Hacer negocios en Argentina se está convirtiendo en una tarea reservada sólo para los valientes, y si los emprendimientos incluyen insumos importados, más que valiente hay que tener una clara vocación suicida. Vemos por qué.
El gobierno de Cristina Fernández implementó, desde haya ya unos años, fuertes restricciones a la salida de dólares del país, divisa, como se sabe, utilizada como moneda de intercambio en el comercio exterior. Este “cepo”, como le llaman los argentinos, además de no resolver la complicada situación macro, generó problemas donde antes no los había. Un claro ejemplo de ello lo representa la industria dedicada a la fabricación de teléfonos móviles. En efecto, la imposibilidad de girar dólares para pagar los insumos importados afectó principalmente a la economía de Tierra del Fuego, provincia donde se fabrican estos aparatos.
Las estadísticas son muy claras: la producción cayó un 48% en el primer trimestre de este año en relación al mismo periodo de 2014. O, lo que es lo mismo, 1,6 millones de unidades contra las tres millones del ejercicio anterior.
Mientras en el resto del mundo puede verse una competencia feroz entre las distintas marcas de teléfonos móviles, en Argentina la lucha no se desarrolla en el campo de la publicidad o en de las promociones, sino en los almacenes dónde se guarda el stock: lidera el mercado la marca que cuenta con aparatos listos para llenar las estanterías de las tiendas. Este hecho, coloca además a los productos nacionales en clara desventaja con los comprados en el exterior, debido al mayor costo de los fabricados en el país. Veamos. Un aparato que en Estados Unidos cuesta 500 dólares, en Argentina por el mismo productor hay que desembolsar 1.700 dólares.
Pero hay más. El discurso – o relato, como se dice ahora - de Cristina Fernández siempre giró sobre la aplicación de una política inclusiva. Hoy, y en la etapa final de su mandato, la inclusión mutó en exclusión, al menos en este sector. Sucede que la imposibilidad de efectuar pagos al exterior hizo que Tierra del Fuego perdiera tres mil puestos de trabajo, una cifra importante si se tiene en cuenta su densidad de población.