Imagina un baño público en el que un escaner facial cuente las veces que lo has usado para evitar el robo de papel higiénico. Parece una versión de bajo presupuesto de Black Mirror, pero es lo que está pasando en el parque del Templo del Cielo, en Beijing.
Las compañías chinas están en plena carrera para desarrollar y extender el uso de tecnologías de reconocimiento facial, en oposición a un acercamiento más cauto (motivado por leyes de privacidad) practicado en Occidente. Por lo tanto, los ciudadanos chinos están acostumbrados a pagar o acceder a hoteles mediante el reconocimiento facial. Pero no es lo único.
Ant Financial, un grupo de pago online afiliado al gigante Alibaba permite a sus usuarios acceder a sus carteras mediante una selfie, y el China Construction Bank permite pagar con la cara en algunos puntos de venta. Didi Chuxing, una empresa de coches por minuto, accede a las credenciales del usuario mediante el reconocimiento facial.
El romance de China con estas tecnologías, ha permitido que el primer Unicornio del reconocimiento facial nazca allí: Face ++, valorada en más de mil millones de dólares. Face ++ ha entregado los softwares utilizados por multitud de empresas chinas, como la mencionada Didi Chuxing o Ant Financial.
El desarrollo de IA por parte de China está parejo al del resto del mundo, pero las tecnologías de reconocimiento facial permiten aplicarla en el mundo comercial de forma inmediata. Este uso constante genera un bucle beneficioso para las empresas dedicadas a esta tecnología, ya que todo el feedback que reciben es empleado para mejorar su 'deep learning'. Si a esto le sumamos la enorme población de China y sus laxas leyes de privacidad, se crea el entorno perfecto para el crecimiento exponencial de esta tecnología.