Respecto de los desaciertos, para no volver a cometerlos. De los aciertos, para hacer un esfuerzo por contar con todos los recursos para que lo bueno que viene de atrás se proyecte mejor en el futuro. O sea, la mejora continua social.
Tampoco estamos muy convencidos que así se haga, o al menos reconociendo la cantidad de mejoras que tiene la modernidad y el progreso, lo que sí nos preocupa es la increíble desigualdad económica e injusticia social que por más objetivos que se fijen en las instituciones supranacionales más importantes, como Naciones Unidas, no se terminan de cumplir, por ejemplo, en erradicar la pobreza, las enfermedades, etc. El colmo pasa por advertir que 1.000 millones de personas no tienen agua potable en el mundo.
Vivimos abrumados por un día a día tan enigmático (grandes dosis de incertidumbre e inestabilidad que nos inyectan a diario) que no nos da tiempo (tampoco ganas) de apelar a la meditación, la reflexión, y especialmente el espíritu crítico que es una de las características (quizás la única más destacada de la inteligencia) que nos diferencia del resto de las especies, que toman decisiones (por ejemplo, si una leona caza en la sabana africana en horas de la madrugada y a orillas de ese río) basadas en el instinto, pero no en la racionalidad, porque no la poseen.
Nuestra especie homo sapiens justamente se adaptó a las adversidades del planeta durante 2,5 millones de años, porque su instinto en la base más ancestral de su cerebro, le hacía sobrevivir. Pero de no haber evolucionado el lóbulo frontal y el cortex cerebral que le dio la inteligencia que poseemos, ya no existiríamos. Se fue reinventando el hombre (hombres y mujeres) en base al simple proceso de prueba y error, que después de cientos de miles de años que conforman su historia, pasa a formar parte de su ADN y su genoma humano.
La inteligencia es un valor en sí mismo, que es intangible a la vista, aunque, subyace en las propias células cerebrales. La inteligencia de nuestra especie es la que construye la historia.
¿Cómo nos afecta psicológicamente reinventarnos una y otra vez?
Si no lo hacemos fracasamos porque el entorno no perdona. Es no solo cruel, sino injusto y muy agresivo. Pero si por contrario sí nos reinventamos, ¿cómo podemos estar seguros de que vamos en la dirección correcta?
Esta es la cuestión que más tinta ha derramado en miles de páginas de autores y tratadistas en diferentes campos de conocimiento. Pero de todos ellos, es más fácil comprender una ecuación matemática que explica el comportamiento de un mercado (en la teoría económica aplicada), que llegar a entender en un porcentaje de acierto importante cuáles son, por ejemplo, las expectativas que una persona tiene sobre su crecimiento y desarrollo personal en la organización en la que trabaja. Esa diferencia entre un conocimiento social y económico frente a un sentimiento personal que relaciona a una persona con su entorno laboral, es una brecha tan grande e inalcanzable, como incomprensible es que a esta altura la clase política en todo el mundo no se haya esforzado más por comprender estas cuestiones: las acciones humanas, las necesidades humanas, los deseos y esperanzas de hombres y mujeres que siguen estando sometidos a una evolución social y económica dominada por lo tecnológico.
Pero las personas que entienden esta gran diferencia que cuesta tanto reducir, tienen el privilegio de comprender que es difícil mantener nuestra ética y moral, la suma de principios que debe guiarnos, sin que se vean afectados. Una distancia entre nuestra readaptación humana continua a nuevas circunstancias aceleradamente cambiantes, frente a un entorno rabioso, alimentado por el egoísmo, el beneficio sin escrúpulos y por ser la antítesis a la acción antrópica (producido o modificado por la actividad humana).
Siguiendo el pensamiento de George Bernard Shaw con el cual titulamos nuestra aportación de hoy “La vida no se trata de encontrarte a ti mismo. La vida es sobre crearte a ti mismo”, instamos a nuestros lectores/as a hacer primero el esfuerzo intelectual de ver la dirección de ese camino que están siguiendo, si es el adecuado o no, cuáles son los sentimientos que les generan, reflexionando al respecto de ese cambio necesario o de persistir en la dirección en la que están comprometidos. Pero de lo intelectual deben pasar a la realidad de la aplicación de ese proceso de reinvención. Ni temer por fracasar en el intento, porque el camino de la vida es una sucesión de muchos fracasos y algunos éxitos (en términos generales), pero no hay que dejar a la ley de probabilidades de nuestra vida sin capacidad aleatoria (sin números). Nuestra apuesta por la vida es jugar no darnos por vencidos. La recreación y la reinvención son procesos humanos, por tanto, inteligentes, con dosis de riesgo y expuestos al entorno. Nuestra capacidad intelectual y nuestra gestión de las emociones pueden hacernos más o menos vulnerables a los cambios que se produzcan como consecuencia de estas recreaciones. ¡Pero qué vida sería si no tuviésemos que hacer nunca un cambio sustancial para enfrentar el futuro! No hablamos de aburrimiento, sino de dignidad. Esta es la diferencia que marca el carácter de una persona.