‘Calico’ es una filial de Alphabet con 1.500 millones de dólares disponibles para investigar las causas del envejecimiento.
Es un proyecto personal de Larry Page, cofundador de Google. Un sueño que arrancó en 2013 con la creación de Calico (California Life Company), una filial que camina entre lo académico y lo biotecnológico y que está centrada en averiguar las causas del envejecimiento para poder solucionarlo. Disponen de 1.500 millones de dólares para ello y un elenco de estrellas del sector fichadas a golpe de talonario.
Pero, ¿qué ha conseguido en estos tres años Calico? La respuesta es un misterio: no han publicado nada y es tal el secretismo que hasta la comunidad científica se ha quejado, al desconocer en qué proyectos concretos trabajan para poder optimizar sus propias investigaciones. La ciencia se retroalimenta, pero si es privada…
Que se sepa, Calico tiene unos 100 empleados que trabajan en un laboratorio situado a las afueras de San Francisco, en Estados Unidos. A unos 50 kilómetros han montado una especie de arca de Noé con levaduras, gusanos o ratones, concretamente de ratopines rasurados, una especie que carece de pelo y que está presente en una de sus principales investigaciones, donde está haciendo un seguimiento a más de 1.000 ejemplares para monitorizar sus biomarcadores del envejecimiento. El que hayan escogido esta variedad de ratón se debe a que viven más de lo habitual en estos animales: hasta 30 años, 10 más que las variedades comunes. Esos ratones parecen ser el prólogo que lo que buscan en esta filial de Google.
Al frente de Calico está David Botstein, de 74 años. Su misión es “que hagamos algo para dejar de saber tan poco sobre el envejecimiento”, que califica como “un problema complicado, una necesidad sin satisfacer” en la que “nadie está en una posición adecuada para prestarle suficiente atención”. Salvo ellos, que buscan “herramientas para que las personas disfruten de vidas más largas y sanas”. Casi nada.
Paradójicamente, en Calico no tienen prisa por lograr sus objetivos. Trabajan a 10 años vista como “mejor escenario”, asumiendo que “durante mucho tiempo no habrá nada que decir, salvo algún pequeño avance científico incremental”, explica Botstein. Una paciencia ya típica de Google, que no teme a desafiar a inversores y analistas cuando apuesta por proyectos a largo plazo, como ha sucedido con los vehículos autónomos (recientemente presentó Waymo después de más de un lustro investigando) o como está sucediendo con su división de robótica. Sus principales armas: los datos y la tecnología. “Gran parte de lo que hacemos es desarrollo tecnológico. No es interesante y no pretende serlo, es la manera de colocar un pie delante del otro para no hacernos la zancadilla a nosotros mismos”, escenifica Botstein. Gracias a estas capacidades, aseguran poder decodificar un genoma humano desde cero sin tener que consultar el mapa genómico oficial. Y quieren aplicar esos conocimientos a su objetivo reconocido públicamente: mapear el genoma del ratopín rasurado. Afirman haberlo conseguido, lo cual sería el primer paso para analizar el ciclo vital de estos animales.
Calico va paso a paso, aunque sea un comportamiento que no guste a todos en el mundo científico. Algunas empresas del sector les acusan de estar apostando por la biología básica. Otros critican que se estén centrando en la teoría, cuando la práctica necesita recursos para poder llegar cuanto antes a las personas. Algunas compañías, de hecho, ya están preparando ensayos clínicos de fármacos. Un paso que está a años luz de lo que supuestamente está haciendo Calico en estos momentos.
La cuestión de fondo es si Calico busca la inmortalidad. Hablar de ‘investigación antienvejecimiento’ suena a alquimia, charlatanería. A remedio fácil, pócima mágica. ¿De verdad Google juega en ese campo? Bill Maris, antiguo director de Google Ventures (de donde salió Calico), ha llegado a afirmar en público que podremos vivir 500 años. Es bastante improbable, dado que estudios científicos recientes han cifrado en alrededor de 120 años el máximo biológico alcanzable por un humano. Pero en realidad nadie lo sabe, aunque el propio Botstein asegura que nadie vivirá para siempre. Pero, tanto si podemos vivir 500 años como si no podemos pasar de 120, Calico quiere demostrarlo científicamente con una combinación de talento, tiempo y dinero. Por el largo camino tendrán que luchar contra el escepticismo y contra otros multimillonarios que también han puesto el foco (y el dinero) en la salud, como Larry Ellison, cofundador de Oracle (quien donó 320 millones de euros a científicos que estudian el envejecimiento) o Peter Thiel. Larga vida a la ciencia.
¿Por qué luchar contra el envejecimiento?
Como recuerdan algunos investigadores, hasta la llegada de los antibióticos y las vacunas la mayoría de los humanos morían por infecciones. El avance de la ciencia, la higiene y las condiciones de vida (mejor sanidad, mejor alimentación, mejores hábitos…) han permitido alcanzar una esperanza de vida que ronda o supera los 80 años, lo que supone haberla duplicado en poco más de un siglo: un aumento de 2,5 años por década.
Sin embargo,
la longevidad ha traído consigo otros desafíos en forma de enfermedades más frecuentes conforme se cumplen años, como son el cáncer, las enfermedades cardiovasculares o la demencia. Y es en este punto en el que el envejecimiento parece tener mucho que decir: un octogenario tiene 40 veces más probabilidad de sufrir cáncer que alguien de mediana edad. Además, el riesgo de sufrir alzhéimer se multiplica por 600.
No es que la causa sea cumplir años como tal, sino el deterioro que sufre el cuerpo conforme se cumplen años. El desgaste. Por eso la ciencia quiere observar de cerca ese desgaste y comprobar qué mecanismos biológicos intervienen en él y cómo se podría luchar contra ello. Si parece que estas enfermedades están relacionadas con el envejecimiento, tratar la causa primera podría ayudar a acabar con ellas. Por eso luchar contra el envejecimiento es mucho más que ciencia ficción y mucho más que el sueño de unos ricos.