Oliendo el perfume de cualquier flor es lo mismo que vivir el momento o aprovechar el día que nos señala el adagio latino “carpe diem”. Ycuando releemos un clásico como Maugham, en cierto sentido nos queremos aferrar al presente, porque son tan fuertes los sentimientos que nos transmite, que no queremos desaprovechar ningún instante. Eso sí, echamos en falta mucha más letras, después de estar tan sometidos a la “dictadura de la imagen” y las nuevas tecnologías.
¡Que no estoy en contra…y soy un forofo de ellas! Lo que venimos a decir, es que la estructura y el soporte que dan las palabras utilizadas inteligentemente, que responden a un pensamiento y a la creación inspirada en una historia que brota de la imaginación del autor, nos hacen sentir que seguimos siendo humanos. Y el sentimiento de humanidad en un mundo en el que sigue avanzando la robótica a una velocidad inusitada, es tan necesario como el oxígeno que respiramos.
Que no es una App la que nos suministra un pensamiento, sino que surge de las relaciones interpersonales que se producen gracias al lenguaje, o cuando sin estar hablando con otra persona, subyacen las reflexiones y pensamientos en silencio. Y no hay mejor silencio que el de la buena lectura que nos invade con un ideario al que nos aferramos en la ficción o al desgarrador relato de un hecho histórico que nos impresiona. Pero como dice Maugham, “en su lucha contra el individuo la sociedad tiene tres armas: la ley, la opinión pública y la consciencia”. Y Maugham al igual que Ortega y Gasset también limitaba a ésta última las responsabilidades de los actos de los hombres al afirmar que “yo no hago juicios de valor, sino de facto (sobre los hechos) ya que estos quedan sometidos a Dios y la consciencia”.
La ventaja de la palabra escrita es que primero hay que leerla, internalizarla, aprender de ella o repudiarla si es necesario, por la violencia o ignominia que representa. Pero la palabra reflexiva e inspiradora, puede cambiar una vida, o sin exageración alguna, puede salvarla. Esto es lo que le sucedió a un amigo ante las circunstancias adversas que estaba atravesando hace año y medio. Hace poco me comentaba que un familiar directo le aconsejó de manera muy sabia: “toma una dosis de gratitud cada mañana…cambiará tu perspectiva, causará sentimientos de abundancia y decrecerán aquellos de miedo y ansiedad”. Y cuando empezó a esforzarse en adquirir este buen hábito, efectivamente inició una etapa en la que veía las cosas desde otro punto de vista.
Es lo que escritores de la talla de Maugham nos hacen ver a través de sus obras. Mi amigo pudo volver a su trabajo después de una larga baja y más aún, según lo testimonia él y los demás, es otra persona. Ha cambiado positivamente en todos los sentidos. Y ¡oh sorpresa!, confesó que volvió a su hábito de lectura que había perdido.
Nos aferramos a cosas, ideas y tópicos que a veces nos terminan haciendo daño. La naturaleza humana nos hace actuar con frecuencia con un sentimiento que nos dice que no queremos deshacernos de determinadas cosas a pesar de que no sirven. También que cuando algo molesta lo evitamos, pero con seguridad, lo que se va o dejamos ir es porque no nos hace falta. ¿Qué les parece si reemplazamos la palabra cosa por persona? Queremos terminar con una relación que no es constructiva y nos hace daño; queremos evitar tener contacto con amigos o relaciones del trabajo que nos incomodan; finalmente lo que decimos coloquialmente mediante el sabio refranero: “enemigo que huye…puente de plata”, es que es mejor dejar que las circunstancias en solitario nos liberen de esa carga que menos mal nos ha dejado.
En todo momento en el que tomamos una decisión, lo mejor que podemos hacer es justamente hacer lo correcto. Puede ocurrir que la próxima cosa importante sea la equivocada, pero la peor de todas seguramente es no hacer nada.
Un día hermoso comienza también con un pensamiento agradable y reconfortante. En el momento en que comenzamos a actuar cada mañana con la sensación en cuerpo y espíritu de que este nuevo día es una bendición, empezaremos a sentirnos como si en realidad estuviésemos bendecidos.
En el pensamiento de Maugham esto encajaría cuando afirma que “no somos las mismas personas este año como el pasado, ni tampoco ellas son las mismas que amamos”, porque todos estamos sometidos al cambio. Lo que apunta bien alto es cuando agrega: “es una oportunidad feliz si cambiamos, pero seguimos amando a una persona que también ha cambiado”.
Nada en el mundo es permanente y somos insensatos cuando le pedimos a cualquier cosa que dure…pero seguramente seremos más irreflexivos aún, al no disfrutar mientras la tenemos.
En cierto sentido, nos estamos adecuando al presente, a oler la rosa y aprovechar el día. Que como dice el tango “volver” de manera muy gráfica “que es un soplo la vida…que veinte años no es nada”.
Si (
No(
