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Cuba: señales positivas para las empresas de telecomunicaciones estadounidenses

Netfix, Apple, IDT y Google, ya se lanzaron a la conquista del mercado cubano

Netfix, Apple, IDT y Google, ya se lanzaron a la conquista del mercado cubano

viernes 20 de marzo de 2015, 17:03h

Un extenso reportaje de la agencia alemana de noticias DW explica que la apertura del mercado cubano a proveedores estadounidenses de telecomunicaciones y servicios de Internet forma parte del acercamiento diplomático y comercial entre Estados Unidos y Cuba, anunciado por los presidentes Barack Obama y Raúl Castro el pasado 17 de diciembre.

Las empresas norteamericanas no han perdido tiempo: Netflix y Apple ya lanzaron sus primeras apuestas. IDT la acaba de concretar. Amazon hace pruebas. Y Google, a medio camino entre el marketing y el cabildeo, podría contarse incluso entre los impulsores de este acápite del deshielo.

Las señales son positivas pero “no hay que ser extremadamente optimistas”, advierte Milena Recio, periodista, editora, profesora e investigadora de comunicación digital en la isla. Por el momento, se trata sobre todo de “posibilidades enunciadas”, opina la autora de "La hora de los desconectados". Evaluación del diseño de la política de "acceso social" a Internet en Cuba en un contexto de cambios. “Tanto cuantitativa como cualitativamente, la relación de la población cubana con Internet ha sido hasta ahora muy pospuesta, con una precariedad muy llamativa en el entorno de interconexión global” y esta historia, insiste, ni comenzó hace doce semanas ni es resultado de una sino de múltiples causas combinadas.

Para los redactores y editores de DW, sin la infraestructura tecnológica necesaria, ni perspectivas para su modernización, en medio de una profunda crisis económica y un atrincheramiento político reforzado por la caída del otrora aliado bloque socialista europeo, la isla se conectó rezagada a la red de redes mediante una costosa conexión satelital con un rendimiento de apenas 64 kbps en 1996.

Propiciada por el entonces presidente George Bush, aquella primera exención al embargo en el ámbito de las telecomunicaciones fue parte también de un programa para subvertir el sistema político cubano estimulando intercambios culturales, profesionales y familiares más fluídos con Estados Unidos. Un memorando del presidente Obama para "promover la democracia y los derechos humanos en Cuba" debió facilitar la diversificación del enlace satelital y posibilitar el enlace por fibra óptica ya en 2009, pero la única empresa interesada entonces no logró la autorización de la Comunisión Federal de Comunicaciones (FCC).

“Bloqueo” y crisis

El embargo, que los cubanos llaman “bloqueo,” efectivamente ha “encarecido y complicado” el acceso de Cuba a tecnologías y servicios relacionados con Internet, coincide Bert Hoffmann, politólogo del Instituto GIGA de Estudios Latinoamericanos de Hamburgo y autor de The Politics of the Internet in Third World Development. Pero tanto las nuevas medidas anunciadas por Obama como la llegada a la isla, ya desde 2011, de un cable submarino de fibra óptica proveniente de Venezuela, relativizan el “factor bloqueo”, que comparte protagonismo con la disponibilidad de recursos financieros (afectada pero no impedida por el embargo) y lo que el gobierno cubano llama su política de “acceso social” a Internet, explican los expertos.

Hasta ahora y pese al cable venezolano, que no ha resuelto el problema de la “última milla”, el tramo de línea que debería llegar a los domicilios, Cuba sigue siendo uno de los países peor conectados a Internet en el mundo. En su índice de desarrollo de las nuevas tecnologías de información y comunicación (IDT), la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) la ubica en el lugar 125 de 166 países. El peor de las Américas cuando se miden indicadores de acceso a y uso de telefonía fija y móvil, computadoras e Internet de banda ancha; no importa cuán elevados sean sus indicadores de competencia para acceder a tales tecnologías y usarlas (tasas de alfabetización e inscripción en la enseñanza secundaria y terciaria), apunta Recio.

