La verdadera innovación debe romper viejos clichés y apoyarse en la colaboración de todos los actores sociales, especialmente de los usuarios, según ha explicado el experto en innovación Amar Bhidé en el ciclo “Entendiendo los cambios. Ideas, libros y autores” de Fundación Telefónica. Bhidé asegura que los usuarios merecen un papel principal en el sector empresarial, ya que hoy en día, gracias a las nuevas tecnologías, son los usuarios los que están en constante comunicación con la empresa y pueden contribuir a mejorarla.
Muchas de las empresas piensan que la innovación se centra en los laboratorios o en la opinión de los inventores o ingenieros, mientas que menosprecian la importancia de que los usuarios pasan muchísimas horas delante de su producto, aprendiendo a utilizarlo, solucionando problemas que ocurren con él o consultando posibles cambios. En la mayoría de los casos, los consumidores pasan más horas delante del producto, aprendiendo y utilizándolo, que el tiempo que pasaron los técnicos cuando lo produjeron. Esto significa, por lo tanto, que sus aportaciones sin duda serán muy valiosas para la empresa que sepa aprovechar este recurso.
El sistema capitalista es sin duda uno de los motores de la innovación gracias a sus teorías económicas, que se basan en un sistema descentralizado de la empresa y la economía. Gracias a esta descentralización se pueden llegar a conocer niveles de innovación local, ya que con el sistema de planificación central las capas más altas no llegan a conocer el mercado local. Con el sistema descentralizado se consigue eliminar juicios preestablecidos y se observa de manera más singular los diferentes factores que influyen en la economía considerando las diferentes ideas o pensamientos que van apareciendo.
Se requiere una mejor coordinación entre el precio, el diálogo y las relaciones de transacción con el vendedor. Y si se añade la innovación, se amplían las ventajas de la planificación. De todos modos, una empresa debe tener en cuenta los posibles riesgos que se derivan de las operaciones para prevenirlos y asumir responsabilidades en el caso de que se produzcan. Bidhé no olvida que este modelo plantea ciertos límites, principalmente en la escala de producción, muy adaptada a la oferta y la demanda.
Los bancos
Por otro lado, explica su teoría de cómo debe funcionar un buen sistema financiero. No se basa en el objetivo de conseguir buenos sueldos, sino de nutrir el sistema de innovación intrusiva apoyándose en los usuarios. Además, hay que conseguir que se obtenga un buen sistema de crédito acorde al nivel de respuesta de cada empresa. Hace falta un juicio descentralizado, tanto de las organizaciones como de los bancos. Éste consiste en la eliminación de los elementos mecánicos que han corrompido el sistema llevándolo casi al colapso y contemplar en cambio ciertos aspectos “externos” que sí se conocerían tras un diálogo con el usuario. Se trata de “volver a un sistema más personal analizando todas las variables que se plantea de forma individualizada.”
Además, las empresas bancarias especialmente deben tener más en cuenta el modelo jurídico y aplicar las leyes caso a caso. Aunque no se pueden aplicar inspecciones a todas las empresas, sí que se debería crear un sistema de crédito sólido. “Un banco que capte depósitos debe conceder créditos simples y debe contar con gente con estudios que entienda los procedimientos. Ahora vivimos mejor pero hay que saber aplicar la innovación”, concluye el autor.