Si los miembros de la fuerza especial creían que iban a encontrar la última tecnología en comunicación, la decepción fue seguramente muy grande. ¿Encriptación de miles de bits? No, mucho más sencillo, casi como volver a los orígenes, aunque, para ser justos, con un toque siglo XXI: palomas mensajeras cibernéticas.
¿Cómo es eso posible? Expliquémoslo. Osama escribía los emails, los guardaba en un pendrive sin ningún tipo de cifrado y se lo dada a su mensajero -aparentemente muerto junto con su jefe y líder- para que, desde un cibercafé, alejado de su mansión paquistaní, los enviara a través de Internet. El proceso inverso se hacía para las respuestas. Aunque algún servicio secreto hubiera interceptado los emails no podría haber sabido dónde se escondía Bin Laden. También es cierto que los muchachos inteligentes podrían haber puesto vigilancia especial a los distintos cibercafé a fin de individualizar al correo y seguirle. Pero, por lo que se conoce, esta vez la paloma no se equivocó.