Según datos oficiales, unas 25 de cada cien personas acceden regular u ocasionalmente a redes en Cuba. Sin embargo, muchos no se conectan sino a “redes sectoriales con accesos parciales a servicios de la web”, precisa Recio. Sobre dos "eufemismos nacionales" ironiza en este contexto Elaine Díaz, profesora de periodismo hipermedia en la Universidad de La Habana. “Correnauta: dícese del usuario exclusivo de correo electrónico en Cuba. Intranauta: dícese del usuario exclusivo de intranets en Cuba”, explica en su bitácora. “Correnautas + Intranautas + X internautas (X ≤ 800.000) = 25% de penetración de Internet en Cuba en 2013″, concluye la también periodista y bloguera.

Esto, en un país donde se prioriza el “acceso social” a Internet, “desde instituciones estatales, fundamentalmente del sector médico y educacional”, señala Hoffmann. Pues el “acceso de particulares” se haya restringido a un selecto grupo de profesionales (algunos médicos, profesores universitarios y periodistas de medios oficiales), conectados desde sus hogares por interés estatal, así como a quienes puedan abonar la alta tarifa de 4.50 dólares/hora (un quinto del salario medio mensual), impuesta por el monopolio estatal de telecomunicaciones Etecsa.

De ahí que expertos estimen, según la DW, que apenas un 5% de los cubanos accede efectivamente a Internet, a través de instituciones estatales, embajadas extranjeras que ofrecen el servicio a grupos opositores, así como de la reventa de “tiempo de navegación” de los particulares privilegiados en el mercado negro. A ello se suma el consumo offline de “paquetes” de información de volumen y contenido variable, que incluyen la política, el entretenimiento y la publicidad, y que circulan en la isla a través del correo electrónico, memorias flash y discos duros externos.

Tales cifras y restricciones resultan paradójicas, no sólo teniendo en cuenta “las necesidades y expectativas de una población con un alto nivel educativo” (con 10 grados de escolarización promedio), sino sobre todo el hecho de que “la exportación de servicios profesionales (particularmente, pero no solo de servicios médicos), generados precisamente a partir del conocimiento”, destaca Recio.

“No somos chinos, ni el internet chino es internet”.

Así las cosas, ¿hasta dónde está dispuesto a llegar ahora el gobierno cubano y hasta dónde podrá hacerlo el norteamericano? “En política todo es posible”, opina Hoffmann, “pero, salvo que ocurran cambios políticos dramáticos en Cuba,es muy poco probable que cualquiera que sea el próximo gobierno de Estados Unidos, pueda dar marcha atrás a este proceso en 2016″, enfrentándose a los fuertes intereses económicos ya dinamizados por la administración Obama.

El gobierno cubano, por su parte, “necesita abrir su economía y ampliar el acceso a Internet. No obstante, va a querer mitigar los efectos de esta apertura como lo hacen los países árabes, como China”, prevé Hoffmann. Pero, “ni aquí somos chinos ni el Internet chino es Internet”, coinciden con el vox populi los blogueros Alejandro Rodríguez y Norges Rodríguez.

Por ahora, al menos, “existe la voluntad y la disposición efectiva del Partido (Comunista) y el gobierno cubano de desarrollar la informatización de la sociedad y la Internet al servicio de todos”, aseguró el vicepresidente cubano, Miguel Díaz-Canel. “En la medida que podamos tener más claro, mediante la construcción colectiva, el proyecto de país que queremos, estará mucho más clara la forma en que una herramienta como Internet puede ponerse a su servicio”, lo cita el portal oficial Cubadebate.

“Mi visión es totalmente inversa: ¿Por qué no utilizamos una herramienta como Internet en el servicio de la sociedad para tener más claro, mediante la construcción colectiva, el proyecto de país que queremos?”, lo interpela vía Facebook Yudivián Almeida, profesor de Inteligencia Artificial y Sistemas Computacionales en la Universidad de La Habana. Y es que no hay “un futuro de sostenibilidad para Cuba”, coincide Milena Recio, “sin una visión sistémica de la relación entre el desarrollo tecnológico y el desarrollo posible del país”.

Y en ese futuro, la investigadora cubana avizora, “en un escenario de abundancia y abaratamiento de la conectividad, en el que Cuba tenga la posibilidad de mantener un nivel alto de soberanía sobre sus telecomunicaciones, ” una para entonces incontrolable concurrencia de “todas las disidencias” en el juego político dentro y fuera de la red, en la pugna por “un régimen de mayores libertades y mayor acceso de los diferentes actores sociales al bienestar, la seguridad y la justicia”.

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