John Ernst Steinbeck (1902-1968) fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura (1962) y autor de conocidas novelas como “De ratones y hombres” o “Las uvas de la ira”.
Pero vale la pena completar el pensamiento al completo del cual hemos extraído una parte para nuestro título de hoy: "Y es en esto en lo que creo: la mente libre y exploradora del ser humano es la cosa más valiosa del mundo. Y por estas cosas voy a luchar: la libertad de pensamiento para que tome la dirección que desee, no dirigida (Se refería claramente a la no intervención de una autoridad pública o también algún tipo de dogma). Y por estas cosas voy a luchar contra cualquier idea, religión o gobierno que limite o destruya al individuo. Eso es lo que soy y lo que seré”.
Steinbeck nos plantea un dilema moral interesante: ¿qué es una sociedad libre en realidad? ¿Es la que nos creemos que es porque decimos lo que queremos o vamos a dónde deseamos ir? ¿O porque tenemos acceso a la información en tiempo real de todo lo que sucede creyendo que lo controlamos y formamos parte de ello, por el sólo hecho de que los medios de comunicación masiva nos lo pongan en bandeja?
Es evidente que en realidad no es así. Siempre existe y existirá un poder superior, generalmente en la sombra, o sin estar agazapado como la leona en la sabana antes de lanzarse a la carrera por su presa, nos muestra su “cara bonita” (caso de los partidos políticos) que nos tratan de vender la idea una y otra vez que son la esencia de la democracia y el estado de derecho, cuando en realidad son los que de manera más contumaz han contribuido a poner en jaque, al menos en España, a las auténticas instituciones que son las que conforman ese estado de derecho que pertenece a todos los ciudadanos.
Steinbeck nos hace reflexionar también cuando dice que va a luchar por una libertad de pensamiento, la que sea y que tome la dirección que deseé. ¡Y OH CASUALIDAD!: nos están bombardeando un día sí y otro también sobre la ideología y los principios, así como sobre la corrupción y la regeneración democrática. Pero la paradoja que se está dando en España, es que a contrario sensu de lo que sostiene Steinbeck, la libertad que nos venden sí está dirigida por intereses partidistas, además del pernicioso efecto de los personalismos que tanto daño están haciendo en este bloqueo institucional sin sentido en el que todos estamos atrapados. El poder en la sombra al que se refiere el gran autor americano aflora todos los días y no precisamente en beneficio de la mayoría ciudadana.
Steinbeck nos dice también que “un viaje es una persona en sí misma, ya que no hay dos iguales. Y todos los planes, garantías, supervisión y coerción son infructuosos. Porque nos encontramos que después de años de lucha y sin haber realizado ningún viaje, es el viaje el que nos lleva”, porquees el propio devenir que nos presenta la vida.
Steinbeck nos ofrece con este pensamiento otra cuestión de actualidad: el tiempo no espera a nadie…tampoco a los políticos. Estamos en España por culpa de la gran incompetencia de la clase política (excepto algunas pocas excepciones) a merced de sus propios viajes, que son los que creen que nos van a endosar porque los ciudadanos y ciudadanas siempre terminan comulgando con ruedas de molino. Pero el presente en una sociedad moderna y evolucionada como es la española tiene aristas que ellos (los políticos) no pueden controlar…aunque crean que si pueden hacerlo. Nos referimos a que ese viaje tiene la carta de naturaleza del individuo como tal. No es posible contentar a todos con las políticas porque no existe gobierno en el mundo que pueda hacerlo. Pero sí se puede cuando existe un líder o varios que anteponen a sus intereses personales y partidistas el de las personas y sus problemas cotidianos. Quién interprete al menos en una parte sustancial los intereses de los ciudadanos, será el que pueda llegar a ser comprendido e incluso querido por el pueblo. Justo lo contrario de lo que les sucede en España hoy día a los políticos que lo único que han generado es una ola de indignación. Soluciones que hay que dar y no pueden demorarse, en vez de palabras huecas, tanto en intención como en contenido.
Cuando Steinbeck afirma que “el escritor debe creer que lo que está haciendo es la cosa más importante del mundo. Y debe aferrarse a esta ilusión aún, cuando él sabe que no es verdad”, no habla sólo sobre novelistas y el amplio espectro de los intelectuales que escriben. Se está refiriendo a cualquier profesión, oficio o trabajo. Que cuando se ejerce con nobleza y humildad, sí aflora ese sentimiento de gran satisfacción por la labor realizada. Por tanto es cierta la creencia que cada persona puede albergar sobre la importancia que atribuye a su actividad.
Pero va más allá: para que esto sea cierto debe pensarse sólo en el alcance real de ese trabajo y/o profesión. El servicio que se da por nuestro esfuerzo que es recompensado por un salario o por récord de ventas de un libro para el escritor. La cuestión estriba cuando la persona no tiene suficiente con este sentimiento, o mejor dicho no le importa, como una gran mayoría de políticos que han utilizado las instituciones (locales, autonómicas y nacionales) en España para lucrarse más allá de lo que podían y debían hacer. No sólo por impedimento legal, sino por una razón ética y moral. Este es el límite que se cruzó y que costará dos o tres generaciones de españoles volver a la casilla de salida. La de la España seria. La de nuestros abuelos. La que cuando un español iba por el mundo en su calidad de emigrante, se asimilaba nacionalidad española con un buen trabajador.
¿Y saben por qué están perdidos los políticos, sintiendo en sus carnes el tremendo fracaso al que nos han sometido? Porque temen a esa libertad de pensamiento del individuo que Steinbeck pregonó mejor que nadie.