La película de Martin Scorsese es considerada unánimemente por la crítica como una de las más importantes joyas del cine de todos los tiempos. Ambientada en Nueva York poco después de que terminara la Guerra del Vietnam, refleja mucho más que la vida de un ex -combatiente de esa guerra, noctámbulo, emocionalmente inestable y violento. Es un canto a la soledad forzada en la que viven millones de personas en las grandes urbes.
¿Por qué he elegido esta secuencia y de este filme? ¿Por qué cuando falta tan poco para la Navidad?
Porque si bien aquella Guerra de Vietnam ya nos resulta lejana y casi olvidada, la misma escena es la que se podría repetir una y otra vez en las grandes metrópolis del siglo XXI, en las que la abundancia de soledad, exclusión, injusticia social y desigualdad campan a sus anchas.
La soledad forzada de los mayores
Benjamín Disraeli (1804-1881) fue un político y escritor británico que ejerció dos veces como primer ministro. Una vez dijo: “existen tres tipos de mentiras…la mentira grande…la pequeña…y la estadística”. Porque sabemos cómo se miente y se manipula con ella.
Pero los datos que hoy tenemos delante y nos lo están recordando en los últimos días por televisión, es que realmente la estadística cierta de los mayores que están en soledad es demasiado grande.
En España hay cerca de 4,7 millones de hogares unipersonales, 2 millones de los cuales (el 42 %) lo conforman personas mayores de 65 años.
A su vez, las mujeres de edad avanzada que viven solas, es significativamente superior a la de hombres: 1,4 millones frente a 0,6 millones, lo que tiene directa relación con su esperanza de vida.
La soledad puede ser agradable o puede ser un factor destructivo. Porque las personas nacemos y vivimos para estar acompañados y los que disfrutan de una familia no saben el privilegio que ello representa.
A veces el peor lugar en el que podemos encontrarnos es en nuestra propia cabeza…en nuestra memoria y los recuerdos. Pero cuando nos encontramos en esos momentos depresivos (que todos los hemos padecido alguna vez), porque tenemos la sensación de que estamos solos, también tenemos que tener la fuerza para levantarnos.
Porque ese sentimiento puede ser una soledad per se como la de los mayores que realmente viven solos porque no tienen a nadie más, o porque en la lucha que estamos llevando a cabo, por ejemplo, en el trabajo, también sentimos cierta soledad porque no vemos que haya demasiado solidaridad entre las personas que forman parte de un equipo. En muchas otras situaciones, la soledad, cuando se sufre es uno de los perores sentimientos.
Pero justamente pretendo aportar algo de luz para aquellas personas que por algún motivo hoy, al leer mi Blog, puedan ver la otra cara de la luna. Que ese sentimiento que nos decimos “me gustaría desaparecer” o “que la tierra me trague”, convertirlo en uno que lo que digamos y expresemos por más solitarios que nos sintamos, refleje y nos haga sentir que estamos esperando que alguien nos encuentre. Queremos ser encontrados.
Y esto es lo que debemos esforzarnos en hacer por los mayores que sientan que sí importan, que queremos saber cómo están y que se les escucha. Que tengan esa sensación, aunque sea de manera anónima, porque queremos encontrarlos y que se sientan encontrados.
Para muchas personas mayores la soledad no es fruto de una decisión propia, sino una situación impuesta por la propia vida.
Tampoco es cuestión de estar rodeado de cualquiera o quizás de las personas equivocadas. ¡No! Cuando esto ocurre la sabiduría popular lo dice claro: “más vale estar solo que mal acompañado”.
La Madre Teresa de Calcuta no podía haber definido mejor lo que es la soledad: “la soledad y el sentimiento de sentirse no querido…es la pobreza más terrible”. La Santa de los Pobres destaca que por encima de las injusticias que emanan de la pobreza material, aquella espiritual está encarnada en la soledad y en no tener a nadie que piense, nos extrañe y sienta hacia nosotros.
Y cuántas veces sucede que la persona que quiere hacer que todo el mundo esté feliz, sea en una familia, o en el trabajo, termina siendo la más solitaria de las personas.
Esto puede deberse a muchas razones, algunas de ellas inherentes a la propia personalidad, pero no es cuestión de hacer un análisis psicológico, sino de comprender circunstancias humanas que se dan a diario y por la cual las personas sufren.
Nos despedimos hoy hasta el próximo martes 7 de enero, deseándoles muy felices fiestas para este nuevo renacer que la vida nos brinda con la Navidad.
Que sirvan nuestros rezos y pensamientos para mitigar la soledad de todas y cada una de las personas que quieren ser encontradas. Hagamos un esfuerzo por ser, al menos intentarlo, personas que no somos indiferentes a la soledad de muchos que la padecen y que sirvamos para que cada uno de nosotros pueda dar esa palabra de aliento, esa sonrisa de apoyo o cualquier otra cosa que esté a su alcance, para que aflore un sentimiento colectivo de pertenencia. Que no están fuera de la sociedad, sino que forman parte de ella. ¡Que nos importan
¡Feliz Navidad! ¡Feliz año nuevo!