El GPS europeo ha entrado en servicio esta semana, aunque no estará totalmente operativo hasta 2020. Es mucho más preciso que el estadounidense y un proyecto estratégico para los países participantes, entre ellos España.
Han sido necesarios casi 20 años (todo empezó en 1999) y casi 13.000 millones de euros (a pesar de que los cálculos iniciales estimaban el coste del proyecto en poco más de 2.500 millones) para que ‘Galileo’, el sistema de geoposicionamiento europeo, sea una realidad. Pero ha valido la pena: esta semana ha entrado en funcionamiento el futuro del GPS. O al menos la versión europea de una tecnología que tiene cada vez más posibilidades en los campos militar, civil o comercial. Incluso en el entretenimiento, como demostró este verano Pokémon GO.
Que Galileo se haya hecho realidad supone un hito para una Europa herida tras el Brexit: en el proyecto han participado 27 estados miembros de la UE (sólo ha quedado fuera Croacia, que entró en la UE en 2013). Ahora mismo cuenta con 18 satélites en órbita, lo que permite que el sistema ya pueda operar con relativa normalidad. No obstante, es necesario lanzar todavía nueve satélites más, por lo que Galileo funcionará a pleno rendimiento entre 2018 y 2020. Una curiosidad sobre estos satélites es que cada uno ‘pertenece’ a un país miembro y lleva el nombre del niño o niña ganador de un concurso de dibujo que en su día puso en marcha la Comisión Europea. El satélite español se llama Alba y fue lanzado al espacio el 11 de septiembre de 2015 junto con el francés. En 2017 y 2018 se lanzarán 10 satélites más, cinco por año. Para 2020 se prevé el lanzamiento de ‘Patrick’, el satélite del Reino Unido…
“Ningún país podría haberlo hecho solo”, destaca Elzbieta Bienkowska, comisaria de Industria. Por eso Europa saca pecho con un proyecto que busca mostrar al mundo la capacidad de cooperación entre los estados miembros, a la vez que situarse a la altura de países como Estados Unidos (que tiene el GPS), Rusia (que promueve el GLONASS) o China, que en 2004 firmó un acuerdo de participación en Galileo, pero que abandonó dos años después para poner en marcha el ‘Beidou’, su propio sistema. India e Israel sí han participado en Galileo, y se espera que Brasil, Japón, Corea del Sur, Ucrania y Australia terminen haciéndolo en el futuro.
Desde el punto de vista técnico, Galileo es mucho más preciso que el GPS estadounidense. “Con el GPS sabemos dónde se encuentra un tren. Con Galileo sabemos sobre qué vía circula”, explica Jean-Yves Le Gall, presidente del CNES (Centre National d’Études Spatiales, la agencia espacial francesa). Galileo ofrecerá una precisión de un metro en el sistema público y de un centímetro en las opciones reservadas para aplicaciones de pago y de uso militar. La precisión del GPS estadounidense depende de la localización geográfica del sujeto y de la cantidad de satélites disponibles, por lo que se trata de un sistema que ofrece menor precisión y mayores tasas de error o inexactitud de la posición, algo que Galileo ha buscado subsanar.
El reto de Galileo una vez puesto en marcha será
popularizar su uso entre la población, para lo que la Unión Europea ya está trabajando en disposiciones legislativas que fomenten la
inclusión de receptores específicos en teléfonos móviles y automóviles. Se espera que para 2018 los vehículos vendidos en Europa que cuenten con el sistema de llamada automática a los servicios de emergencias en caso de accidente (eCall) estén conectados a Galileo y no al GPS.