Los medios de comunicación siempre han tenido el poder de enfocar un acontecimiento desde un punto de vista determinado, lo que condiciona la percepción que tiene la población de cualquier hecho. En un futuro próximo, el periodista va a dejar de ser un mero transmisor de información y llevará al espectador al lugar donde tiene lugar la noticia para que sea él mismo quien la viva en primera persona. Sin embargo, la recreación de esa realidad también es subjetiva y da lugar a plantearse cuáles deben ser los límites de la información, qué se puede mostrar y qué no y hasta qué punto puede hacer uso el productor de la licencia artística.
Thomas Kent, editor de normas de Associated Press y profesor de la Universidad de Columbia, ha escrito un interesante artículo en el que señala la necesidad de realizar una revisión de la realidad ética de esta tecnología antes de que se generalice en las redacciones. En su opinión, los espectadores necesitan saber cómo quieren los productores de realidad virtual que se perciba su trabajo, qué se ha hecho para garantizar la autenticidad y qué parte de la producción es simple suposición.
La Asociación de Noticias Online ya ha creado un proyecto para ayudar a crear códigos éticos propios para la realidad virtual. Según Kent, éstos deberían ser los puntos a tener en cuenta a la hora de elaborarlos:
1. ¿Qué es real? Para recrear un lugar partiendo de una imagen en dos dimensiones, ¿los lugares que no aparecen deben quedar difusos o aventurarse a mostrarlos aunque no sean más que meras hipótesis? Para ser completamente transparentes, los productores deberían incluir advertencias previas sobre qué partes son reales y cuáles una mera recreación. Nonny de la Peña, que ha realizado un trabajo sobre los refugiados sirios, asegura que su equipo adoptó técnicas desarrolladas en los documentales para tener la certeza de que algo que no fue capturado con la cámara es real. Cuando se puedan incorporar a este tipo de experiencias sensaciones táctiles o incluso olores se abrirá un debate con cada nueva experiencia.
2. La integridad de la imagen. ¿Se podrían mostrar cadáveres, cuerpos ensangrentados? ¿Qué prima, reflejar la cruda realidad o suavizarla? ¿La realidad virtual debe parecerse más a Twitter, donde cualquiera puede mostrar imágenes en bruto de lo que está sucediendo sobre el terreno o tiene que censurar ciertos contenidos como ocurre en la prensa o televisión tradicionales?
3. ¿Ofrecer diferentes puntos de vista? Si antes el periodista daba su propio enfoque a una noticia, con las imágenes en 360 grados los puntos de vista se multiplican. Algunos proyectos de realidad virtual ya ofrecen la posibilidad de elegir diferentes ángulos de visión para que el espectador viva la noticia desde dónde prefiera.
4. ¿Cuál es el objetivo? Si el fin de una información es suscitar empatía en un público distante, con la realidad virtual esta cualidad se potencia. Por ello los periodistas deben dejar claro cuál es el objetivo fundamental de su trabajo que explique por qué omitieron determinada información.
5. ¿Qué pasa más allá de la escena? Aunque la sensación que experimenta el espectador con la realidad virtual es que se puede mover libremente por el lugar, lo cierto es que existen límites y son los que marca el productor con las imágenes. Lo interesante sería que se ofreciera también un contexto que explique qué ocurrió fuera de la acción que se muestra.
6. El problema de la privacidad, la necesidad de advertir a los espectadores sobre escenas que pueden dañar su sensibilidad o si se debe cubrir la misma cantidad de tiempo que duró el evento original son otras cuestiones éticas que conviene definir.