El fenómeno del coronavirus no escapa a esta tendencia desinformativa, a veces por exceso de información con el riesgo de que se cuelen “fake news”, otras como consecuencia de una prudencia y cautela exageradas, como si el género humano estuviese ya en el umbral del apocalipsis.
Ni una cosa ni la otra. Lo que no puede entenderse, es porque la ideología de un sistema estricto y rígido en lo político como el chino, pero liberal y capitalista en lo económico, no sea el primer interesado en aclarar la situación, con lujo de detalles.
Por aquello de “hazte fama y échate a dormir”, nunca mejor empleado el refranero español, porque si de algo puede presumir China (no es una virtud) es de la opacidad de la información cuando no la falta absoluta de la misma.
Mirado estrictamente en el plano cuantitativo, 1.500 muertos por el coronavirus es insignificante frente a los casi 100.000 contagiados. Menos importancia relativa aún si se tiene en cuenta la población china de 1.400 millones de habitantes.
Pero la comunicación mal intencionada o no, ha calado en las sociedades de todo el mundo, y al menos en la Occidental, nadie va a un restaurante chino, ni tampoco la gente quiere acercarse a los negocios regentados por chinos.
Como si el contagio estuviese en la propia nacionalidad. Es evidente, que una vez se termine de dominar esta pandemia (al menos en China lo es), el impacto psicológico a nivel mundial que ha producido costará mucho tiempo volver a revertir.
Que no se tenga miedo de viajar a China o de celebrar un Congreso como el “Mobile World Congress” en Barcelona, como es lo que ha sucedido y cuyo coste es un no ingreso de aproximadamente 500 millones de euros para Catalunya.
Según los expertos, al menos los que he escuchado y leído, probablemente el pico máximo que haga esta epidemia en China llegue en abril, con lo que se podría llegar a 200.000 contagiados y guardando la misma relación que se mantiene hasta hoy, entre 3.000 y 4.000 fallecidos.
Los datos en Europa están siendo dados de manera precisa y tampoco deben desatar una crisis de ansiedad.
Pero hay otro ángulo desde el cual analizar la situación: ¿existe de verdad un complot para castigar a los chinos? En caso de ser así, ¿cuál sería la razón por la que todo se les ha puesto en contra?
¡Envidia…pues claro que sí! Occidente está mirando casi con miedo el avance científico y tecnológico que China viene haciendo en los últimos años. Podríamos hablar de saltos exponenciales en meses, caso del vehículo que en junio depositarán en el planeta Marte. No hay que olvidar que fueron los primeros en posar una nave en la cara oculta de la luna.
Tampoco debemos olvidar la guerra comercial entre Estados Unidos y China que ha adquirido ribetes que hace años no tenía, con esta administración Trump.
¿No recuerdan el caso Huawei de telefonía? Hace pocos meses se difundió una información que resultó ser falsa, por la cual los teléfonos de esta marca no iban a seguir contando con el buscador Google.
Lógicamente, el avance en el 5G que China iba a presentar en Barcelona iba a poner en evidencia a los creadores y diseñadores occidentales, que no sólo en la cantidad de teléfonos que se fabrican en China (el 75% del parqué mundial) sino en cuanto a la calidad de los avances tecnológicos que supone cada nuevo modelo.
Se habla también de que los laboratorios punteros en biotecnología en el mundo están en muy pocas manos: Estados Unidos, Rusia y China.
A tal punto es sensible esta información, que los rusos se están quejando de que los americanos han instalado algún laboratorio con esta biotecnología, muy cerca de sus fronteras. Lo que no nos debería extrañar, si esto lo miramos desde el punto de vista de la inteligencia y defensa, ámbito en el cual la guerra bacteriológica es vital. O sea, la paradoja terrible es, que el que domine este campo puede destruir al otro u otros enemigos, pero al mismo tiempo aniquilar la especie humana.
De ahí todo el sigilo que se está teniendo con el caso del coronavirus, porque según algunas fuentes (bastante próximas a una verisimilitud que nos indica la lógica), podría deberse la situación producida en China a un escape o pérdida bacteriológica de uno de estos laboratorios, y justamente cuya localización es en la provincia de Wuhan, dónde se ha generado el epicentro de la epidemia. Téngase en cuenta que sólo esta provincia china tiene 11 millones de habitantes.
O sea, que si no se esmeran a fondo, cosa que sí parece que se está haciendo, el problema podría dispararse. Pero volvemos a insistir, que dentro de la gravedad, está controlado.
Pensemos que la neumonía, según datos del INE, causa unas 10.000 muertes al año en España y unos 120.000 ingresos en hospitales. O sea, que por simple comparación, vemos la gravedad de algo en lo que no se nos ocurre pensar.
Por esto mismo, estoy con aquellas opiniones autorizadas que he escuchado y leído (insisto) en que hay un “cisne negro” en esta historia.
Que el coronavirus, no necesariamente tiene que ser un complot mundial contra China. De ninguna manera. Pero sí puede ser la respuesta a una guerra comercial que Occidente estaba perdiendo y que por dónde se lo mire, cuesta creer que una bacteria de este tipo se escape solita cuando en el ámbito de la biotecnología se está trabajando con unos protocolos de seguridad casi más severos que en los de energía nuclear.
No vamos a ganar nada aislando a los chinos. Seguro que, superado el mal momento, volverán con más fuerza. De esto no cabe duda.
Una vez alguien me dijo en plena guerra fría: “los rusos no le temen a Estados Unidos…le temen a los chinos…que es el único país del mundo que puede armar un ejército de 10 millones de hombres”.
Hoy en día tampoco se necesita esta cantidad, porque la tecnología predomina y se necesitan muchos menos. Pero da para pensar.
Respetémonos los unos a los otros, seamos creíbles en la comunicación diciendo la verdad y no castiguemos a un pueblo milenario con una falsa reacción psicosocial de aislamiento que no beneficiará ni a Occidente ni al género humano.