Amy Cuddy es conocida en todo el mundo por su charla TED 2012, que es la segunda más vista en la historia de esta plataforma. Es psicóloga y profesora de Harvard Business School, habiéndose convertido en una de las más importantes expertas en el comportamiento no verbal y los juicios rápidos, así como el grado de influencia que ello tiene en las relaciones interpersonales.
Según sus investigaciones, llega a la conclusión que la gente rápidamente se formula casi de manera inconsciente dos preguntas al tener el primer contacto personal:
1º) ¿Puedo confiar en esta persona?
2º) ¿Puedo respetarla?
Los psicólogos se refieren a estas dimensiones respectivamente, como la calidez y la competencia, aunque de manera ideal toda persona desearía ser percibida como que cuenta con ambas valoraciones ante los ojos de los demás.
Cuddy afirma que la mayoría de las personas, especialmente en un contexto profesional, creen que la competencia es el factor más importante. Después de todo, el orgullo profesional nos hace querer demostrar que somos lo suficientemente preparados y estamos capacitados para llevar a cabo nuestras funciones y responsabilidades.
Pero, de hecho, la confianza, es el factor más importante a la hora de evaluar a otra persona.
Cuddy es muy clara cuando afirma que “desde una perspectiva evolutiva es más crucial para nuestra supervivencia saber si una persona merece nuestra confianza". Y esto queda evidenciado desde nuestros primeros días como especie humana en la tierra, cuando era más importante averiguar si ese compañero de viaje tenía intención de matarle y robarle todas sus posesiones (si era o no confiable), o por el contrario, suficientemente hábil para construir un buen fuego (nivel de competencia).
La tesis de Cuddy es que si bien los valores competenciales son muy valorados en toda relación humana, especialmente en los ámbitos laborales, existe un mecanismo casi inconsciente en los individuos que primero establecen el nivel de confianza que esa otra persona merece, para después apreciar el nivel de competencia.
¿Es la expresión “tener buena química” una de las variables a las que Cuddy se refiere?
En los espacios de trabajo que comparten equipos y personas, hoy día es casi indiscutible, ni nadie pone en duda, la importancia que los integrantes de esos grupos humanos le atribuyen a una buena química entre ellos. Tampoco hay que exagerar con esta valoración, ya que se supone que personas que son muy buenos profesionales en lo suyo, van a tener el autocontrol necesario para que las tareas y responsabilidades compartidas, no sean noticia, justamente porque no habrá nada negativo que destacar.
Es obvio que cuando se comparte espacio y trabajo con gente más afín con uno, mejora bastante ese clima laboral. ¡Pero cuidado!: se corre el riesgo de que por un exceso en la excelente relación personal que se busca, se descuide la capacidad de colaboración y que todos los miembros de ese equipo y/o departamento, formen parte de una organización que tiene que mantener un nivel de rendimiento en beneficio de ésta y de sus cuadros.
La diversidad de personalidades y caracteres no es enemiga de la convivencia, sino que justamente es enriquecedora de todo grupo humano, siempre y cuando, aquellos valores que resalta Cuddy en cuanto a confiabilidad y competencia se den en una armonía razonable.
Ante las diferencias, cuando no hay toda la química que una o más personas esperan de un grupo, lo lógico es que se esfuerce todo el mundo en abrirse más, ser empáticos y beneficiar el clima desde la simultaneidad entre afinidades, confiabilidad y competencia.
Cuddy acierta en que hay una innegable relación entre los físico y anímico, es decir, cómo es nuestra comunicación no verbal, mezclado con nuestro comportamiento en actitudes y palabras, para ver el nivel de química que dos o más personas se profesan. No hay escalas ni tendría sentido medirla. Lo que sí existe es una aceptación (grados de aprobación) o rechazo (también grados de reprobación) hacia una persona.
¿Qué es lo novedoso del aporte de Cuddy?
Cuando existen momentos difíciles en los que tenemos que esforzarnos, justamente es cuando debemos ser genuinos. Demasiado a menudo nos acercamos a los obstáculos y enfrentamos los diferentes retos de nuestra vida con inseguridad, temor, gran dosis de ansiedad y con frecuencia los dejamos pasar. A veces, perdiendo grandes oportunidades.
Mediante el acceso a nuestro poder personal, podemos lograr la "presencia" (a la que se refiere Cuddy), el estado en el que dejamos de preocuparnos por la impresión que estamos haciendo sobre los demás y en su lugar ajustar la impresión que hemos estado haciendo en nosotros mismos. Este es nuestro gran desafío. Todo lo que podemos dar que viene desde nuestro interior. No se exige ni se requiere que las personas hagamos una gran búsqueda espiritual ni ninguna transformación interna para aprovechar el poder de la presencia. Sólo necesitamos empujarnos a nosotros mismos (la actitud), momento a momento, ajustando nuestro lenguaje corporal, comportamiento y mentalidad en nuestra vida cotidiana.