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Si no trabajas por tus sueños, alguien te contratará para que trabajes por los suyos. (Steve Jobs)

Por José Luis Zunni
Steve Jobs además de haber sido uno de los más importantes precursores de los últimos cincuenta años, era un pensador revolucionario, un auténtico filósofo. Nos tenía acostumbrados a pensamientos tales como “nosotros contratamos personas inteligentes no para decirles qué es lo que tienen que hacer…sino para que nos digan qué es lo que nosotros debemos hacer”.

Nuestra aportación de hoy la centramos en su mirada hacia un terreno tan privado como el de los sueños, instándonos como decimos en el título, a que tengamos los nuestros u otros nos ofrecerán trabajo para que los suyos se vean cumplidos. Lo cual no está mal, porque siempre vamos a tener sueños y a trabajar para otros, no es algo incompatible, más bien forma parte del paisaje.

En la vida está demostrado que la que siempre triunfa es la moderación. Hay que tener aspiraciones elevadas, expectativas moderadas y necesidades pequeñas. Pero aspirar a lo más alto no implica tener una ambición desmedida. Por el contario, si las personas no tienen aspiraciones y deseos de superación, la sociedad en su conjunto pierde.

La línea de separación entre el sueño personal y aquel otro sueño, que pertenece a otras personas al cual podemos contribuir con nuestro trabajo en una organización, es mucho más delgado de lo que imaginamos. Porque las NT’s y la gran revolución digital ha permitido que se democratice mucho mejor quiénes ostentan el conocimiento, cómo se distribuye y especialmente, cómo se genera. Pero el know-how pertenece a personas no a herramientas ni instrumentos. Nos valemos de ellos para superarnos, nada más.

Cuando nos miramos hacia dentro, esa visión que emana de nuestros principios y valores, es la que también le hacía decir a Jobs que “si hoy fuese el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que voy a hacer? Cuando la respuesta sea “no” durante varios días seguidos sabré que debo cambiar algo”.

Estamos siempre en constante lucha interna sobre aspiraciones, logros y mantener una apariencia de personas prudentes y normales. Porque ni la imprudencia se perdona ni el éxito que rompe moldes tampoco, en una sociedad occidental en que los logros ajenos parece que nos robasen los propios. En Oriente, es tal el respeto por aquellas personas que han abrazo el éxito, que lo único a que se puede aspirar es a emular esas acciones acorde con las circunstancias personales que a cada uno le toca vivir.

Por ello, Maya Angelou (1928-2014) autora, poeta, actriz y cantante estadounidense afirma “he aprendido que la gente olvidará lo que has dicho, también olvidará lo que has hecho, pero nunca olvidará cómo la hiciste sentir”. Y desde la óptica Occidental, el sentimiento de respeto y reconocimiento forma un límite intangible pero geográfico al fin, con otra forma sentir: la envidia y la crítica mal intencionada. Y ante la primera que es invisible y la segunda que surge casi por lo general de personas mediocres, no siempre se calla para guardar silencio, sino que se prefiere no decir nada para conservar la paz. A veces es mejor estar en paz que tener razón.

Entonces, ¿cómo sabemos si estamos haciendo lo correcto? ¿Si estamos eligiendo un camino que no nos conduzca al fracaso? Que estamos trabajando para nuestros sueños, como diría Jobs. Pero la vida nos hace comprobar a “golpe de experiencias” que lo que es correcto no hay que pensarlo, ni decirlo ni analizarlo. Tampoco lo elegimos, sencillamente es algo que se siente. Sabemos que es la elección adecuada.

Por el contrario, cuando algo que decimos o hacemos, nuestro interior nos indica que es incorrecto, la gran mayoría de personas pone freno a esa intención, porque ha tomado consciencia de que no es la actitud apropiada, por más que forme parte de sus aspiraciones, porque en definitiva, es nuestra propia conducta interior la que nos está diciendo que estamos mal encaminados. Que debemos cambiar el plan aunque no la meta.

El reconocimiento inmediato del error por nuestras acciones u omisiones es la actitud que nos hará firmes de carácter a lo largo de la vida. Incluso a decir de Jobs, si alguien nos contrata para contribuir al cumplimiento de sus sueños (el éxito de la organización que lidera), lo normal es que nuestros sueños sigan permaneciendo, porque no desaparecen de nuestra mente y espíritu, sencillamente se postergan, porque somos prudentes (la mayoría) y sabemos lo que podemos hacer hoy y mañana, mientras no estemos en condiciones de dar el salto para coronar nuestras aspiraciones.

Pero la prudencia y los sueños demorados los tenemos la gran mayoría de personas. Las que admiten a tiempo los errores y no como esa siempre existente minoría cuya presuntuosidad y deseo de no perder ninguna batalla, les hace justificar lo injustificable y pretender explicar lo que no puede explicarse. Esta actitud les vale tanto para engañarse a sí mismos como para hacerlo con los demás, familiares, compañeros de equipo, etc.

La diferencia entre una persona que es capaz de admitir el error y la que no, en referencia a la forma de encarar la incorrección, es tan clara, como que a la primera se le produce un enfrentamiento interno de sus principios, una especie de resistencia que le provoca temor y ansiedad, que según como termine la cosa, puede llevarle a una profunda frustración. En cambio, las personas que justamente no categorizamos como honestas intelectualmente y más bien son cínicas, sencillamente les da igual tanto la pretendida justificación por más rocambolesco que sea el elemento justificante, como el daño que puede hacer a otras personas.

Pero si es tan sencillo identificar lo correcto, ¿por qué cuesta trabajo hacerlo? Porque siempre surgen temores a equivocarnos tanto como a lo que pueda decirse o pensarse de nosotros si efectivamente erramos. Por eso hay que enfrentarse a nuestros miedos, terminar con las indecisiones y afrontar lo que tengamos delante. ¡Que no puede ser aún el momento en el que empecemos a construir el edificio de nuestras ilusiones y aspiraciones, no importa! Pero, como diría Jobs, seguimos trabajando por nuestros sueños.

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