Mal estamos en la Unión Europea entre el Brexit, la llegada masiva de inmigrantes, el populismo rampante, la austeridad y una economía con latido plano. Ahora hay que añadir que, al parecer, los chicos de Jean-Claude Junker son luditas y no lo saben. Su propuesta para regular los derechos de propiedad intelectual en Internet recuerda la reacción de los artesanos británicos en el siglo XIX que proponían quemar los telares. Al parecer, la prepotencia de los grandes editores alemanes, con Axel Springer a la cabeza, ha logrado imponer sus tesis proteccionistas.
La protección del copyright que ha propuesto la Comisión es un lamentable intento de fortalecer a los desfallecientes medios tradicionales, sobre todo a los más poderosos, encabezados por los grupos alemanes. Por lo visto no se han enterado de lo que pasó en España y en Alemania, donde el intento de establecer una tasa al enlace en Internet se ha quedado en una vía muerta.
Ray Kurzweil viene repitiendo una y otra vez que hay que repensar de arriba a abajo todas las leyes de propiedad intelectual, que datan del siglo XIX. De manera general se establece un ciclo de 20 años para la innovación tecnológica, pero hoy día la aceleración es tal que dichas innovaciones pueden envejecer en tan solo un año. Sucede que el sistema de propiedad intelectual vigente falla completamente en la función crítica de atraer inversión y capital a la innovación digital. Ante esta situación, muchas compañías innovadoras optan por poner en marcha iniciativas de fuente abierta, como es el caso de Google con TensorFlow.
Veremos qué pasa en la Eurocámara, donde existe por ejemplo un grupo parlamentario denominado Save Link, que se opone frontalmente al cobro por enlazar artículos en la Red. Si Europa se equivoca en la filosofía de fondo que debe presidir el mercado único digital, corremos el riesgo de perder clamorosamente el tren del futuro.
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