“Hay algunos lugares de Europa y algunos intereses en Europa donde la primera inclinación es proteger el pasado del futuro”, dice el máximo ejecutivo de Google para el continente europeo.
El máximo ejecutivo de Google para Europa, Matt Brittin, ha dado un tirón de orejas a los políticos europeos: si no reaccionan a tiempo y facilitan el desarrollo de la economía digital, el continente se verá superado también por China, lo que enviará a la Unión Europea y a sus empresas al tercer puesto en importancia e innovación (en primer lugar seguirá, de momento, Estados Unidos).
“Hay que hacer una tarea educativa” en Europa, dijo Brittin al Financial Times. “Nosotros y otros tenemos mucho que hacer”.
Las compañías tecnológicas estadounidenses no están muy contentas con las leyes europeas, más restrictivas que las americanas en lo referente a prácticas monopolísticas y protección de la privacidad. De ahí que estas empresas lleven años peleándose con la Unión Europea, especialmente Google, a quien la Comisión Europea investiga ahora “con detalle” por si hubiera violado las normas antimonopolio en las búsquedas de Internet. Además, las Autoridades europeas también están investigando al sistema operativo de la compañía, Android, y a la plataforma de vídeos YouTube, proponiendo en este último caso un reparto mayor de los ingresos para los titules de los derechos de los contenidos que alberga.
Con todos estos frentes abiertos no es de extrañar que Google lance ahora este dardo envenenado a los poderes europeos. Además, la compañía californiana también ha tenido problemas a nivel local: en España cerró Google News cuando el Parlamento aprobó una ley que obligaba a pagar por enlazar determinados contenidos, mientras que la presión de los medios de comunicación de Alemania, de Francia o de Reino Unido llevaron a Google a fundar la News Initiative como forma de compensar con subvenciones las pérdidas ocasionadas a los diarios en papel a causa de los servicios del buscador.
Además de Google, Facebook o Apple también han tenido problemas con las Autoridades europeas, por no hablar de Uber, servicio que incluso ha sido prohibido a nivel judicial en algunos países del continente (como España), o la presión que muchas empresas tradicionales están ejerciendo sobre Airbnb. Incluso empresas creadas en Europa, como la sueca Spotify, han amenazado con trasladarse a Estados Unidos si no reciben más apoyo de los gobiernos de la región, en este caso el de Suecia. A esta amenaza se une, además, la capacidad que tienen las empresas estadounidenses y chinas para hacerse a golpe de talonario con cualquier start-up que surja en suelo europeo, lo que provocaría que nunca se pudiera competir en igualdad de condiciones con los gigantes nacidos a ambos lados de Europa, que se quedaría impávida en un tercer puesto en la carrera digital.
“Si los servicios y productos que se están utilizando no se hacen en Europa, serán hechos en China, Asia, el Pacífico o Silicon Valley, y será una gran oportunidad perdida”, explica Brittin.
Dos modelos enfrentados
La raíz del problema está en que existen dos modelos claramente diferenciados, pero a la vez un tanto peculiares: mientras que en Estados Unidos los poderes públicos abogan por una menor regulación en lo referente a la protección de la privacidad de los usuarios como forma de luchar contra el terrorismo, en la Unión Europea las Autoridades están convencidas de que la privacidad es irrenunciable. Sin embargo, en Estados Unidos las compañías tecnológicas están librando una dura batalla contra el Gobierno para proteger la privacidad de sus usuarios, mientras que en Europa las empresas digitales plantean levantar la mano para que la excesiva regulación no les perjudique a la hora de crecer.
Pese a eso, la Unión Europea aprobó recientemente la GDPR (General Data Protection Regulation), un Reglamento que busca armonizar las leyes de los 28 estados miembros en materia de protección de datos personales, con disposiciones que proporcionan a los ciudadanos la forma de acceder a los datos que almacenan las empresas privadas sobre ellos. También regula la forma en que las empresas almacenan y gestionan esos datos, limitando el uso que pueden hacer de ellos.
En un mundo en el que los datos son el nuevo petróleo, este tipo de leyes complicarían el uso que hacen las empresas de ellos, algo que ha convertido a estas compañías digitales en las líderes de sus sectores. “Es esencial convertir los datos en información. Tiene que ser una prioridad de la industria porque por ahora no se utilizan correctamente", explicó Michael Levie, fundador de la cadena de hoteles CitizenM, durante el Consejo Mundial de Viajes y Turismo, centrado este año en el Big Data y la Inteligencia Artificial.
Sin embargo, la Unión Europea busca el equilibrio entre la protección de la privacidad de sus ciudadanos y el desarrollo de la industria digital. De hecho, uno de los grandes proyectos pendientes en la creación del Mercado Único Digital para Europa, basado en tres pilares: 1) Mejorar el acceso de los consumidores y las empresas a los bienes y servicios digitales en toda Europa; 2) Crear las condiciones adecuadas y garantizar la igualdad de condiciones para que las redes digitales y los servicios innovadores puedan prosperar; 3) Maximizar el potencial de crecimiento de la economía digital. El proyecto incluye hasta 16 medidas para facilitar el comercio digital entre países de la Unión Europea, ya que se estima que sólo el 15% de los europeos compra en empresas digitales de otro Estado miembro, una cifra claramente insuficiente teniendo en cuenta que, según las estimaciones de la propia UE, el mercado único crearía una cifra de negocio cercana a los 415.000 millones de euros anuales, así como miles de puestos de trabajo.
Mientras se deciden los políticos sobre el alcance estas nuevas leyes, las empresas digitales europeas buscan la forma de sortean la complicada burocracia y moverse por su cuenta para ganar competitividad. Hace apenas unos meses 28 compañías crearon la European Tech Alliance, un consorcio que busca crear sinergias entre ellas para ganar representatividad en Europa y en el mundo. Entre los participantes están Spotify (Suecia), King (Suecia, aunque recientemente adquirida por la estadounidense Activision-Blizzard), Blablacar (Francia), momondo (Dinamarca), Rovio (Finlandia) o Zed (España).
“Los próximos 2 o 3 años serán particularmente críticos, ya que la Comisión Europea está escribiendo reglas para llevar a cabo su estrategia de mercado único digital, dirigido a despejar el camino para que todos los jugadores de alta tecnología – de la UE y más allá – puedan invertir, crecer y prosperar en Europa “, señaló Niklas Zennström, el presidente de este consorcio y quien fuera el primer CEO de Skype (por cierto, nacida en Estonia, uno de los países europeos más potentes en el sector digital). “Hemos formado una alianza para compartir nuestra experiencia colectiva con los políticos, así como el desafío europeo que existe en el ámbito de la tecnología e Internet”, añadió.
Europa tiene una gran bolsa de jóvenes con talento, espíritu emprendedor y ganas de innovar. Y ha demostrado ser capaz de crear empresas competitivas, rentables y admiradas a nivel global. Pero necesita el apoyo de sus Instituciones, tanto comunitarias como nacionales, para que exista acceso a financiación (tanto pública como privada), leyes que permitan emprender sin que eso suponga empeñarse y poner en riesgo el propio futuro y la concienciación de que la economía o es digital, o no será, y que no se pueden seguir poniendo puertas al campo si se quiere ser competitivo en un sector que ha revolucionado todo lo que conocíamos y será capaz de seguir haciéndolo mientras una persona con ganas y una buena idea se siente frente a un ordenador conectado a Internet y se disponga a crear algo disruptivo que cambie otra vez las reglas del juego. Ese juego hay que jugarlo. También en Europa.