Un bombardero furtivo B-2 cuesta unos 2.100 millones de dólares. Un portaaviones como el Gerald Ford tiene un coste estimado de 13.000 millones de dólares. Pero un hacker patrocinado por el Estado, capaz de causar estragos al sistema financiero o a la infraestructura de transportes de otro país, incluso influir significativamente en elecciones democráticas, tiene un coste insignificante. El campo de batalla está cambiando radicalmente en la era digital, tal y como señala John Thornhill en 'Financial Times'. En la nueva 'guerra memética', que supone la militarización de la información, el Kremlin parece haber tomado ventaja por el momento. No en vano, Putin viene de la KGB soviética y conoce bien la materia, aunque su sueño de recrear la antigua URSS pueda convertirse fácilmente en pesadilla. "China y Rusia parecen entender el nuevo desorden mundial mucho mejor que otros y son expertos en convertir las propias vulnerabilidades de Occidente en su contra", dice Thornhill. EEUU gasta más que cualquier otro país en Defensa, en torno a los 600.000 millones de dólares anuales, y ahora el presidente Trump ha solicitado un aumento de 54.000 millones de dólares en esta partida, pero no parece haber entendido la nueva guerra de la información, pues ha dicho que quiere emplear esa inmensa suma en tener las fuerzas aéreas y navales supremas del planeta.
Las guerras de la información se han convertido en el principal tipo de guerra en los momentos actuales y el ejército de los EEUU está lejos de ser la organización ideal para responder a estos nuevos desafíos. China, con un presupuesto de Defensa de 215.000 millones de dólares y con muchas empresas y plataformas de enorme poderío en Internet, está mucho mejor situada que Rusia para esta nueva conflagración informativa. Pero, ¿podrá China mantener su propio monopolio informativo interno mucho tiempo?