El 28 de septiembre de 2015 nacía el digital 'Bez.es', un proyecto de Braulio Calleja, Juan Zafra y Carlos Ribagorda que siempre quiso mantener su independencia como bandera. Sin embargo, antes de cumplir los dos años de vida, el diario anuncia el cierre definitivo. En dos editoriales, Calleja y Zafra señalan las razones que han motivado su desaparición en tan poco tiempo.
En su artículo, Braulio Calleja se queja de que los medios de comunicación están “en el aprisco de las grandes adormideras de la sociedad (Google, Facebook, Apple, Amazon o Netflix), alimentados con alpiste o cebada” según su inclinación. Calleja asegura que “salirse de ese aprisco o renunciar a entrar en él, lleva a la soledad y al olvido”.
Pero el responsable de ‘Bez.es’ no solo critica el poder que ejercen los gigantes tecnológicos; también pone el foco en las grandes empresas y bancos acusándoles de no apoyar financieramente a la prensa como parte de sus políticas de responsabilidad social corporativa. “Un mero repaso a las asignaciones de publicidad y patrocinio, en A y en B, nos daría pruebas suficientes para comprobar la gran mentira”, señala.
Por último, Calleja también advierte que “los medios van desapareciendo al mismo ritmo al que se incrementan las noticias redactadas por máquinas” algo que, en su opinión, no beneficiará a la sociedad: “mal asunto que la inteligencia se convierta en algo artificial”.
Por su parte, el director Juan Zafra destaca la “libertad e independencia” que han caracterizado a su medio. En su despedida se ha mostrado mucho más autocrítico que Calleja, al asegurar que “de los fracasos se aprende y la experiencia nos servirá a todos para corregir errores”. En declaraciones a ‘eldiario.es’, Zafra reconoce que “si tienes que cerrar es porque estás ofreciendo algo que el mercado no demanda”.
‘Bez’ apenas alcanzó los 12.000 usuarios únicos mensuales el pasado mes de mayo y contaba en su plantilla con nueve personas. Al cumplir su primer año, ‘Bez’ aseguraba que su política no era la de entrar en la guerra de cifras de audiencia en la que estaban inmersos los medios digitales, mostrando su desacuerdo con las métricas de tráfico de las que depende la publicidad.