Personas que siempre están en la búsqueda de nuevos retos y persiguen sus objetivos con pasión y dedicación. El crecimiento proviene de tomar acciones directas para mejorar o alcanzar las metas. En las organizaciones, no deben ponerse obstáculos para ese crecimiento personal. El líder efectivo es el que sabe destacar ese potencial de crecimiento en determinadas personas de sus equipos, pero lo debe hacer sin olvidar de facilitar al resto de miembros las oportunidades también de acceder al crecimiento.
¿Por qué es importante el crecimiento personal para las organizaciones?
Cuando tenemos el impulso para mejorar el estado actual de nuestro bienestar, incluso felicidad, haremos lo que sea necesario para mejorar nuestras habilidades, lo que determinará un cambio seguro en nuestra conducta y especialmente en nuestros hábitos. Sin duda, esto impacta positivamente en nuestro entorno laboral, tareas y responsabilidades, pero muy especialmente aquellas personas que tiene personal a cargo. O sea, que saben que se están apoyando en sus equipos para lograr objetivos, pero él éxito y crecimiento personal dependerá también de la medida de crecimiento individual de cada uno de los miembros. Esto es parte ineludible de la dirección de personas y la búsqueda de resultados óptimos para equipos, departamentos y organización en su conjunto.
Las personas que tienen el potencial de experimentar más felicidad y buen nivel de satisfacción de la que jamás pensaron que era posible, se les crea un sentimiento de confianza que es el que termina respaldando su crecimiento y éxito continuos, lo que crea una espiral o crecimiento ascendente.
Si las personas toman consciencia de que la felicidad surge en parte de un conjunto de habilidades, pero también está influenciada por su entorno, sin duda, en la medida que desarrollen sus habilidades para pensar en positivo, ser conscientes y cultivar la resiliencia, es probable que sean más felices, más seguras y más confiadas que si no desarrollaran estas habilidades.
Los procesos de mejora continua
Cada vez que nos referimos en las organizaciones a los procesos de mejora continua, olvidamos con frecuencia que también existe una metodología aplicable a las personas. Es decir, los mismos mecanismos para mejorar el desarrollo personal son los que debemos aplicar para logar estándares más elevados de salud (física y mental) y bienestar. Por tanto, debemos comprender que el autodesarrollo puede definirse como un proceso constante de mejorarnos a nosotros mismos.
Esto incluye trabajar con un claro propósito en nuestra vida y en nuestra contribución al equipo y también empresa de la que formamos parte, porque también tanto equipo como empresa tienen un propósito. Cuando somos conscientes de que encontramos divergencias entre unos propósitos (los nuestros) y los de los demás (compañeros de trabajo, liderazgo de la organización, etc.), entonces se abren brechas en las relaciones interpersonales que son muy difíciles –no imposibles- de gestionar.
En todo momento el bienestar no corresponde solo al ámbito físico, sino también a nuestro bienestar mental, emocional y social. El autodesarrollo es lo que nos permite alcanzar nuevos niveles de felicidad y bienestar, allanándonos el camino a un bienestar razonable y también a un nivel de satisfacción aceptable.
Lo que debe quedar claro es que cuando nos referimos a estos procesos de desarrollo personal (abarca nuestro plano más íntimo y por supuesto el laboral) estamos haciendo hincapié en que estamos dirigiendo el esfuerzo hacia una transformación de partes de nuestra vida con la finalidad de mejorar tanto el estado físico, como el intelectual, o el espiritual, pero muy especialmente en los planos emocionales y sociales.
No vamos a decir que “no menos importante” son los ámbitos emocionales y sociales, porque en realidad, son los más importantes en cuanto al condicionamiento que pueden hacer sobre nuestro bienestar global. Eso que llamamos “sentirse bien”.
Muchas personas cuando llegan a un punto de decisión de crecimiento personal es debido a que ha habido previamente un suceso crítico o traumático, sea en el plano personal o profesional, aunque no necesariamente se debe a una cuestión en la que la adversidad ha generado el punto de inflexión. Puede ocurrir que simplemente esas personas que no sufrieron ningún revés, llegaron a la conclusión con el tiempo que necesitan ciertas mejoras para sus vidas, pero que además las consideran necesarias.
Cuando se entra en el terreno de los hábitos
Cuántas veces se escucha la expresión que “debes ser la mejor versión de ti mismo”, lo que implica una exigencia que debemos imponernos. Generalmente se asocia a nuestro nivel de competencia profesional para hacer lo que sabemos hacer. Pero pocas veces se mira desde el ángulo estrictamente de la mejora del bienestar como elemento íntimo, que afecta solo a quién produce dicha mejora. Pero sucede que el bienestar general es la acumulación de todos nuestros hábitos diarios que conducen a nuestro estado físico y estabilidad en todas las áreas de nuestra vida. Así sin más.
