y que han carecido de especialización alguna, pero han contado con ese otro valor que es la capacidad de movilizar al personal mediante la transmisión de la visión que ellos tenían del negocio y el mercado.
No menos importante han sido siempre atributos como un nivel de competencia importante, por ejemplo, demostrado por líderes eficaces en cuestión financiera que les ha granjeado la fama de ser ignífugos a las crisis, sabiendo capear los temporales a los que se enfrentaban, con inteligencia, carisma y rapidez de respuesta ante los diferentes problemas y/o desafíos a los que se enfrentaban. Todo este bagaje les ayudaba en la toma de decisiones.
Lo que no se ha investigado tanto en el ámbito académico del liderazgo es lo que se conoce como sentimiento de culpa.
¿Es posible ser un buen líder motivado por la culpa?
Investigaciones más recientes, se llega a concluir que las personas con tendencia a la culpabilidad tienden a tener un fuerte sentido de responsabilidad y eso provoca que las demás personas en la organización los vean como líderes.
¿Qué es lo que hace que una persona tenga más propensión a ser líder?
Más allá de que el líder en cuestión sea efectivo o no en su gestión, puede ocurrir la concurrencia de varios factores para determinar la calidad de liderazgo que ejerce, entre ellos el sentimiento de culpa. Es una emoción que es fuerte y puede contribuir a que la persona absorba tareas, trabaje en exceso y abarque muchas responsabilidades buscando cumplir.
Es decir, todos sus actos y su forma de actuar refuerzan siempre su responsabilidad. En términos coloquiales, se quiere estar dando misa y repicando campanas. Es del todo imposible, pero hay líderes que no dejan de ser efectivos y exceden la media de funciones y responsabilidades de líderes medios de su posición.
¿Con qué se encontraron siempre los investigadores en este tipo de estudios? Que las personas que más tendencia tuvieron a la culpa, tenían mejores calificaciones de parte de sus jefes. Los estudios relacionados además mostraron que estaban también más comprometidos con sus organizaciones y eran vistos por sus pares como las mejores personas de los grupos para ejercer el liderazgo.
También es interesante ver por qué se daba esta situación y si es extrapolable fuera del ámbito del laboratorio de psicología organizacional. Se daba esta relación porque se trataba de personas que sentían mayor responsabilidad frente a los hechos que se les presentaban a los demás, y esto les lleva a que busquen proactivamente solucionar problemas o dar soluciones para evitar así sentirse culpables. Tiene relación con una fuerte auto-exigencia.
También aquí entra la inteligencia emocional, ya que, entre las cualidades esenciales de esta disciplina, está el análisis de la empatía y la importancia que tiene en el ejercicio del liderazgo. Digamos que es una orientación psicológica que le hace más propenso a ser un líder, lo que justamente al hacer como suya la responsabilidad por determinada actuación, asume también la culpa cuando sea necesario asumirla, ya que prevalece la importancia que, para este líder, por ejemplo, un jefe de equipo, tiene responsabilizarse y dar explicaciones y no trasladar dichas responsabilidades a los demás miembros, a pesar de ser sus subordinados.
¿Es bueno sentir culpa?
Como todo en la vida lo importante es la medida de las cosas, la prudencia y sentido común con las que actuamos y no llegar empujados por un sentimiento de culpa al tal extremo, que además de no ayudar, al que más perjudica es al propio líder, pues puede causarle problemas psicológicos. Caso concreto de que entre en un nivel de estrés muy fuerte, que no sería el primero de líderes importantes que tuvieron que tomarse un respiro, porque la tensión y responsabilidad que soportaban (incluido el sentimiento de culpa) les provocaba complicaciones en su estado anímico y también en la salud física.
No es imposible que estas complicaciones aparezcan, ya que una vez que uno se apega al bienestar de las personas que está supervisando, puede sentirse personalmente culpable, por ejemplo, haya que despedir personal, que en muchos casos para este tipo de personalidades llega a convertirse en una auténtica tortura psicológica tomar este tipo de decisiones.
Así un liderazgo motivado por la culpa no es lo que más abunda ni tampoco es lo más aconsejable. Este tipo de personalidad que tiene un profundo sentido de responsabilidad que le lleva a ese fuerte sentimiento de culpa, aunque no sea cierta (pero él así la siente), le está llevando a un acto consciente que va por partida doble: en primer lugar, donde se acepta la propia responsabilidad en los errores y aciertos; la segunda cuestión es la que necesariamente debe distinguir entre acciones y la persona que lleva la carga de la culpa, ya que si se recarga en demasía la culpa sobre la persona que está ejerciendo ese liderazgo, suele aparecer una culpabilidad neurótica, que va mucho más allá de la responsabilidad del sentimiento de culpa en el sentido que le estamos dando en nuestra aportación de hoy.
José Luis Zunni es director de ecofin.es y vicepresidente de FORO Ecofin. Director de ECOFIN Business School y coordinador de ECOFIN Management & Leadership. Director del Centro de Liderazgo de la EEN (Escuela Europea de Negocios) y coordinador académico de la Red e Latam del grupo media-tics.com. Miembro de la Junta Directiva de Governance2014. Conferenciante. Ponente de Seminarios de Liderazgo y Management de la EEN y coordinador del FORO DE MANAGEMENT Y NUEVA ECONOMÍA DE LA EEN. Autor de ‘Inteligencia Emocional para la Gestión. Un nuevo liderazgo empresarial’, coautor de ‘Liderar es sencillo. Management & Liderazgo’ y coautor con Ximo Salas de ‘Leader’s time (Tiempo del líder)’