La ICANN se convertirá en un organismo totalmente autónomo al desligarse de la supervisión estadounidense. La transición ha supuesto un punto de fricción política en varios países: todos quieren controlar Internet.
El 1 de octubre de 2016 comenzará una nueva etapa en Internet: es la fecha en la que vence el contrato del gobierno de los Estados Unidos para controlar (o supervisar) la Corporación de Internet para la Asignación de Nombres y Números (ICANN), el organismo que gestiona las direcciones del protocolo IP (los dominios de Internet), entre otros asuntos. Este organismo sin ánimo de lucro, fundado en 1998, nació para sustituir a la IANA (Internet Assigned Numbers Authority), que era gestionada por la Universidad del Sur de California tras la petición del Departamento de Defensa de los Estados Unidos. El nacimiento de la ICANN pretendía internacionalizar Internet y crear un organismo desligado de los Estados Unidos para que otros actores (empresas, particulares, gobiernos o ingenieros) controlasen algo tan importante como las direcciones de las webs. El objetivo era evitar el nacimiento de una especie de ‘ONU de Internet’ en la que solo estuvieran presentes gobiernos. Sin embargo, Estados Unidos mantuvo un papel prioritario, aunque temporal, en la ICANN para ayudar en su puesta en marcha y dotarla de independencia definitiva en el futuro. Y ese futuro es ahora, aunque no será fácil.
El Gobierno estadounidense, con Obama a la cabeza, está dispuesto a ceder ese control sobre la ICANN, como estaba previsto. De hecho, los próximos Presupuestos federales ya prohíben dedicar más dinero a este organismo, algo que desde el Partido Republicano (y en plena campaña electoral) no ven con buenos ojos. El senador Ted Cruz se ha convertido en la cara visible de una lucha política que ha puesto a Internet en el centro del debate: opina que Estados Unidos no debería ceder el control que ejerce actualmente sobre la ICANN para evitar que el poder pueda trasladarse a países como China o Rusia, ansiosas por controlar no solo el Internet que circula dentro de sus fronteras, sino el que circula por todo el planeta.
Lo cierto es que la ICANN no tiene ningún poder sobre la libertad de expresión en Internet: su labor se limita a cuestiones técnicas relacionadas con direcciones IP y nombres de dominio, sin poder gestionar en ningún caso los contenidos que circulan por la Red. Ni siquiera puede evitar los cortafuegos o prevenir los ataques informáticos. Tampoco podría, por tanto, promover estas iniciativas contrarias a los principios de la Red. Esta idea ha sido defendida por Tim Berners-Lee, ‘padre’ de Internet, en un artículo publicado en The Washington Post en el que explica que “desde nuestro punto de vista técnico y de política, creemos que no es una forma efectiva para los Estados Unidos el apalancarse en la ICANN para forzar a algunos países a terminar con la censura”. Esto desmonta el argumento de quienes sostienen que el control estadounidense debe mantenerse para proteger la libertad de expresión en Internet. “[Ted] Cruz no explica cómo podría utilizarse la ICANN como herramienta de censura”, se pregunta Berners-Lee.
Mientras el debate amenaza con paralizar la Administración estadounidense, ya que los republicanos están dispuestos a forzar el cierre del gobierno negándose a aceptar los primeros Presupuestos de la era Internet que no destinan fondos a la ICANN, el sector digital se posiciona a favor del desprendimiento estadounidense como forma de avanzar en la independencia de los organismos reguladores de la Red. “No hay ninguna ley o tratado internacional que ponga en existencia Internet o que fuerce a todo el mundo a usar los mismos estándares y tecnologías. Más bien es un esfuerzo voluntario de todas las personas alrededor del mundo”, explica Berners-Lee.
Todo parece indicar que se cumplirán los planes previstos y que a partir del 1 de octubre la ICANN será un organismo totalmente independiente de todo gobierno. La ICANN deberá seguir el modelo multistakeholder (multiparticipativo e internacional) para preservar la carencia de peso que tienen los gobiernos sobre las cuestiones técnicas que permiten el avance de la tecnología. El modelo alternativo, defendido por Rusia o China, es el ‘multilateral’ o intergubernamental: aquella ONU digital formada únicamente por gobiernos que precisamente se buscaba evitar en 1998. “Para que la Red funcione necesitamos un consenso mundial sobre las normas técnicas y procedimientos operativos como los que se administran por la ICANN”, explica Berners-Lee. “Sin este consenso, las redes operadas por numerosas empresas en más de 100 países dejarán de fluir, los sitios web diseñados por las empresas que lideran Internet y por cientos de millones de personas dejarán de funcionar. Y los propios nombres de dominio que utilizamos para identificar estos sitios web darán error”, alerta. Se calcula que hay cerca de 1.100 millones de webs online en la actualidad, con un tráfico global que superará 1 zettabyte (1 trillón de gigabytes) por primera vez este año, el equivalente a 152 millones de años de vídeo en alta definición. Internet se juega su futuro cuando ha conseguido ser el presente.