Sus fundadores rechazaron 3.000 millones de Zuckerberg. Su venganza fue convertir Instagram en su propio Snapchat. Y ha ganado la partida.
En 2013, unos veinteañeros que habían fundado una app popular entre adolescentes para intercambiarse fotografías de contenido sexual, rechazaron 3.000 millones de dólares de Mark Zuckerberg, el fundador de la poderosa Facebook. La red social más poblada del planeta había comprado un año antes Instagram por 1.000 millones. Pero los veinteañeros confiaban en su producto y querían continuar su camino sin depender de nadie. Culminaron la ruta en 2017, cuando sacaron Snapchat a bolsa con una valoración superior a los 20.000 millones de dólares. Para entonces, Zuckerberg estaba ejecutando su venganza. Y el fantasma se ha desinflado.
A raíz del rechazo que sufrió, el fundador de Facebook centró sus esfuerzos en potenciar Instagram, a pesar del riesgo que tenía la operación por sus posibles interferencias con la casa madre. Es cierto que Facebook ya era imparable y que Instagram se vende sola (basta probarla para engancharse), pero Zuckerberg decidió crear su propio Snapchat. Para ello, simplemente copió las características más populares: las 'Stories'. Primero lo llevó a Instagram y después incluso lo replicó en Facebook y WhatsApp, a pesar de que prácticamente nadie las utiliza en estas dos plataformas. En la primera, sin embargo, ha logrado un éxito inusitado. Y ha sido el principio del fin de Snapchat, que está muriendo con sus propias armas.
Los últimos datos proporcionados tanto por Snapchat como por Instagram demuestran que Zuckerberg está ganando la partida: mientras que el fantasma amarillo aglutinó en agosto 173 millones de usuarios activos, sólo las Stories de Instagram consiguieron 250 millones. Hasta 500 millones de personas utilizan cada día Instagram, que además ha atraído a dos millones de anunciantes y es actualmente la plataforma preferida por 'influencers' y marcas. La razón está en la propia estructura de Snapchat: al eliminar los mensajes a las 24 horas, no es posible acceder a estadísticas de audiencia más allá de ese periodo. En Instagram, por el contrario, se dispone de 14 días para evaluar el impacto de una 'historia' (y de toda la eternidad para el de una publicación normal).
Por si fuera poco, Instagram ha introducido recientemente máscaras muy similares a las que popularizó Snapchat, y que permiten a los usuarios disfrazarse en digital. Y también permite emitir vídeo en directo, aumentando el engagement con los seguidores. Todo un abanico de opciones que atrae a marcas y famosos a una red social que sube como la espuma y que ha reorganizado el propio ecosistema, relegando a Facebook a un papel de medio de comunicación y blog, y migrando el acto de compartir el día a día a un catálogo de vidas pensado exclusivamente para el móvil. La obsesión de Zuckerberg: conquistar el móvil. Ha ganado. Por ahora.
La conexión israelí de Facebook y Snapchat
Facebook adquirió en 2013 'Onavo', una start-up israelí cuya app permite a los usuarios analizar su uso de datos para optimizarlo. La app monitoriza el uso que hace del smartphone cada persona que la instala, y después... envía esos datos a Facebook. Se dice que fue muy útil para decantarse por WhatsApp en lugar de por otras alternativas. Y también que la decisión de copiar las 'Stories' parte de aquí: se observó el enorme éxito que tenían entre los usuarios de Snapchat.
Facebook pagó 150 millones de dólares por Onavo.