Al igual que a la prensa no le ha quedado más remedio que embarcarse en la ardua tarea de la digitalización, los principales museos del mundo han tomado conciencia del potencial de la red y los dispositivos digitales a la hora de dar a conocer su rico legado. Esta nueva realidad implica un cambio de paradigma, más si se tiene en cuenta que estas instituciones culturales solo conocían un canal de comunicación, el espacio físico, al que acudían unos receptores a quienes el museo les entregaba un mensaje, la obra, en la que no podían intervenir más allá de un cambio de lugar, de iluminación o de la información que aparece junto a ella.
Sin embargo, las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías permiten conocer las obras desde otro punto de vista y sustituir la experiencia de la visualización directa por el disfrute de otros aspectos de las mismas. Museos de todo el mundo se lanzaron a la digitalización de su catálogo, que puede ser contemplado en sus sites y aplicaciones acompañado de audioguías o gracias a recursos técnicos como imágenes en ultra HD del ambicioso Art Project de Google para que no se escape ningún detalle. Pero hay mucho más.
El Museo Metropolitano de Arte de Nueva York es un buen ejemplo de ello. El Met comenzó contratando a un profesor de Periodismo como director digital, ajeno al mundo del arte pero con conocimientos sobre algo fundamental: qué fórmulas son las más adecuadas para dar a conocer el trabajo de un museo. Junto a un equipo de 70 personas, trabajan como una startup tecnológica cuyo reto es acercar al público una colección de más de 2 millones de objetos con las herramientas adecuadas y en el momento preciso, informa “Contently”.
Y hasta el momento han llevado a cabo varias iniciativas destacables. En Internet, los conservadores del museo relatan en diferentes posts cómo es el proceso de restauración de un cuadro, acompañándolo de vídeos (un recurso que también está utilizando el Museo del Prado). Además, han creado el “Artist Project”, un microsite deslizable en el que 20 artistas hablan sobre su obra favorita del museo a través de imágenes en las que se muestran ante ella. La serie se divide en temporadas como si fuera un programa de televisión. Su actividad en Facebook o los mensajes enviados a los contactos altamente especializados que configuran sus listas de correo electrónico son otras herramientas muy efectivas. En el espacio físico también se puede trabajar en clave digital, prueba de ello es la puesta en marcha de una exposición de objetos creados con impresoras 3D y la colaboración con Oculus para crear una experiencia de realidad virtual.
El Museo Nacional de Diseño Cooper Hewitt ha sido calificado por “The Atlantic” como “el museo del futuro”, una organización “no muy diferente de Wikipedia, Pinterest o “The Atlantic”. En su reciente reapertura, la institución se ha valido de tecnología española para convertir las visitas a sus exposiciones en algo único y diferente. A cada visitante se le entrega un lápiz interactivo que permite guardar en su memoria datos sobre las obras para su posterior descarga en unas mesas táctiles que están a su disposición. También tendrá la posibilidad de modificar esa obra de forma virtual y rediseñarla a su gusto. Toda la experiencia se guarda en el perfil del visitante y se envía a su email para que lo guarde o comparta en redes sociales.
En Europa, el Museo del Louvre organizó hace unos meses unos talleres que pretendían iniciar a los jóvenes en la creación e impresión 3D de obras reales o imaginarias en un espacio de fabricación colaborativa dotado de ordenadores, tabletas, escáner e impresoras 3D. El British Museum, por su parte, ha puesto en marcha talleres en los que los usuarios pueden convertirse en un faraón, un dios egipcio o un guerrero samurái gracias a la tecnología digital.
A medida que la tecnología avanza, se irán incorporando nuevas iniciativas. Una de las más destacables, que relata “The New York Times”, es el proyecto “Art ++”, que combina la tecnología de reconocimiento de imágenes y gráficos por ordenador con conocimientos de historia del arte. Con este software, cualquier persona podría entrar en un museo, colocar su smartphone o tableta delante de uno de los objetos expuestos y rodear la obra de un halo digital con información suplementaria: desde las versiones anteriores de un lienzo hasta el esqueleto que hay debajo de una momia.
Como asegura Sebastian Chan, periodista y hoy director de tecnología digital del Cooper Hewitt que cuenta con el blog “Fresh and New”, “digital lo es todo ahora”, pero eso no significa que excluya lo demás. Aunque ya existen espacios enteramente virtuales, como el Museo Digital de Rumanía. Gracias a las pantallas táctiles y otras herramientas de proyección en 3D, los visitantes pueden explorar obras de arte de museos de todo el mundo sin salir de sus apenas 125 m2. ¿Llegaremos al punto en el que la visualización de un holograma de "La Gioconda" mejore la experiencia de tener el cuadro cerca, pero rodeado de los cristales, flashes y turistas que lo acompañan en el Louvre? Pronto lo sabremos.