Barley Scott Blair (Sean Connery), es un editor británico que viaja frecuentemente a Rusia y el servicio de espionaje británico y la CIA estadounidense, le piden que sirva de enlace con una bella espía Katya (Michelle Pfeiffer) que puede proporcionarle unos importantes manuscritos de un disidente ruso, un personaje llamado Dante (Klaus MariaBrandauer).
¿Qué es lo que me gusta de un libro o de una película? Más allá de la puesta en escena de esta última o de la mayor o menor complejidad del primero, lo que realmente me atrapa es el mensaje. ¡Qué es lo que podemos sacar de él!
En “La Casa Rusia” Barley (Sean Connery) al ser interrogado por los agentes de los respectivos servicios secretos inglés y americano, tratando de averiguar por qué Katya (Michelle Pfeiffer) le envía una carta y en la Feria del Libro Electrónico de Moscú, le entrega un manuscrito a un colega para que se lo haga llegar a Barley, se produce un relato que no tiene pérdida.
Barley dice que unos meses atrás había estado en Peredelino, que es un pueblo soviético dónde se reunían los escritores. Hay que tener en cuenta que el contexto histórico era que ya había caído el “Muro de Berlín” y que se estaba en el epílogo de lo que fuera la “Perestroika” y la “Glásnost” (apertura) que se llevó a cabo por Mijaíl Gorbachov, desde 1985 hasta 1991.
Ante las preguntas de los agentes, Barley les dice “estuve brillante, cómo salvar el mundo entre la comida y la cena. Estaba entusiasmado”. Se refería a que compartiendo mesa con intelectuales rusos, algunos disidentes, se hablaba de manera directa y transparente.
Lo que Barley (Connery) explica no es ni más ni menos que la seducción que produjo ese momento de la historia de Rusia a millones de personas dentro y fuera de ese país, así como las consecuencias mundiales que tuvo.
Relata Barleyque era una mesa de aproximadamente doce personas y que de manera contundente defendió el proceso político del gigante ruso afirmando:“creo en la nueva Rusia, puede que vosotros no, pero yo sí. Hace 20 años no era más que un sueño…hoy es nuestra única esperanza”.
A continuación y ante el estupor de Dante que estaba presente en esa reunión, agrega: “creíamos que os llevaríamos a la quiebra con la carrera armamentística jugando con el destino de la humanidad”, en clara referencia a que la primacía económica de Estados Unidos y Occidente había prevalecido por sobre el declive soviético económico, social y político.
Uno de los intelectuales le responde a Barley: “pero si habéis ganado la paz nuclear durante 40 años”, considerando que la “Guerra Fría” que se inició a partir de la Segunda Guerra Mundial había garantizado en definitiva que perdurara la paz.
Barley entonces le dice: “esas son tonterías. ¿Qué paz? Pregúntales a los checos, vietnamitas, coreanos y afganos…¡NO! Si queremos que haya paz debemos traicionar a nuestros países. Hemos de salvarnos los unos a los otros porque todas las víctimas son iguales. Y nadie es más igual que nadie”. Y vaya verdad del mensaje, porque si miramos por el retrovisor de la historia de la segunda mitad del siglo XX, nos corrobora que finalmente los que sufren y los que caen (dicho literalmente) son siempre los mismos. Y ya finalizando la segunda década del XXI, estamos asistiendo también a una cantidad de nuevas víctimas que más allá de las guerras terribles como la de Siria, o actualmente el terrorismo internacional Yihadista, la mayor cantidad de víctimas que se producen año tras año durante y después de la reciente y larga Crisis Internacional iniciada en 2008-2009, es debido a la tremenda desigualdad en la distribución de la riqueza.
Barley agrega entonces que “es nuestro deber iniciar la avalancha porque hoy en día hay que pensar como un héroe, para que al menos podamos comportarnos como seres humanos decentes.” ¿Es que se refiere a una disidencia ciudadana occidental contumaz? La avalancha significa hoy en 2017, la capacidad de la sociedad a manifestarse libremente y en tiempo real sobre todo lo que le preocupa, tratando de que se respeten sus logros sociales y que no se pierdan porque haya intereses en los que prevalezca el beneficio por encima de las personas. En otros términos: sociedades más humanizadas.
Una vez finalizada la escena de la comida, se produce un encuentro entonces entre el disidente Dante y Barley, en un cementerio que estaba a unos doscientos metros del restaurante. Un lugar de peregrinaje en el que la gente se reunía y leía pasajes de obras clásicas rusas.
Se acerca Dante a Barley y después de haber estado callado durante toda la comida mientras todos escuchaban la filosofía de un inglés que quería y respetaba a la “Gran Rusia”, repitió una de los pensamientos que Barley había expresado sobre la traición que cada persona debía hacer a su respectivo país. Y cita unos versos del poeta Pecherin,explicándole a Barley que:“él era anterior a Pasternak y sostenía que es posible amar a tu país pero odiar a su gobierno”.Entonces confirma su adhesión a la filosofía de Barley diciéndole: “pero para salvarlo hay que traicionarlo…porque ambos amamos la verdad”.
Hechas estas pinceladas, podemos extrapolar perfectamente a la realidad actual de la política mundial, también a la nuestra local, los errores que siempre cometen los políticos y que terminan pagando los ciudadanos. Lo hemos visto estos últimos días después del terrible atentado de Barcelona y Cambrils, que condenamos con rotundidad y estamos al lado de las víctimas. Siempre del lado de las víctimas, porque todas son iguales y no hay ninguna que sea distinta de la otra. Este es el drama que debemos comprender.
Podemos amar nuestro país, en realidad todos los ciudadanos del mundo aman a sus respectivas naciones, pero también tienen el derecho inalienable como decía el poeta ruso, de estar en desacuerdo con sus gobiernos.
Y esto es lo que con frecuencia no comprenden los políticos, porque estamos cansados de que se tache de falta de patriotismo o de que se está en contra del sistema, simplemente porque se piensa diferente. En el pensamiento diverso está la auténtica grandeza de la democracia. Esto es lo que el disidente ruso Dante le decía al editor Barley. Por eso quería que sus obras llegasen a Occidente vía un editor inglés, porque era de vital importancia que se conocieran.
Así ocurrió en casos como del otro gran disidente ruso, el Nobel de Literatura 1970 AleksandrSolzhenitsyn.
El Dante de “La Casa Rusia” siente que traiciona a su país por un bien mayor. Y no hay valor más preciado en la diferencia de pensamiento que la verdad.