El líder que por la noche en familia está visualizando una película cómodamente con sus piernas estiradas en una pequeña extensión del sofá, pero con su portátil abierto y repasando e-mails, no es precisamente una forma de quitar tensión al largo día, más bien, es agregar una buena carga emocional hasta el último minuto antes de irse a la cama. Y aunque a algunos les parezca mentira que es posible este cambio de actitud – por ejemplo, si comparte una película en familia debe hacer no más que eso y olvidarse de los e-mails y plantillas Excel -, puede lograrse si notamos que estar trabajando (haciendo ejercicios) para sentirnos en buena forma física y mental, nos provoca una gran satisfacción porque podemos compartir más horas con los nuestros, además de valorar el uso del tiempo que hacemos y cómo compatibilizamos vida laboral y familiar.
El sentimiento positivo que se crea nos ayuda a ser conscientes que estamos dedicando a cada cosa su tiempo y espacio, entonces nuestra capacidad para manejar el estrés y la carga acumulada de tensión no sólo mejora, sino que aumenta nuestra confianza. Lo de dejar el portátil en la mesa y no sobre las piernas mientras reposamos en el sofá, es una señal clara de que ya hemos comprendido que es mejor sentirnos bien y relajarnos, que creer que somos imprescindibles, pero con el agravante de pensar que toda la organización y nuestra gente dependerá de que estemos al frente de ellos (pensando y preocupándonos en el sofá con el portátil) hasta que el cansancio nos haga “caer en la cama”.
Nuestro personal estado físico y mental (cómo nos sentimos) es la primera de las cosas que debemos de tener en cuenta, si queremos estar al frente de los retos que se nos presentan a diario como líderes, a los que hay que sumar los agobios de los negocios como consecuencia de la complejidad actual de los mercados, la necesaria competitividad que tienen que mantener las organizaciones y el permanente estado de incertidumbre sobre cómo van a suceder las cosas a nivel macro. Todo esto nos abruma y nos consume en exceso las energías disponibles en el cuerpo y en la mente, lo que hace que haya días que directamente como a casi todos nos ha sucedido en algún momento, hagamos uso de la expresión tantas veces dicha aunque no por ello menos cierta de: “hoy no puedo con mi cuerpo”.
Partimos de la base que el tiempo de los líderes es limitado. Agendas demasiado comprimidas para poder llevar a cabo todos los planes que tiene cada semana. Por tanto, si no encuentra un tiempo y espacio para introducir ejercicios de meditación tipo yoga o similares (gimnasia respiratoria), la rutina operará como un dique de contención, haciendo que día tras día vaya posponiendo esa decisión que no toma nunca, de interrumpir la secuencia de tareas y responsabilidades para incorporar determinados ejercicios físicos y mentales. Que además los puede ejercitar en el mismo trabajo, no sólo en casa. Basta con saber buscar nuestro momento y que no nos interrumpan.
¿Pero cuál es el enfoque novedoso que presentamos hoy desde esta tribuna?
Este tipo de ejercicios no sólo ayuda a mantenerse en forma, sino que puede vincularse cada uno de ellos, a un aspecto de su responsabilidad de liderazgo. Al pensar en el ejercicio de esta manera, no se sentirá tan culpable por el tiempo dedicado a hacer el entrenamiento. Hemos insistido en varias ocasiones, el principio que regula el estudio de las competencias emocionales: tener claro que las personas somos una masa de emociones contenidos en un cuerpo y mente. Ésta última actúa como un disco duro de un ordenador, dando entrada a todo tipo de estímulos generados en el exterior que nos van sucediendo todos los días a lo largo de nuestra vida.
