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De tener que elegir entre ética y trabajo…mejor elegir la ética, porque siempre se puede encontrar otro trabajo (Sallie Krawcheck)

Por José Luis Zunni

La importancia que va adquiriendo el liderazgo de la mujer en los últimos años, no sólo está fuera de toda duda y ya nadie con un mínimo de criterio lo cuestiona, sino que estamos asistiendo también a un fenómeno nuevo que se ha producido por un principio de la física natural: acción-reacción. ¿A qué nos referimos? Que como consecuencia de la discriminación de salarios, responsabilidades y jerarquías a las que las mujeres han sido sometidas, se han tenido que emplear a fondo en todo tipo de trabajos, no estando exentas tampoco de alguna forma de discriminación en puestos de alta responsabilidad.

Justamente ha sido el colectivo de mujeres profesionales y directivas, el que ha operado como una de las reacciones más fuertes en los últimos años, tratando por todos los medios de poner fin a tantas diferencias de género. Pero una vez que lograban llegar a posiciones de responsabilidad, incluso, en ejercicio de liderazgo, han demostrado que la organización en su conjunto ganaba aunque sólo hubiese una mujer en ese grupo directivo.Además de todo sus know-how aportaban ética, que no abundaba demasiado en los tiempos actuales.

SallieKrawcheck es la co-fundadora y CEO de “Ellevest”, una innovadora plataforma digital de inversión diseñada para ayudar a las mujeres a alcanzar sus metas financieras. También es presidenta de “Ellevate Network”, una comunidad profesional de redes cuya misión es promover a las mujeres en los negocios. Ella es una de las mujeres mejor calificadas de las que han trabajado en Wall Street, habiendo ocupado cargos de CEO en “Smith Barney”, “Merrill Lynch Wealth Management”o “Citigroup”.

Desde su plataforma advierte que el 86% de los asesores de inversión son hombres, con una edad media de 50 o más años. De ahí que no pueden sorprendernos afirmaciones tales como “la industria de inversión que debe ser neutra en cuanto a género en realidad no lo es, porque siempre sigue habiendo preferencias por las carreras profesionales de los hombres. Esto no es bueno y por eso estamos cambiando las reglas del juego”.

Todo su planteo y razonamiento es eminentemente ético, preguntándose por qué el salario de una mujer difiere drásticamente respecto de los hombres en carreras y posiciones similares. La cuestión pasaba entonces por encontrar el factor (o factores) que marcaban estas diferencias, de manera tal, de que pudiera dárseles una mejor oportunidad a las mujeres de alcanzar los objetivos que se impusieran.

El planteo ético de SallieKrawcheckentra en una categoría más bien de revolución cultural (sin prescindir, por supuesto, de cuestiones éticas), pero sostenida fundamentalmente por el mejor aliado de la mujer: la tecnología.

Del mismo modo que la revolución digital que va desde Internet hasta la más amplia variedad de redes sociales, así como de aplicaciones para dispositivos móviles que nos hacen más fáciles la vida, que lo han cambiado todo y siguen cambiándolo (gustos, consumos, formas de entender y comprender el mundo, etc.), también ha facilitado a la mujer el acceso a todo sin limitaciones, pudiéndose hacer escuchar y logrando como lo hace Krawcheck con sus iniciativas, que millones de mujeres puedan al menos tener las mismas oportunidades que tienen los hombres de partida. Esto no es una cuestión de democratización sino de justicia. Lo que implica obviamente una conducta ética.

En ocasión de un seminario de C. K. Prahalad (1941-2010), profesor distinguido de la cátedra “Paul and Ruth McCracken” de “CorporateStrategy” en la “Stephen M. Ross School of Business” de la “University of Michigan”, ante la pregunta de cuál es la auténtica naturaleza de establecer bien los objetivos, afirmó que “establecer un objetivo tan grande que no se puede lograr hasta que crezca y se desarrolle en la persona que sí puede hacerlo”, venía a situar el logro y el éxito final en relación al crecimiento personal, o sea, una clara visión humanista. El humanismo está absolutamente cargado de ética.

Esto nos lleva a otro aspecto fundamental del ser humano: la felicidad. Las personas más felices no tienen lo mejor de todo, simplemente hacen lo mejor de todo.Facilitan la vida a las personas de su entorno laboral y personal. Esto implica que en sus tareas y responsabilidades respeten y hagan respetar las conductas éticas, fundadas en valores y principios.

Cuando se han elegido conductas éticas, como un efecto cascada se transmite a los demás. Para que se entienda: cuando la corrupción (que es la antiética por naturaleza) arrecia en una sociedad, la legalidad vigente y los tribunales de justicia no pueden por sí solos erradicar el flagelo, porque lo que hay que combatir está en la base y naturaleza del ser humano: la codicia, ambición sin límites, además de ausencia absoluta de principios, valores y comportamientos éticos.

Por ello, la revolución a la que la mujer en todo el mundo está llevando a cabo, es que más allá de sus habilidades técnicas y emocionales para hacer del buen liderazgo una nueva seña de identidad, está volviendo a que resuciten palabras que lamentablemente estaban muertas, como ética, valores humanistas, preocupación por los más desfavorecidos, desigualdad distributiva y un largo etcétera.

¿Cómo lograron las mujeres llegar a este punto en el que se encuentran hoy día?

Para ellas fue difícil pero simple al mismo tiempo. La dificultad era buscar paridades en un mundo de hombres. La facilidad, porque están acostumbradas por su propia naturaleza a comprender y tolerar, a dejar que la vida se despliegue de forma natural y el secreto para que ello sea posible es la templanza y la paciencia.

No se obsesionaban con empujar para lograr el cambio porque sabían perfectamente que éste ya había llegado. Que estaba aquí y había que comprenderlo y fueron muy inteligentes en cómo adaptarlo a ese gran “gap” (bache) que estaba dividiendo la sociedad por la injusta discriminación de género que no tenía visos de mejora.

La fuerza que la mujer, ha demostrado tener en los últimos años para adaptarse al cambio que la tecnología estaba imponiendo, era la suma de paciencia más una buena dosis de inteligencia. ¡Eso sí…un comportamiento ético a prueba de bombas!

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