Elon Musk cree que el mundo en el que vivimos sólo es una simulación del mundo real y que los humanos somos los personajes del videojuego de una civilización más avanzada.
En el Mito de Caverna, Platón habla de unos humanos encadenados a un muro cuya única realidad conocida son las sombras que otros humanos, a su antojo, proyectan en una pared. Esas sombras son la verdad para los encadenados, pero es una realidad ficticia, dado que existe un mundo fuera de la cueva totalmente desconocido: el mundo real.
Elon Musk, a juzgar por las sorprendentes declaraciones que ha hecho esta semana en el Recode, una conferencia anual que se celebra en California (Estados Unidos), piensa algo similar de nosotros y de nuestro mundo. Según su teoría, los humanos seríamos los encadenados y el mundo que tomamos por real no sería sino un videojuego, una simulación, en manos de una civilización más avanzada. Nuestro mundo, todo lo que conocemos, no son más que las sombras que otros proyectan en un muro que hemos tomado como realidad de un mundo ficticio, en el que somos meros personajes.
Su argumento se explica partiendo del Pong, el popular videojuego que arrasó hace tres décadas: si en este tiempo hemos pasado de un par de barras y un cuadradito (ni siquiera era una bola redonda) a realidad virtual, realidad aumentada e Inteligencia Artificial… ¿cómo sabemos que una civilización superior no ha llegado a dominar la tecnología de tal manera que nosotros seamos los personajes de una realidad virtual creada por ellos? Aunque admite que la probabilidad es “una entre miles de millones”, Musk no lo descarta por completo.
La teoría de Musk se centra en que esa civilización habría creado gráficos extremadamente realistas, hasta el punto de pasar al plano físico y dejarse tocar, aunque en todo videojuego que se precie los personajes cogen objetos sin que necesariamente sean gráficos asombrosos. La inteligencia artificial creada por esa civilización dotaría de pensamientos y libre albedrío a cada personaje de ese videojuego de realidad virtual. Esos personajes seríamos nosotros, tú y yo, con nuestra propia iniciativa en realidad preprogramada por un desarrollador. Somos capaces de razonar y de movernos por un entorno que ha sido programado por otra persona (o ser) de superiores características que nosotros.
El argumento de Musk ya dio para una película de 1999, “Nivel 13”. En ella, una civilización crea una realidad virtual cuyos personajes crean, a su vez, otra realidad virtual dentro de la primera, y así progresivamente en un proceso continuo. Tantas realidades virtuales paralelas y dependientes unas de otras podrían terminar por confundir a los personajes encerrados en cada uno de esos niveles, entre los que estaríamos nosotros. Parece mentira que sólo el pequeño David fuera capaz de preguntarse si “¿es esto el mundo real?” (y tuvo que ser bajo los efectos de la anestesia que su dentista utilizó con él…).
En el Mito de la Caverna, Platón explica que si uno de los hombres encadenados lograse liberarse, podría darse la vuelta y mirar los elementos que componen la verdadera realidad: los objetos que producen las sombras que hasta entonces había visto, y aún más que eso (árboles, nubes, el Sol…). Buscaría liberar a sus compañeros aún encadenados para compartir con ellos la otra cara de la realidad (la real, no la proyectada), pero sufriría las risas de los encadenados, quienes pensarían que el Sol habría cegado sus ojos y le haría pensar que hay un verdadero mundo real ahí afuera.
Cada uno deberá decidir en qué lado posicionarse: en el de el desencadenado que ha venido a contarnos la verdad que hay tras el muro o en el de el encadenado que sigue empecinado en que las sombras que ve son la verdadera realidad.