La proliferación de empresas que imitan el modelo de Spotify ha conseguido cambiar el negocio de la música y migrarlo hacia plataformas que ofrecen escucha pero no posesión.
Spotify fue la primera plataforma para escuchar música en streaming, pero tras ella llegaron muchas más: Pandora, iTunes, Google Music, Tidal, Amazon Music… Todas ellas tienen el objetivo de ofrecer gigantescos catálogos musicales en streaming de forma legal y con la posibilidad de descargar contenido para escucharlo sin conexión a Internet, crear listas, puntuar canciones, etc. Tener toda la música sin tenerla. Escuchar sin poseer.
Este modelo, tras las turbulencias que causó en sus inicios, se ha impuesto como el predominante en la industria, que ahora acepta con cierto estoicismo un futuro marcado por los intermediarios que deciden qué hacer con su producto. De hecho, y según cálculos de la Recording Industry Association of America, los proveedores de música en streaming crecieron un 29% en 2015, hasta alcanzar una facturación superior a los 2.400 millones de dólares (el 34,3% de los ingresos totales de la industria). Es la primera vez que se supera la barrera de los 2.000 millones, lo que anuncia el “sorpasso” de este modelo de negocio.
En paralelo, los ingresos por descargas legales cayeron un 10% en el mismo periodo, hasta los 2.300 millones de dólares (el 34% de las ventas totales en la industria).
La venta de formatos físicos cayó otro 10%, hasta quedarse en 2.000 millones de dólares (28,8% de los ingresos). La nota curiosa la pusieron los vinilos, cuyas ventas subieron un 32%, alcanzando los 416 millones de dólares de facturación, la cifra más alta desde 1988. Tradición y tecnología no siempre están reñidos, sobre todo si hay música de por medio.