Los empleados ya no son esos activos de la empresa que son contratados para realizar un trabajo en un horario determinado y cobrar un salario por ello. Empresas como Reebook, Starbucks, IBM, Telefónica-O2 o LG, están desarrollando programas en los que buscan un perfil de trabajador que se implique cada vez más con la marca y se convierta en su mejor defensor más allá del ámbito laboral.
El “employee advocacy” tiene como misión transformar la marca y la reputación externa a través de los medios sociales personales. Los resultados de esta implicación son excelentes: los mensajes que comparten los empleados en sus cuentas privadas obtienen un 561% más de alcance que los que son compartidos en el perfil oficial de la compañía, y se multiplica por ocho el nivel de compromiso que genera ese contenido.
Ante un arma de marketing tan potente, las empresas han decidido dejar de bloquear las redes sociales en los ordenadores de las oficinas, lo que ha motivado que el 50% de los empleados ya compartan con sus contactos informaciones sobre su empresa. El 90% de los clientes potenciales asegura que confía más en las recomendaciones de productos y servicios de gente que conocen, frente a un 33% que confía en los mensajes que proceden de empresas.
Las ventajas para la empresa, por tanto, son muchas. Por un lado, el alcance de la marca se dispara en múltiples canales en los que no tenía presencia, y sin necesidad de gastar ingentes cantidades de dinero en campañas publicitarias. Por otro lado, los trabajadores se convierten en influencers en redes sociales, asimilando la filosofía de la marca de manera natural y creyendo firmemente en sus bondades a la hora de promocionarla entre sus contactos. El trabajador realiza esta labor por convicción, pero muchas empresas ya están premiando su compromiso con una remuneración económica u otro tipo de contraprestación.