Decenas de empresas venden visualizaciones por unos pocos centavos, a pesar de que los términos de uso de la plataforma prohíben esta práctica... a la que no pueden poner fin.
Las noticias falsas no son el único quebradero de cabeza de YouTube. A la desinformación que en teoría campa a sus anchas por el gran canal de televisión que es la plataforma de Google, se une una amenaza no tan preocupante para la salud democrática global, pero sí para la propia credibilidad de uno de los fenómenos de la Red: las visualizaciones falsas. La compañía se jacta de estar mejorando constantemente sus sistemas para detectar a los tramposos y expulsarlos (comprar visualizaciones viola los términos de uso de YouTube), pero un reportaje de 'The New York Times' ha demostrado cómo sigue siendo demasiado fácil sumar miles de visualizaciones a un vídeo en cuestión de horas y tras desembolsar algunos dólares.
Los reporteros del diario neoyorquino contactaron con varias empresas especializadas en prestar este peculiar servicio y compraron visitas para vídeos que ni siquiera habían sido publicados por ellos.
Comprar visitas en YouTube: un servicio para todos los bolsillos
El reportaje de 'The New York Times' recoge algunas tarifas de los principales sitios dedicados a vender visualizaciones en YouTube. El abanico es amplio, para todos los gustos: desde las 5.000 visitas que ofrece 'Views.guru' por apenas 15 dólares, a las 25.000 que vende '500Views.com' (la empresa de Vassilev) por 134,99. Hay una amplia franja intermedia, con un paquete habitual de 5.000 visitas por 25 dólares ('BuyYouTubViews.com'), por 37 dólares ('Devumi.com') o por 39,99 dólares ('GetLikes.click'). Las diferencias están en los matices, que van desde el tiempo que se tarda en obtenerlas hasta la calidad de las visitas. Por ejemplo, 'BuyYouTubViews.com' ofrece 5.000 visitas de alta retención (high-retention) por 40 dólares. 'Venium.com' ofrece 2.000 visualizaciones por 19,99 dólares.
En apenas dos semanas, miles de visualizaciones se habían sumado a los registros. También, algunos comentarios y 'me gusta', ya que el paquete puede completarse. Luego notificaron a YouTube lo que habían hecho. La compañía reconoció que se trata de "un problema en el que hemos estado trabajando durante muchos, muchos años", en palabras e Jennifer Flannery O'Connor, directora de gestión de productos de la plataforma. A pesar de ello, aseguran que sus sistemas de detección "son realmente buenos" y que en la actualidad menos del 1% de las visualizaciones totales en la plataforma son falsas. Teniendo en cuenta que cada día se registran miles de millones de visualizaciones... sigue siendo demasiado.
El problema de las visualizaciones falsas en YouTube es que la mayoría de las que ofrecen estas empresas no proceden de humanos, sino de bots. Es la grieta que aprovecha la plataforma para tratar de frenar esta práctica, que en 2013 se convirtió en un verdadero problema que hizo temer la llamada "Inversión": el momento en el que más bots que humanos están consumiendo vídeos. No llegaron a ese punto, pero la palabra sigue erizando los pelos de quienes gobiernan el imbatible gigante del vídeo online. Curiosamente, la propia Google se dispara a menudo a los pies: anuncia en su buscador este tipo de compañías, que para burlar la prohibición de utilizar como palabras clave "comprar visitas de YouTube" recurren a tácticas tan peculiares como escribir mal la descripción. Paradojas de la vida, Google está haciendo mucho dinero perjudicando a YouTube: 'GetLikes.click', una de las empresas que vende visualizaciones, ha gastado en 2018 más de 109.000 dólares en publicidad en el buscador. Sus ingresos han ascendido a 191.000 dólares.
El gran negocio de las visitas falsas
Mucha gente está amasando cantidades desorbitadas vendiendo visualizaciones en YouTube. Martin Vassilev, de 32 años, es uno de los afortunados: en lo que va de año ha ganado más de 200.000 dólares gracias a los 15 millones de visitas que ha sumado a los vídeos de sus clientes, que contratan sus servicios en '500Views.com'. Vassilev actúa como intermediario con otras empresas para lograr los números exigidos. Por ejemplo, recurre a menudo a 'SMMKings.com', un mayorista de las visualizaciones operado por Sean Tamir, de 29 años. Cobra a Vassilev un dólar por cada 1.000 visualizaciones, que después Vassilev revende a sus clientes por 13.99 dólares. A cambio, añade 100 'me gusta'. Un esquema que ha permitido a Vassilev pasar, en apenas un año y medio, de recibir asistencia social a comprarse una casa y un BMW 328i: ha llegado a generar 30.000 dólares mensuales gracias a los dos centenares de pedidos diarios que atiende.
Vassilev ni siquiera es la estrella del negocio, simplemente aceptó aparecer en el reportaje del 'New York Times'. El negocio se mueve entre la oscuridad, conscientes de que sus prácticas no son ilegales, pero sí contrarias a los términos de uso de la mayor parte de las plataformas para las que ofrecen sus servicios (casi todas han diversificado y también ofrecen seguidores de Twitter o Instagram, comentarios en Facebook...). A pesar del secretismo, se sabe que 'Devumi.com', otra de las empresas de este 'sector', ingresó 1,2 millones de dólares en tres años. A cambio, vendió 196 millones de visitas en YouTube. Un volumen excesivo para ser real, lo que permite a quienes contratan estos servicios saber que su calidad es cuestionable: es prácticamente imposible aspirar a las cantidades que ofrecen de forma 'real', vía humanos. Lo cual deja el tráfico en manos de máquinas que suman visualizaciones, pero terminan ahí el negocio. Como postureo está bien, pero muchos profesionales (escritores, cantantes) han contratado los servicios de estas webs para inflar sus visitas en YouTube con la esperanza de vender más libros o discos. La realidad es que simplemente compraron visitas que nunca se tradujeron en ingresos por otras vías. El reportaje del 'Times' también cita como compradores de visualizaciones a sendos periodistas de 'RT', 'Al Jazeera English' y 'The New York Post'. Los tres medios se desmarcaron de estas prácticas, que ponen en peligro la sostenibilidad del negocio publicitario digital. Del que viven los medios a falta de algo mejor. Es lo que tiene la economía de la abundancia...
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