Facebook y Twitter confirman su importancia como plataformas de comunicación y medios de información, llegando a convertirse en una alternativa a los sistemas tradicionales.
Las redes sociales han sabido abrirse un hueco en nuestras vidas: están presentes en los buenos momentos, cuando nos permiten compartir con nuestros amigos y familiares fotografías, experiencias y pensamientos. Y también están presentes en los malos, cuando se convierten en plataformas abiertas a las condolencias, a la frenética información de última hora ante una desgracia e incluso al acto de tranquilizar a los seres queridos.
Tras los atentados de Bruselas, Twitter y Facebook volvieron a convertirse en protagonistas e intermediarios digitales de la realidad. Por un lado, la rapidez de Twitter para informar sobre acontecimientos confusos, cambiantes y repletos de rumores hace de esta plataforma un ente idóneo para tratar de arrojar luz sobre las tinieblas (siempre que se sepa cribar correctamente la información), así como para poder conocer de primera mano, con imágenes, vídeos y testimonios de los testigos, cuanto está aconteciendo en los lugares en que se producen los hechos. Por otro lado, Facebook se convierte en un medio de comunicación privado capaz de sustituir al teléfono: su opción para comunicar a todos los contactos que una persona se encuentra a salvo supone una función, la de tranquilizar en la desgracia, que Mark Zuckerberg ni siquiera soñó con protagonizar cuando diseñaba su plataforma para compartir los buenos momentos (aunque, a decir verdad, poder decir a los contactos que se ha sobrevivido es tal vez la mejor noticia que se podría dar). La polémica llegó en el caso de Bruselas de la mano del retraso en la activación del llamado “Safety Check”, el botón informativo: no estuvo disponible hasta las 11.15 de la mañana, casi tres horas después de las primeras bombas.
En Bruselas, el caos provocó el colapso de las redes telefónicas ya que, tras un atentado, los supervivientes se afanan por comunicarse telefónicamente con sus seres queridos para informarlos y tranquilizarlos. Por ello, las redes sociales se convirtieron en una alternativa a esas llamadas, incluso promovida desde las propias Autoridades y apoyado por operadoras que abrieron gratuitamente sus redes wifi para facilitar la comunicación a todo el mundo.
Las redes sociales también sirven como vehículo solidario en estas catástrofes: los belgas crearon sendos hashtags (etiquetas) destinados a ofrecer cobijo en sus casas a las víctimas que necesitasen ayuda y a los viajeros que se quedaban en tierra (#PorteOuverte, “puertas abiertas”), así como su ofrecimiento a ayudar en cuanto fuera necesario con #ilwilhelpen (“quiero ayudar”).
Cuando lo que habla es el corazón, las redes sociales también sirven para desahogarse y canalizar en ellas el dolor. Las etiquetas #PrayForBelgium (“reza por Bélgica”) y sus variantes ("Bruselas", "Europa" e incluso un concepto tan etéreo como deseado, “la paz”) siempre se convierten en Trending Topic (temas más comentados) en Twitter tras una tragedia, sea del tipo que sea. En la mayoría de las ocasiones, estas etiquetas se acompañan de todo tipo de imágenes, a cual más artística y sentida, que tratan de reconfortar a las víctimas y unir bajo un mismo sentimiento de dolor y solidaridad a cuantos deciden compartirlas, utilizarlas como fotografía de perfil o, simplemente, observarlas. Imágenes que utilizan los iconos monumentales y culturales para crear fotografías que invitan a la reflexión, que buscan atenuar el dolor y, sobre todo, que pretenden divulgar la paz.
Esperemos que algún día las redes sociales vuelvan a convertirse en escaparates de nuestras alegrías, en lugar de en el espejo de nuestras tristezas.