Por tanto, son muchas las maneras en las que el crecimiento personal puede contribuir al bienestar general de una persona. Porque todos, en algún momento hemos sentido un nivel de insatisfacción con la vida de la manera en que la estamos llevando, lo que nos produce ansiedad y angustia. Justamente es en estos momentos en los que tenemos que recurrir al desarrollo personal como método para poder hacer cambios en nuestra vida, lo que hace que cambiemos la dirección o al menos hagamos los esfuerzos para que veamos que estamos dando un giro al camino que veníamos recorriendo, y esto siempre, en más del 90% de las circunstancias depende de la modificación que hagamos sobre nuestros hábitos y comportamientos.
La mejora de nuestra autoconsciencia
Cuando trabajamos seriamente el desarrollo personal nos facilita tomar consciencia de todas las situaciones, e incluso, nos damos cuenta con la debida ejercitación, que existían cosas de las que no éramos suficientemente conscientes y gracias a este desarrollo las detectamos, podemos focalizarlas adecuadamente y aplicar medidas correctivas. Nada se puede mejorar si no se tiene consciencia sobre lo que debemos actuar.
Esto nos lleva necesariamente a hacer un diagnóstico de nuestra vida, de cómo la estamos viendo, dónde creemos que estamos cometiendo errores o sencillamente en qué debemos hacer algunos ajustes. No se trata de buscar siempre el error, sino de que lo que hemos estado haciendo podemos hacerlo de otra manera.
No solo es cuestión de la productividad del trabajo, sino de la actitud del por qué lo hacemos, el propósito integrador de nuestra voluntad colaboracionista con otros miembros del equipo, nuestro espíritu de compromiso de alinearnos con la dirección, etc. De ahí, que este proceso nos exige un alto nivel de autoconsciencia y concentrarnos sin excepciones en los procesos de mejora para lo cual, el crecimiento y desarrollo personal son nuestro tránsito hacia el objetivo primero y último del bienestar personal.
Incluso, aunque una tarea en la que estamos trabajando con el resto del equipo, o se ha demorado por razones externas ajenas a nuestra responsabilidad, o porque nos hemos equivocado en una valoración que nos ha obligado a repetir el proceso, tenemos que revisar con espíritu crítico lo acontecido. Eso sí, con una filosofía de mejora para que dicha situación no nos agobie más que unos minutos y debemos estar listos para reanudar la misión que nos habíamos impuesto, pensando en que con la toma de consciencia que hemos hecho ahora no vamos a equivocarnos.
Al ser más conscientes de nuestros hábitos, así como de nuestros puntos fuertes y débiles, podremos redirigir nuestras acciones a objetivos mejor planificados y a una asignación de recursos más acorde con la realidad a la que nos enfrentamos. O sea, que el proceso que parece ser eminentemente empresarial, de un departamento y/o equipo, termina siendo estrictamente personal.
¿A qué se debe? Se trata de que ha habido en las personas que están abordando la tarea, una toma de gran consciencia sobre las consecuencias de cualquier error, desvío, etc. que no solo afectará la productividad de ese equipo y por supuesto de la organización, sino que también será un input negativo que afectará la personalidad individual y también de equipo. Aparecerá el síndrome del fracaso (habitual y humano) que todo buen líder debe ayudar a neutralizar y a hacer comprender que el re-direccionar el sentido y rumbo es una clara mejora y triunfo individual, que se beneficiará cada persona y la empresa en su conjunto. Pero que, además, esa percepción de un crecimiento personal positivo que se ha producido, ya que se han enfrentado a una adversidad o a un reto, y superándolo de manera eficaz, han logrado también la mejora personal como marca de cada uno y demostración que el propósito que cada persona se había fijado se está reflejando en el logro colectivo. Así también como en la mejora individual, el logro para la organización es la mayor productividad; para las personas es el bienestar personal. El liderazgo efectivo enseña a que uno no puede subsistir sin el otro.
José Luis Zunni es director de ecofin.es y vicepresidente de FORO Ecofin. Director de ECOFIN Business School y coordinador de ECOFIN Management & Leadership. Director del Centro de Liderazgo de la EEN (Escuela Europea de Negocios) y coordinador académico de la Red e Latam del grupo media-tics.com. Miembro de la Junta Directiva de Governance2014. Conferenciante. Ponente de Seminarios de Liderazgo y Management de la EEN y coordinador del FORO DE MANAGEMENT Y NUEVA ECONOMÍA DE LA EEN. Autor de ‘Inteligencia Emocional para la Gestión. Un nuevo liderazgo empresarial’, coautor de ‘Liderar es sencillo. Management & Liderazgo’ y coautor con Ximo Salas de ‘Leader’s time (Tiempo del líder)’