Se acaba de publicar un clarividente libro sobre manipulación deshonesta de la información que logra pingües beneficios. La periodista de investigación Cathryn Jakobson Ramin acaba de publicar un libro titulado 'Crooked: Outwritting the Back Pain Industry and Getting on the Road to Recovery', en el que documenta cómo la mayor parte de las terapias que se recomiendan para curar los dolores de espalda no son efectivas. Jakobson explica que tratar los dolores de espalda cuesta en EEUU unos 100.000 millones de dólares al año "más de lo que se gasta anualmente en el cáncer, las enfermedades coronarias y el sida, todos juntos". Tras seis años investigando estas dolencias, Jakobson llega a la conclusión de que muchos de los tratamientos que tanto dinero cuestan son un fraude y están llenos de engaños. La periodista pone de relieve que los propios pacientes son propensos a caer en el engaño. Cuando alguien sufre un dolor que le afecta seriamente en su vida diaria, tiende a agarrarse a un clavo ardiendo. O sea, toman decisiones pobres y equivocadas. La esperanza de curarnos es más fuerte que el realismo. Visitar al quiropráctico o al fisioterapeuta, inyectarse relajante muscular o analgésicos, o incluso entrar en un quirófano, suelen ser terapias fallidas. Pasamos ocho horas en el trabajo, otro par de horas en el sofá de casa y muchas más tumbados en la cama, así que no es de extrañar que nuestra espalda se resienta. Hacer ejercicio y estiramientos de manera sistemática puede ser la mejor opción, concluye Jakobson, que también sufre estos dolores de forma crónica.
Este periodista, que padece una relativa artrosis de cadera, comprueba casi diariamente cómo le llueven ofertas de toda clase de productos y remedios para las articulaciones. Basta que hagas una consulta en Internet sobre una dolencia para que caiga sobre ti un diluvio de ofertas, la mayor parte tendenciosas o engañosas. Es una industria cuyo éxito económico se basa en su propio fracaso.
Muchos de los anuncios de consejos médicos y terapias no son abiertamente fraudulentos. Google sirve cada día 30.000 millones de anuncios en su buscador, pero elimina de manera sistemática otros miles de anuncios que sus algoritmos califican como fraudulentos. Si se eliminase este filtro, tendríamos una auténtico diluvio universal de mentiras. Se está haciendo imprescindible y perentoria una limpieza masiva del ecosistema de publicidad. Como ha dicho el experto de marketing Scott Galloway, "la publicidad se está convirtiendo en un impuesto que pagan los pobres y los analfabetos tecnológicos". Pero, de forma creciente, la tecnología nos va a permitir inhabilitar la publicidad, incluso TODA la publicidad.
Los internautas se han vuelto propensos a asociar los anuncios con mentiras. Un estudio encargado por Rakuten llega a la conclusión de que el 71% de los británicos asocia la publicidad con mentiras. Lo mismo para el 54% de los franceses y los alemanes, y el 58% de los estadounidenses.
Numerosos expertos coinciden en señalar que las "noticias falsas" ayudan a aumentar los ingresos de muchos medios de comunicación, aunque se trata claramente de "subproductos sociales".
Pero la tecnología está ayudando a falsificar de manera muy hábil la manipulación y la falsedad. Hay un algoritmo de aprendizaje denominado GAM, algo así como red generadora de confrontación, que permite grabar audio imitando la voz de personas conocidas. Poner algo en boca del señor Trump, por ejemplo, o de cualquier otra figura pública, es una cuestión de alimentar adecuadamente el algoritmo. Y esta falsificación se puede hacer también en vídeo. Por ejemplo, hay en YouTube un vídeo de la cantante Françoise Hardy, que ahora tiene 73 años, en el que se la ve con tan solo 20 años, hablar con la voz de uno de los principales consejeros de Trump.
Amnistía Internacional intenta lidiar, por su cuenta, contra la invasión de las falsedades. Su laboratorio verifica vídeos e imágenes de abusos denunciados de los derechos humanos. Utiliza Google Earth para examinar los paisajes de fondo y para probar si un vídeo o imagen fue capturada cuándo y dónde se afirma.
Atajar las 'fake news' es una imprescindible y urgente tarea de todos, empezando por los medios de comunicación, que deberían ponerse de acuerdo para establecer claves y estrategias que dejen fuera la invasión de las falsedades.