Por tanto, la pregunta es: ¿cada cuánto debemos hacer que nuestra mente haga un ejercicio de distensión, para liberarla de tantos inputs que terminan agobiándola? Esta percepción es privativa de cada persona, pero les daremos una pista a través de hábitos que las personas realizan a diario. Por ejemplo, aquellas que tres o cuatro días a la semana (algunos todos los días) se ponen el equipo deportivo y practican unos 50 minutos aproximadamente de marcha forzada, footing o simplemente caminar. Cuando estas actividades deportivas se convierten en un hábito que no podemos dejar de hacer, porque cuando no los practicamos nos sentimos mal o que nuestra sensación es que estamos cargados de tensión, etc., es entonces la señal de que sí hemos logrado desarrollar nuestro particular método de relajación que nos permite recargar “baterías” (llenarnos de energía) y revitalizar nuestra mente y nuestro estado anímico.
Pero si no complementamos la relajación mental con el ejercicio físico, no se termina de descomprimir el mapa de tensiones que afectan nuestra salud. Esa sensación constante de sentirnos cansados, que nos cuesta levantarnos e incluso entrar al ritmo habitual de nuestras tareas, algo así como “nuestra velocidad de crucero”. De ahí que sea bueno que repartamos tiempo entre actividad física con meditación, lo que no significa que una se tenga que hacer prescindiendo de la otra. Puede perfectamente hacerse marcha forzada durante una hora, pero previamente hacer ejercicios de precalentamiento muy suaves que consisten en gimnasia respiratoria que aprovecharemos para que nos ayude a pensar en el día o semana que tenemos por delante.
Hay ejercicios que debemos hacer en casa, como por ejemplo, centrar nuestra mente en la música que escuchamos con la cabeza reclinada. La posición cómoda se tiene que lograr no sólo por acomodarnos en un sofá o sillón que nos sea agradable y facilite la relajación, sino que hay que quitar o neutralizar los ruidos externos todo lo que se pueda (ventanas cerradas si viene mucho ruido de la calle) y de alguna manera concentrarnos en la música suave que nos hace bien (la elegimos porque es de nuestras preferidas).
Si logramos eliminar los estímulos externos (cualquier forma de ruido), la concentración será mucho más útil porque permitirá un nivel de relajación mayor y liberación de energías negativas. En esta primera parte del ejercicio, es conveniente hacer unas cuantas inhalaciones y exhalaciones profundas, porque la respiración lenta y pausada ayuda a que todo nuestro metabolismo se ponga en un punto neutro de tensión, justamente lo contrario a la carga constante de tensión que hacemos de nuestra mente mientras trabajamos.
La llave de este ejercicio, es que debemos ser conscientes de que estamos practicando la relajación y que no queremos pensar en nada. Pero justamente para que nuestra mente no se vuelva a cargar de pensamientos y recuerdos sobre las tareas y responsabilidades que tenemos entre manos este mismo día de hoy, lo que hay que hacer, es inhibir la entrada de pensamientos y datos así como recuerdos, bloqueándolos de dos maneras: no dejar que entren en este momento (por ejemplo, olvidarse de la preocupación de una reunión que tenemos este mediodía) o directamente, si hemos sido incapaces de frenar dichos pensamientos que nos abruman, hacer que salgan inmediatamente de nuestro estado mental de relajación, para lo cual hay que concentrarse en la música, pensar en una imagen que nos sea grata y nos alivie las tensiones (por ejemplo, recuerdo de unas vacaciones en las que practicamos submarinismo) y sentir que esas emociones positivas se adueñan de toda nuestra mente y bloquean la agenda a la que inconscientemente siempre terminamos apelando. El pensamiento positivo no sólo es vital para emprender las acciones que debemos implementar día a día, sino que nos ayuda a superar enfermedades o problemas.
Ejercicios de meditación orientados a problemas concretos de liderazgo
No debemos caer en el error de creer que por el solo hecho de tener un pensamiento positivo, todos nuestros agobios y problemas quedan resueltos. Justamente, el pensar positivamente es una actitud, pero tiene que estar fundada en una visión clara (buena percepción de la realidad) y no mediante el autoengaño, que lo único que provoca es un estado emocional posterior negativo, en cuanto nos damos cuenta que lo único que pretendíamos hacer era creer que la situación la teníamos controlada cuando en realidad el control lo ejercía ella (la situación) sobre nosotros.
