Leo y escucho habitualmente a Jarvis, pues me parece uno de los mejores en su especialidad: la inconclusa transición digital de los medios de comunicación. Es un buen periodista que entiende la tecnología y trata de tender puentes entre los abrumados editores y un cambio tecnológico que cabalga demasiado rápido para los directivos instalados en zonas de confort. No es sencillo, no es fácil, no es barato, reinventar el negocio de arriba a abajo. Además, es muy arriesgado. Y cuando crees estar cerca de la meta, una innovación tecnológica o un cambio de signo de un mercado que es un garañón salvaje, les deja otra vez en el suelo. Nadie, ni los gigantes que han hecho la proeza de tener más de 70% de sus ingresos de origen digital, está a salvo. Tampoco los digitales puros asentados, que están en franca y teóricamente sólida rentabilidad. Cada vez dominan menos sus negocios y están más dependientes de las grandes plataformas tecnológicas, Google, Apple, Facebook, Amazon...Y ahora, además, de los dragones chinos protegidos por su gobierno que dice ser comunista.
Google sabe que los reguladores americanos van en serio a por ellos, líderes de la industria de las noticias se encaminan a testificar en el Congreso. Google arguye que dirigen más de 10.000 millones de clics a los sitios web de los editores, lo que les proporciona suscripciones e importantes ingresos por publicidad. Desde enero de 2017, el tráfico de los sitios de Google Search a los editores de noticias ha aumentado en más de 25%, aproximadamente 1,6 billones de visitas por semana en enero de 2018. Pero en el negocio de las noticias es cada vez menos los números de tu audiencia sino las RELACIONES que mantienes con ella. Ya no produces artículos, palabras, imágenes, fragmentos. "El periodismo -dice Jarvis- ya no es una fábrica valorada por la cantidad y calidad de los contenidos que produce, sino por cuánto logra para facilitar su vida a las personas. Eso es la esencia de la revolución digital. Y aquí la mayoría de los editores no han logrado una estrategia empresarial sostenible. Agitan sus poderosos lobbys en Washington, en Bruselas, en Berlin, en Londres. Y logran, por ejemplo, la nueva y equivocada legislación de derechos de autor en la UE que intenta forzar a Google y otros a tener que negociar para pagar los fragmentos de contenidos a los que vinculan. Es un camino equivocado y con eso perdemos todos, dice Jarvis.
Tenemos la responsabilidad de criticar y ayudar a reinventar la vital industria de las noticias. Pero las estrategias proteccionistas han sido con demasiada frecuencia el recurso de los perdedores.