¿Qué es MarketWatch?
Un sitio web de información financiera estadounidense que proporciona noticias de negocios, análisis y datos del mercado de valores. Es una subsidiaria de Dow Jones & Company, propiedad de News Corp, que también es propietaria del famoso “The Wall Street Journal” y de “Barron's”.
Cuando Catey Hill afirma que la mediana edad es miserable, no lo dice porque es una mera ocurrencia. Se basa en ciertas investigaciones en los que se evidencia que la vida a los 45 años es menos divertida. Además, más de la mitad de las personas dicen que encontrar diversión en la vida cotidiana, es una cuestión que se vuelve más difícil a medida que se cumplen años.
Por ejemplo, la “Oficina de Estadísticas Nacionales” de Reino Unido, da unos datos sorprendentes: después de analizar más de 300.000 adultos durante tres años, se observó que las personas entre 40 y 59 años, eran las menos felices y más ansiosas, existiendo ya suficiente evidencia empírica de que los seres humanos experimentan un bajón psicológico en la mediana edad.
Catey Hill hace referencia a Jonathan Rauch, que en su libro "La curva de la felicidad" afirma que el envejecimiento arrastra tu felicidad a los 40 años, alcanza los 50 y luego a medida que se envejece aumenta nuevamente la felicidad para el resto de tu vida.
La cuestión es averiguar (eso es mi cometido de hoy) ¡por qué se produce esta depresión! ¡Qué factores son los causantes! Desde ya, puesto así, no es demasiado complicado poner sobre un papel una serie de elementos que cada día ocupan nuestra mente, presionando a la responsabilidad, valor que de por sí ya está muy exigido.
Catey Hill señala que los investigadores sugieren que “el malabarismo de la multitud de responsabilidades en la mediana edad podría ser el culpable”, en referencia clara a tener que hacerse cargo no sólo de la responsabilidad de los niños y adolescentes, sino también de las personas mayores que necesitan ayuda y cuidado. Y esto le ocurre a la amplísima mayoría de personas que trabajan y están en la mediana edad.
Obviamente, cuando no se está trabajando o se está atravesando un período que a nivel personal y laboral sea especialmente conflictivo, ese sentimiento de diversión queda absolutamente anulado y prevalece la sensación de infelicidad acompañada de frustración y depresión.
Otro aspecto que señala y que hemos tratado en varias ocasiones, es el equilibrio entre la vida laboral y familiar. Ella entiende (yo también) que este estrés se genera por la lucha diaria y en el medio plazo “para equilibrar las carreras y la vida personal”, porque mientras los más jóvenes aún pueden estar en la escuela, los de mediana edad pueden estar constantemente expuestos a que se les demande más trabajo y responsabilidad, a lo que con frecuencia (a casi todo el mundo) no se puede renunciar. Esto es debido a las dificultades que la vida de hoy nos provoca para equilibrar las finanzas, lo que distorsiona ese equilibrio que se persigue, pero que es bastante difícil de compatibilizar. ¿A ver quién no ha perdido sentido de divertimento y felicidad cuando la última Crisis Financiera Internacional impactaba de lleno también en nuestra economía local y en nuestras finanzas personales?
En circunstancias límites es imposible sustraerse a ese sentimiento de fracaso y de que la felicidad y la diversión no van con uno.
¿Cuáles son las claves para revertir esta pérdida de felicidad?
Un buen método es buscar en nuestra memoria aquellos momentos buenos, que nos dejaron esos instantes de felicidad, que sólo por recordarlos nos dibuja una sonrisa en la cara, Porque nos guste o no admitirlo, seamos hombres o mujeres, si se está atravesando una depresión de la mediana edad, no podemos entregarnos y considerarnos derrotados. Cuando esto sucede, es el momento en el que hay que solicitar ayuda profesional. Pero una gran mayoría de personas puede cambiar el chip y lograr una mejora sin tener que haber caído en una depresión sólo tratable mediante la necesaria ayuda de un terapeuta.
En algún momento del tránsito que hacemos en nuestra vida, por la cantidad de obligaciones que tenemos a diario, dejamos de lado (a veces definitivamente) aquello que hacíamos de más jóvenes, sea practicar nuestro deporte favorito, realizar viajes, tener encuentros y comidas con amigos, etc. Cuando esto se instala en nuestra vida, es que las obligaciones y responsabilidades nos están gobernando.
¿Es este sentimiento reversible o nos condena para el resto de nuestras vidas?
¡Desde ya que podemos revertir el proceso! La cuestión es cómo hacerlo. ¿Tenemos la firmeza y la voluntad? Sin poder dejar que aquellas obligaciones y agenda (a veces despiadada) queden fuera de nuestras vidas (no es posible), sí lo es saber administrar mejor nuestras emociones y sentimientos, para lo cual requerimos que entre en juego alguno de estos elementos del pasado que nos hacían sentir bien. Y sentirse bien no es un eslogan, sino una necesidad humana para poder ser plenos en lo que hagamos, tanto en el disfrute personal como en la responsabilidad en el trabajo.
Cuando podemos incorporar (más bien reincorporar) actividades que habíamos excluido de nuestra cotidianeidad, empieza nuestra mente, en particular nuestro espacio cerebral en dónde se generan las emociones, a sentir el disfrute por ese poquito de tiempo que hemos podido añadir a la tensa agenda diaria.
Catey Hill hace referencia a Tina B. Tessina, psicoterapeuta y autora de “Las diez decisiones más inteligentes que una mujer puede tomar después de los cuarenta”, que nos parece muy ajustada a esta psicología que se nos presenta en la media edad y que describe así: “si tuvo grandes sueños cuando era más joven, y no ha logrado lo que quería hacer, o se siente agotado en su carrera o ya no se le necesita realmente como padre porque sus hijos son adultos, la vida puede sentirse muy vacía”. Por supuesto, que ante este panorama, al igual que lo haría en su consulta agrega: “Pero en realidad, este es un buen momento para reinventarse sobre una nueva base. En lugar de preocuparte por lo que no ha hecho, ¿por qué no descubrir qué puede hacer? ¡Nunca es demasiado tarde para ser quien pudo haber sido!".
¡Qué mejor premio que el que nos damos a nosotros mismos! ¡Qué mejor respuesta que levantarnos por nuestro propio esfuerzo! Claro está que cada persona es una circunstancia particular y un escenario diferente.
Pero sí que existe un vínculo común que todos los estudios e investigaciones ponen de relieve: la mediana edad generalmente produce ese bache emocional, porque justamente se está en el mejor momento de la vida en cuanto a lo que se puede dar.
No sólo medido en productividad de una mujer o un hombre ejecutivos que son altamente eficaces en su trabajo, sino porque están forzando su día a día para que hijos, mayores a cargo, el funcionamiento de su casa, etc., esté todo coordinado, nada se olvide, nadie se sienta que no se preocupan por él/ella y un sinfín de situaciones que hacen de nuestra cotidianeidad la real vida que tenemos.
La vida que vivimos plenamente y no compramos. La que no queremos cambiar sino mejorar, porque sentimos amor por los nuestros y también una dependencia de nuestros trabajos, porque se convierten en esa segunda familia que hace de nosotros personas razonablemente felices.