El líder efectivo tiene muy claro este tipo de errores y ayuda a su gente (les forma en ello) a que sepan cómo y cuándo afrontar el problema o de qué manera anticiparse al cambio. Por tanto, será éste líder que tiene mucha presión encima para que las cosas se hagan y salgan bien, el que deberá recurrir a métodos de relajación orientados a las acciones que hay que llevar a cabo.
Cuando se hace su composición de lugar de que no hay que preocuparse por nada (en realidad sí se está preocupando), lo que hace es marcar los límites de actuación de su parte y la carga emocional que tendrá para que todo vaya bien, por lo que la vinculación de una meditación u otro ejercicio de relajación y respiración profunda con la acción concreta de liderazgo, tiene que pasar forzosamente por su “black box” (caja negra) que fabrica en su mente ex profeso para controlar las variables que están en juego.
Piensa en ellas: tiempos, asignación de recursos, personas implicadas del equipo, capacitación y formación requerida, etc.
En su mapa mental está perfectamente estipulado el orden de principios y valores que regulan el pensamiento de este líder. Pero además de ello, tendrá que enfrentarse a las emociones (la carga que recibe a diario por la tensiones propias del cargo y responsabilidad), pero no podrá engañarse a sí mismo viendo lo que no es (focalizando mal) y negando una realidad que a ojos vista puede afectar todo el proceso de dirección. Cuando no controla esta lucha entre emociones y valores, le generará más estrés que, a su vez, contribuye a agravar su estado emocional e incluso con riesgo de enfermedad (los nervios pueden descontrolarse y tener que ser tratados) o simplemente generarle un malestar pero que puede corregir.
Sin embargo, lo que verdaderamente tendrá un efecto curativo, tanto a nivel físico como a nivel emocional, es ser capaz de tener la mente en paz y en silencio. Entonces, el ejercicio adecuado al problema de liderazgo, le eliminará todas y cada una de estas preocupaciones. Porque cuando se está en silencio (existen terapias de silencio) y en plena meditación, lo primero que hace después de los pasos de respiración ya explicados más arriba, es relajarse con el pensamiento de que sí cuenta con todos los recursos necesarios para afrontar el reto de liderazgo que identifica con precisión. La tranquilidad y la quietud interior tienen también un gran efecto curativo (para la tensión y estrés) porque desactivan los que operan como “acumuladores” de tensión, sean ambientales, del trabajo en sí, de la decisión que se está evaluando, etc.
Cuando se practica la meditación vinculada a la acción que tenemos que enfrentar, se incorpora un sentimiento de seguridad y confianza de que vamos a ser capaces de llevar a cabo lo programado a pesar de las dificultades. Estamos acallando la mente (no se dispara con pensamientos negativos o de negación y dudas sobre lo que tenemos que hacer), bajan nuestras pulsaciones, la respiración es pausada y equilibrada.
José Luis Zunni es el director de la edición online de ECOFIN. Miembro de la Junta Directiva de Governance2014. Coordinador académico de la Red e Latam del grupo media-tics.com. Ponente de seminarios de Management y liderazgo de la EEN (Escuela Europea de Negocios) y coordinador del Foro de Management y Nueva Economía de la EEN. Analista de la realidad actual, especialmente en los aspectos económicos, políticos y sociales. Experto en Management y formador de directivos y profesionales en las técnicas de liderazgo.
Ximo Salas co-autor del libro “Mejora y gana (Manual de marca personal para la búsqueda de empleo)”.Fundador de Crea Community (Social Media and Human Resources Company). Consultor, conferenciante y formador. Miembro de la Junta Directiva de Governance2014