Y permítanme mis distinguidos lectores/as que haga un recordatorio de Friedrich Wilhelm Nietzsche (1844) que fue un filósofo, poeta, músico y filólogo alemán del siglo XIX, considerado una de las personalidades más importantes de la filosofía occidental, cuya obra ha ejercido una profunda influencia tanto en la historia como en la cultura de Occidente, y que nos ha dejado algunos de los pensamientos más profundos sobre los sentimientos y las emociones.
Los seres humanos somos un cúmulo infinito de sentimientos y emociones que son en definitiva los que van configurando la personalidad a lo largo de nuestra vida. Las que nos hacen sentir bien o por contrario, nos producen angustia, malestar, disconformidad, insatisfacción, inseguridad, etc.
A lo largo de estos años de vida de este Blog, hemos abordado desde diferentes ángulos las emociones y muy especialmente hemos dedicado mucho tiempo y espacio a la felicidad, la alegría, el sentirse bien y todo lo que gira en torno al aspecto positivo de las emociones.
Por ello, he creído conveniente insistir en cómo mejorar la carga positiva de nuestros sentimientos porque sin duda, están siendo afectados de manera muy dura por este largo período que venimos soportando y luchando contra la pandemia.
Lo digan o no los gobiernos, la psicología individual y social ha sido impactada muy negativamente por el Covid-19.
Los que venimos trabajando hace años en la formación, especialmente orientada a la humanización de los recursos humanos y por ende las organizaciones, hemos centrado siempre nuestra visión en que una sociedad más justa y más humana es posible, pero hay que empezarla desde lo más simple, que son los sentimientos y las emociones de las personas.
Erradicar las emociones negativas
Son muchas las emociones negativas almacenadas en tu mente que sin duda terminan afectando la máquina de sentimientos que es el corazón. No lo decimos desde el punto de vista morfológico (una afección cardíaca, por ejemplo, aunque puede contribuir sustancialmente a provocarla o a agravarla), sino desde la consideración intangible, casi imposible de medir, que relacionan siempre esos sentimientos con nuestro espíritu, o sea, lo más profundo de los valores que poseemos. Y la negatividad, sin duda, los afecta y con frecuencia los lesiona de manera irreparable.
Además, hay muchos momentos en tu vida en los que tu persona más cercana, esa que está a tu lado y se supone que cuentas con ella en el día a día, al igual que ella cuenta contigo, termina hiriendo tus sentimientos porque tanto ella como tú han gestionado mal un problema surgido o simplemente, una discusión sin importancia en el origen, pero que se convirtió en una marea de reproches sobre cosas del pasado que ya pensabas que se habían superado.
Esto produce con más frecuencia de la que nos gustaría admitir, esos sentimientos tan nocivos para nuestro estado anímico, como es el sentirse perdido, solo y emocionalmente débil.
Y a veces (por no decir en una amplia mayoría de situaciones) todos esos sentimientos van en contra de tus decisiones (aquellas que tomas) y terminas activando un sentimiento de frustración, porque además de todo te sientes que has sido rechazado. De ahí que no debes debilitarte porque solo tú tienes el poder de controlarlo.
Nietzsche dice que “nadie puede construir para ti el puente sobre el que precisamente debes cruzar la corriente de la vida, nadie más que tú solo”, remarcando el “tú solo”, porque si no te ayudas a ti mismo ¡quién lo hará!
Cuando Nietzsche afirma que “hoy, como siempre, los hombres se dividen en dos grupos: esclavos y hombres libres. Quien no tenga dos tercios de su día para sí mismo, es un esclavo, sea lo que sea: un estadista, un hombre de negocios, un funcionario o un erudito”, nos muestra que su pensamiento es de aquellos que centran una idea como inevitable: sentirse libre o esclavo, o sea que para Nietzsche incluso en el más normal comportamiento de un hombre o mujer un día determinado, terminarán aflorando sentimientos de culpa de cómo lo ha gestionado ese día para ver en que categoría se auto-clasifica, si de libertad o esclavitud.
Sin duda es determinista, amante del blanco y el negro, no de las zonas grises, en que debemos operar la mayoría de nuestras acciones y pensamientos todos los días. Porque la vida es ese cúmulo de emociones para cada persona, que va calibrando situaciones más positivas y tratando de neutralizar las negativas, no para que todo se blanco, si no para huir del negro absoluto. De ahí que creer que nos movemos en zonas grises en el presente diario, no es escepticismo, sino puro realismo.
Nunca nos sale nada al 100% de lo planeado, hay ajustes, correcciones, etc. Hay niveles diversos de insatisfacción por lo hecho que tenemos que re-direccionar, o sea que volver a repetir, insistir, tratar de corregir para que esa negatividad se de vuelta y sea por fin algo positivo. El sentimiento de haber logrado lo que nos habíamos propuesto, aunque hayamos tenido que rectificar y arreglar los desvíos producidos entre lo acontecido y lo planificado.
Esta es ley de vida y siempre ocurre, por lo que no hay que darle tal cantidad (si es que puede cuantificarse) de negatividad que afecte el resto de nuestras acciones. Y lo que es peor, influirá en nuestro estado de ánimo, lo que es muy malo porque este sí va a condicionar todas nuestras nuevas acciones que tenemos que realizar, además de influir en los pensamientos que tengamos a continuación después de una experiencia negativa.
Y todos estos sentimientos nos hacen tener una visión del mundo en la que comprendamos que las mejores y más bellas cosas no se pueden ver ni oír, sino que se deben sentir con el corazón.
Cuando quieres buscar esa carga positiva que te empuje y te saque de ese agujero de depresión en el que has caído, hay cosas muy simples que puedes hacer, como revisar tus pensamientos, por ejemplo, como decía el gran sabio Lao Tse, que vivió alrededor del año 600 aC, al afirmar tres estados de ánimo habituales que se producen en las personas.
Con su habitual maestría sintáctica decía “si estás deprimido, estás viviendo en el pasado. Si estás ansioso, estás viviendo en el futuro. Si estás en paz, estás viviendo en el presente".
Pero ¿somos capaces de desmenuzar nuestro pensamiento con tanta claridad? ¡Desde ya que no! Al menos en esos momentos de tensión, de estrés y de inseguridad, como la que nos ha producido el Covid-19, en todos los estamentos sociales, a gobiernos y personas, a ricos y pobres. Nadie ha quedado exento del impacto de la pandemia, ni física ni moralmente.
Pero Lao Tse te dice que “si estás en paz estás viviendo en el presente”, es porque le da una tremenda importancia al sentimiento de alegría y felicidad que se produce cuando vemos que estamos vivos, trabajando, disfrutando a nuestra manera, relacionándonos con los demás, teniendo expectativas sobre el futuro pero sin que entremos en una ansiedad por alcanzar cosas que son inalcanzables o imposibles; del mismo modo que tratar de eludir esos pensamientos del pasado que nos vuelven una y otra vez, porque nos deprimen.
Porque no tenemos la fuerza moral suficiente (aunque queramos tenerla) para perdonarnos a nosotros mismos y aprender a vivir con el arrepentimiento. Si el futuro no nos trae angustia ni ansiedad ni miedo y tampoco el pasado nos consume o nos condena, es entonces el presente el que por el solo hecho de estar respirando nos hace merecer disfrutar de esa paz a la que Lao Tse se refería.