Mahatma Gandhi al igual que Confucio, también gran conocedor de las miserias que trae a los países la ignorancia, decía con rotundidad que “vive como si fueras a morir mañana…pero aprende como si fueses a vivir siempre”. Porque si bien nuestro tiempo es finito, ya en época de Gandhi era tan grande el conocimiento mínimo que las clases sociales debían tener para salir de la pobreza, que lo simplificó magistralmente en que había que aprender día tras día como si no contara el tiempo.
Por ello, cuando hablamos de planificación en cualquier ámbito (personal, organizacional e incluso el político), tiene que hacerse pensando en que si hay cambio es porque hay evolución. O sea, el tiempo pasa y las circunstancias de mañana nada tendrán que ver con las de hoy. Y este es el punto en que gobiernos y políticos caen una y otra vez, como si de una ciénaga se tratase, porque no han sabido anticiparse no sólo al cambio, sino a cómo iban a ser los escenarios futuros en los que la sociedad iba a tener que actuar.
Un ejemplo cotidiano es el de los políticos, que se les escucha inmediatamente su opinión sobre cualquier tema candente a través de su cuenta de Twitter antes que la reflejen los medios. Y con ello creen que ya dominan el mundo digital. Opinar desde Twitter sí lo han comprendido bien, pero les falta aún mucho recorrido que hacer en cuanto a políticas que antepongan las personas a cualquier otra consideración. Confucio, Gandhi y los grandes líderes de la historia, se destacaron justamente por anteponer las personas a todo lo demás.
También Confucio nos ilustraba con una de sus reflexiones más agudas: “mediante tres caminos podemos aprender la sabiduría: con la reflexión que es el más noble; con la imitación que es el más fácil; por la experiencia que es el más amargo”. Nos preguntamos: ¿cuál es el que con frecuencia utilizamos personas, organizaciones y gobiernos? Respecto a las personas, es evidente que los sinsabores y demás sobresaltos a la que la vida nos desafía, nos crea una piel especial para soportar el dolor y recuperarnos de él: la llamada resiliencia. Pero también la experiencia nos brinda momentos de alegría y positividad. En cuanto a las organizaciones, la cultura organizativa emanada de la trayectoria exitosa de una empresa así como de sus errores que habrán tenido que capitalizar y aprender de ellos. En todo caso, de la buena focalización de cuáles son los retos, surgirá la buena dirección para cumplir objetivos y metas. En cuanto a los gobiernos, es aquí en dónde las sociedades vuelven a tener sus tropiezos habituales, porque los políticos no piensan -como diría Confucio- en los próximos 100 años y consecuentemente, educar hoy a las que serán las generaciones protagonistas del mañana. Si así fuera no habrían sucedido -como es el caso español- cambios de planes de estudios según sea el signo político del gobierno.
Pero cuando en una empresa el líder transmite cuál es la visión que tiene que tener el personal, explicando con transparencia objetivos y metas, ¿qué es lo que está persiguiendo? Que las personas y equipos se comprometan. Porque el compromiso de éstas con la organización y de la dirección con aquellos, es la forma de lograr buenos resultados. Benjamin Franklin señalaba esto con su aguda inteligencia: “cuéntame y me olvidaré…enséñame y me acordaré…involúcrame y entonces aprenderé”.
Involucrarse, por ejemplo, en una cruzada benéfica, tiene más posibilidades de éxito que cuando un político dice “prometo cumplir fielmente mis obligaciones” que lamentablemente la experiencia demuestra, que no han venido (no generalizamos pero ya son muchos los que lo han hecho) a servirse y no a servir. Cuando esto ocurre, desmotiva y desmoraliza a la ciudadanía, porque es consciente del mal camino por el cual esta sociedad está transitando.
Entonces, cómo exigirle responsabilidad para que mire el futuro y aliente la educación de los niños y niñas de hoy. Con mayor exigencia legal. Con responsabilidades civiles y penales cuando haya que aplicarlas y sin dudas ni miramientos. ¡O es acaso el bloqueo de gobierno menos grave que la obstrucción de la justica y éste es un delito tipificado en el Código Penal!
Cuando Gandhi decía que “que nunca podrás estar seguro de los resultados de tu acción…pero si no haces nada tampoco habrá resultados” es la confirmación que estos grandes líderes se aferraban a la experiencia como aprendizaje. No la temían ni la eludían. Tampoco se amparaban en justificaciones estúpidas, verdades a medias y falsedades. La realidad para ellos era la única verdad. Para los políticos, la verdad es algo discutible y debatible, cuestión que como diría cualquier jurista es “nulo de nulidad absoluta”.
Gestionan mal el presente, por tanto condicionan el futuro de la sociedad. Cuanta más dudas y malas políticas en las medidas de hoy más imprecisiones y consecuencias negativas para la ciudadanía el día de mañana.
Cuando afirmamos que el buen liderazgo “es hacer que otros se sientan mejor como resultado de la presencia del líder y estando seguro que su impacto durará cuando esté ausente", representa una posición efectiva en cuanto al manejo del tiempo, porque la única manera de que se hable bien de alguien cuando ya ha cumplido su ciclo en esa organización, es porque miró al futuro y tomó decisiones buenas para la organización y su gente.
También ocurre en la política, aunque en mucha menor medida. Son excepciones los políticos bien recordados, por haber planificado el futuro para las sociedades en las que les tocó gobernar.
El presidente Kennedy, en un discurso con motivo de la graduación de nuevos universitarios en la Universidad de Harvard, hizo un llamamiento a los jóvenes graduados: “Vosotros formáis parte del tiempo que les toca vivir…pero a su vez tienen una obligación porque forman parte de la nación”.
Es evidente que cada generación tiene la responsabilidad de encarar y resolver los problemas de su época. Pero también es cierto que los que le han precedido y hoy están en puestos de responsabilidad política, tienen la obligación de mantener abiertos los caminos por los que seguirá transitando el futuro de una sociedad. El futuro no es un fin en sí mismo…es un tránsito permanente que las personas y los políticos tienen la obligación de proteger y mejorar. La única forma es educando a los niños, entonces sí se garantizarán al menos esos cien años a los que aludía Confucio.